sábado, 31 de julio de 2010

Diálogo con Saramago


Aunque los escasos lectores de este virginal blog no lo crean, su seguro servidor y su escritura, se encuentran influenciados. Pero eso no tiene nada de relevante, ya que todo el mundo está influenciado.
Este blog y estos escritos que semana a semana les hago llegar con todo mi cariño, tienen dos poderosas influencias que hasta ahora identifico y no me molesta admitir que su pluma y sus pensamientos me han tocado profundamente.

Por ahora hablaré solamente de uno de ellos y ese sin lugar a dudas es José Saramago.

Desde luego no es la intención de este pobre aprendiz de escritor, compararse en ningún sentido con el hijo pródigo de Portugal. Ya que me encuentro a años luz de distancia de su pluma y de su prosa, de su imaginación y su sustancia y de su magistral sentido de protesta y lucha a través de la palabra.

Desde luego, el que admire a Saramago, no quiere decir que siempre piense como él, ni que opine las mismas cosas sobre algunos asuntos a la par del escritor. Sin embargo, uno no tiene que pensar igual que otro hombre para admirar su grandeza.
Ese es mi caso con el maestro Saramago.

Me hubiese gustado tener con él una larga conversación a través de la escritura.

Mucho gusto Don José, soy Mcrow. Que clase de nombre es ese. ¿Me lo dice o me lo pregunta? Nunca lo sabrás, porqué la duda. Como no puso los signos de interrogación lo dudaba. Que no sabes que nunca los uso. En eso tiene razón señor, lo había olvidado. Usted es muy conocido por su particular forma de escritura. A algunos les gusta y a algunos no, sólo hay que leerlo en voz alta. A mi me gusta mucho la manera en la que escribe, sobretodo esto de poner los diálogos de corrido, siento que me acomoda muy bien. Supongo que no ocurre lo mismo con los signos de interrogación. ¡Correcto! Esa parte a mi no me va. Yo prefiero ponerlos para que la gente entienda el concepto. Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal. ¿Y eso que tiene que ver? Lo mismo que tus signos de interrogación… nada. Bueno Don José, a pesar de ser su admirador, la cuestión de la puntuación no es la única en la que diferimos. Ah no… en que más mi joven amigo. ¿Me preguntó? Si… esta vez puedes estar seguro de que te pregunté. Yo por ejemplo no soy comunista como usted. Yo sólo soy un comunista hormonal. Entonces yo soy capitalista hormonal también y prefiero la democracia. El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia. Que profundo. Eso depende. ¿Depende de que? Bueno pues depende de muchas cosas que no vamos a profundizar ahora. Otro tema en el que difiero es que yo soy un optimista y usted definitivamente está del otro lado del péndulo. Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay. ¿Eso quiere decir que yo no quiero cambiar al mundo? Piénsalo, Sí, soy pesimista, pero yo no tengo la culpa de que la realidad sea la que es. No estoy de acuerdo. No tienes que estarlo, Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos. En eso si estoy de acuerdo con usted. Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso. A mi también me hace feliz decir lo que pienso Don José, además me agrada mucho que respete mi opinión. He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro. No lo había pensado así pero supongo que tiene razón. Un punto en el que quizás estoy más de acuerdo con usted es en el de Dios. ¿Qué Dios? ¡Aja!... puso signos de interrogación. Los puse mi joven amigo sólo para que dejes de cuestionarme a cada comentario si pregunté o no, no lo haré más. Hablábamos de Dios. Si me conoces como dices, sabes que soy ateo. Si lo se, y digamos que yo soy creyente hormonal así como usted es comunista hormonal. No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona. ¿Pero su tema es con Dios o con la religión?, digamos… ¿la iglesia? No me hagas empezar con la iglesia, creo que es momento de terminar. Don José, lo vamos a extrañar. Como aprendiz de escritor lo voy a echar de menos, porqué a mi me pasa lo mismo que usted dijo una vez. Que dije, te robarás una frase más de mi. Si, pero esta la pongo en mi boca no en la suya. Usted dijo que no escribía para agradar o para desagradar, sino para desasosegar. Pues esa frase me quedó muy bonita. Lo mismo pensé y a mi me pasa igual. Entonces sigue escribiendo. ¿Y ahora que se murió que va a hacer? La muerte es un proceso natural, casi inconsciente. Entraré en la nada y me disolveré en ella. Se disolverá solo su cuerpo Don José, porque su prosa, sus libros y sus personajes, vivirán siempre.


Así imagino mi charla con Saramago. Agradezco la generosa colaboración de Don José para la escritura de esta entrada. Uno no tiene a un Nobel todos los días para ayudarle a escribir.


miércoles, 21 de julio de 2010

Cuanta Cosa ¿No?

Querido lector: No eres tú… soy yo.
No creas que mi falta de escritura es porque tengo algo contigo. No hay tal.
Las cosas han pasado tantas y tan rápido, que es difícil encontrar un pedacito de soledad y tranquilidad para escribir de todo lo que te quiero contar.
Para empezar, estoy en deuda con Don José Saramago; que Dios lo tenga en su santa gloria (así decía mi abuelo). Aunque a Don Pepito, eso de Dios y sus misterios, nada más como que no le iba.
Así que para estar más a tono con el Nobel: Que el ateismo lo tenga donde lo deba de tener.
Desde su irreparable pérdida, pensé en dedicarle una entrada en este blog. Aunque a él probablemente le provoque otra instantánea muerte; quien esto te escribe, siente que se lo debe.

Después, tuvimos el huracán tremendo que nos pegó en Monterrey. La ciudad se colapsó junto con nuestra rutina. Apenas estamos despertando con la resaca que nos dejó el insufrible Alejandro. Porque después de lo que nos hizo, que le llame Alex la autora de sus días. O en un lenguaje más coloquial: Mejor que le llame “Alex” su pinche madre.
Dediqué la mañana de un sábado a ir a ayudar como voluntario a mandar víveres para los damnificados de la misma ciudad. Tengo que decir que me impresionó la cantidad de ayuda y de manos que nos presentamos a trabajar por esta noble causa.
Impresionado estoy también, por la falta de ayuda que ha habido de otros estados. Debo decir que estoy un poco dolido, de ver como los regios se apuntan para ayudar a otras ciudades de México que caen en desgracia y hasta a otros países y lo poco que le ha retribuido eso con sus compatriotas.
No importa. La verdad es que cuando uno ayuda, no debe pensar en como le van a devolver a uno el favor. Seguramente esta ciudad y sus habitantes, seguirán ayudando cuando la situación lo demande en otros lugares.
Para los que me leen y no son de Monterrey, les digo que ya se les está haciendo tarde para mandar lo que sea. Comida enlatada, agua embotellada, artículos de higiene personal, ropa, medicinas y lo más básico para ayudar a la gente que lo perdió todo.
Vayan ya a sus centros de acopio y manden.

Luego el siempre presente tema del mundial, que para beneplácito de la Generala ya terminó. Estuve (y aún estoy) feliz por los españoles y su selección, que hicieron historia en Sudáfrica. Creo que la historia siempre se encarga de poner las cosas en su lugar y hoy ya pertenecen a ese selecto grupo, en el cual espero ver a México algún día, aunque ya sea viejito.
Atrás quedaron las vuvuzelas, Shakira y su Waka-Waka, la agradable gente de Sudáfrica, las grandes figuras que nunca figuraron y el polémico Jabulani del que todos dijeron que una pelota de playa, tenía más contundencia en los tiros.

Luego nos lanzamos a San Antonio Texas, con mis amigos los Vacunos. Quienes llegaron a tierras regias con la tarjeta de crédito afilada y listos para el “chopin”. Allá fuimos.
Hicimos una breve escala en Sea World, en la cual estuvimos acompañados por un calor, que sólo era comparable imagino, con el rincón más calientito del infierno y nos paseamos bajo un tremendo sol, que parecía tener toda la intención de quemarnos vivos. Con decirte querido lector, que mejor nos lanzamos a ver a los pingüinos, para descansar un poco del aciago clima que nos acompañó.
Luego a la intrépida Generala y mi amigo Vacuno, se les ocurrió subirnos a la Sra. Vacuna y a mi, a una montaña rusa que la verdad creo que estaba mejor el calor.
Ni siquiera alegando la reciente cirugía de mi consorte y la frágil espalda del Vacuno, pudimos disuadirlos de treparnos en ese aparato del demonio con fines de tortura, para las almas impolutas como la nuestra. ¡No hay derecho!

Ya en un plan más relajado, fuimos a ver a los delfines y cuando traté de acariciar uno, me mordió. Malditas criaturas del mal. ¿Qué no se supone que son alegres espíritus de la naturaleza, famosos por su docilidad y pureza?
En honor a la verdad, debo decir que la mordida del acuático mamífero sobre mi mano, fue del todo accidental y que en ningún momento pretendió hacerlo así. Además debo decir también que no me dolió nada ni me hirió.
Si así hubiera sido… me lo hubiera zampado en una tostada con salsa Tabasco y harto limón.

Por si eso fuera poco, los dos días siguientes, los dedicamos a desplumar al heroico centurión de la American Express, en todas y cada una de las tiendas que se nos atravesaron.
Así fuimos y regresamos, bajo la reprobatoria mirada de mi madre y la Crayola, que porque la carretera estaba inundada y llena de tremendos forajidos dispuestos a robarnos nuestras cosas. Como si nos importaran esas minucias, a la hora de largarnos a cualquier lado.

Con tanta cosa querido lector… ¿A dónde querías que metiera algo de tiempo para esta noble tarea de escribir?

Ya llegué, ya escribí y “aistá”.

lunes, 5 de julio de 2010

Huracán

Por si todo lo que últimamente ha dado por pasarle a la orgullosa Ciudad de las Montañas, no fuera poco; o necesitara otra cosita para sacudir las tribulaciones de sus ciudadanos. Ahora también nos llegó un tremendo huracán, al que la gente encargada de bautizar a estos fenómenos meteorológicos, llamó con el afable nombre de “Alex”.
Sin embargo, en honor a la verdad, lo único amable que tenía este huracán era el nombre.

Esta ciudad representa el motor económico de México, integrada por gente de gran corazón y un espíritu de trabajo encomiable, llamados Regiomontanos. La verdad es que hasta hace unos pocos años, eran muy pocas las amenazas que se cernían sobre la existencia de ellos. Hoy, la cosa es muy diferente para los que vivimos aquí.

Alex nos azotó y nos azotó bien. Para ponerlo en términos futbolísticos, tan de moda en estas épocas mundialistas, digamos que nos goleó seis a cero.
Algo a resaltar de este fenómeno es que, al ser la tercera vez que un huracán nos golpea aquí con esa fuerza, pues la verdad es que el pueblo regiomontano en ese sentido, ya es una cobija muy miada y se la saben de todas todas. Por lo que el costo en vidas fue mínimo. Me hubiera gustado decir que inexistente.

Sin embargo, el costo en nuestras avenidas, colonias, casas y autos fue alto, muy alto. En este momento tenemos mucha gente que se quedó sin casa. Normalmente a los que siempre les sucede lo mismo; esos que no tienen donde vivir y escogen los lugares más peligrosos, mientras que las autoridades se hacen de la vista gorda.

Fue mucha agua la que cayó, que corrió y que arrasó. Nos quitó muchas cosas y nos trajo otras. Entre las cosas que trajo la lluvia fue al Gobernador del Estado, mismo que muchos de nosotros pensábamos que ni teníamos. Ese Gobernador que desde que ganó las elecciones, gracias al voto inexplicable de la mayoría de mis conciudadanos; se había escondido en su casita con su esposa y trillizos, para asomar la cabeza muy de vez en cuando, sólo para ir a inaugurar el torneo de voleybol de la Escuela Primaria Profra. Ernestina Torres Buenrostro o actos de similar importancia.
Siempre será más fácil encarar un huracán y sus terribles consecuencias, que luchar contra la inseguridad y el narcotráfico.

Ahora si, el Sr. Medina anda corriendo de un lado al otro, sale mojadito en la tele, con las gotas escurriéndole por sus cachetitos, con su mirada de “no tengo idea de nada”, tratando de dar ánimos a la población. ¡A buena hora salió este Gobernador de cuarta a dar la cara! No nos confundamos, este estado sigue y seguirá desgobernado, mientras este jovenazo siga ahí.

Una de las cosas que paradójicamente nos ha quitado tanta lluvia, es el agua misma. Es difícil de explicar, pero muchos hogares aquí, no tienen en sus casas. Lo que provoca ver escenas apocalípticas en las calles, de gente con sus cubos, llenándolas en el primer pozito que se encuentren.
La Generala y yo, somos de los afortunados que no nos pasó nada, pero al resto del clan, les afectó muchísimo y aún están viviendo los efectos.

Lo bueno de todo esto, es que una de las cosas que trajo “Alex” a esta honorable ciudad, fue un renovado espíritu de solidaridad entre sus habitantes. Y es que los regiomontanos son buenos para los momentos de la verdad.
Somos víctimas del mismo mal y nos hermanamos en la desdicha; sufrimos de ver nuestra ciudad con esas cicatrices que tardarán mucho en cerrar. Aún así, son sólo cosas materiales, reemplazables todas ellas y eso no detendrá a Monterrey. Una ciudad a la que ni su horrible clima la ha detenido.

Monterrey ha salido de cosas como esta siempre y ahora, no será la excepción. Saldrá airosa, para seguir llevando sobre sus hombros, a este país y para seguir siendo ejemplo de trabajo, entrega y dedicación. Exceptuando al Gobernador.

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