sábado, 24 de abril de 2010

Mi Cumpleaños

Por si mis escasos, pero enjundiosos lectores no se dieron cuenta; estuve fuera del aire una semana completa. Esto no es verdad… en realidad fueron dos.
He de confesarte querido lector, que la entrada pasada de la llanta, fue escrita hace dos semanas, preparándome para lo que sabía vendría y el impedimento que tendría de poder escribir estas humildes aportaciones a la literatura universal.
O para que se entienda mejor y utilizando la jerga del mundo de la televisión: Era un programa grabado.

Por cierto… algún lector anónimo, me dejó un comentario aquí en mi virginal blog, corrigiéndome por el uso de la palabra llanta en vez de neumático, que en este caso sería lo correcto. Yo le agradezco a esta persona su aporte y más aún cuando la entrada pasada solamente tuvo 3 comentarios. Mi colega Gabriela Ines Maiorano, quien es la mujer más sabia de todo el cono sur, es infaltable a la hora de comentar y le agradezco mucho eso.

Creo que mi raiting está bajando por no poder leer y comentar otros blogs. Ni modo, en cuanto pueda regresar a ver sus blogs, seguiré haciéndolo y espero que vuelvan los habituales.
Al anónimo, además de mi agradecimiento, le diré que aún y cuando la palabra “correcta e inconfundible” [sic] es neumático; en México, que es donde este que escribe tiene su indiscutible origen; la palabra llanta, también es correcta e inconfundible para referirse a la cosa negra y redonda que hace que se pueda desplazar un vehículo.
Con esto queda zanjando el asunto de la llanta.

Otra cosa que habrán notado mis queridos lectores, es que después de anunciar con toda pompa, los festejos de mi cumpleaños número treinta y dos. No hubo entrada de los mismos. Eso se explica por el hecho de que no pude escribir y la entrada que leyeron la semana pasada se escribió hace dos. ¿Qué cosas no?

Así que con esta deuda a cuestas, les haré una síntesis de los hechos que tuvieron lugar un día antes y un día después del maravilloso y festivo diez de abril.

El viernes nueve de abril, llegaron con toda fastuosidad a esta ciudad de las Montañas, mis amigos los vacunos, desde la fea, pero cariñosa, ciudad de Celaya Guanajuato.

La Generala y yo que tratamos (pero casi nunca lo logramos) ser unos excelentes anfitriones, los recibimos, como sólo se les recibe a los buenos amigos. Con todo y las groserías de la Señora Vacuno, de que ella prefería quedarse trabajando hasta tarde a estar con nosotros, porque pues así es la gente muy ocupada y que viene de ciudades grandes.
A su atormentado marido, quisimos hacerlo feliz en su desdicha; así que lo llevamos a comer a un lugarcillo donde se preparan unos ricos cortes de carne. A mi amigo Vacuno, no le importó caer en el canibalismo y nos zampamos a todos sus congéneres en una sola sentada.

Ya por fin cuando la Sra. Vacuno, decidió salir de trabajar, pudimos entonces llevarla a conocer esta ciudad de las Montañas, que comparada con su ciudad natal, le debe de haber parecido un pinche pueblo polvoso. No importa… es lo que hay.

Al día siguiente comenzaron los festejos aquí en esta mansión que habitamos la Generala, su perruno acompañante y el de la voz… en compañía de mis padres, la Crayola, el Pelón, el Gordo Reformado y los Vacunos. Los conejos no vinieron porque estaban enconejados.

Después de una agradable tarde donde el Sr. Vacuno y el Gordo Reformado se pusieron muy contentos de tomar un licorcillo, que al segundo le hizo alucinar que volvía a pesar 250 kilos; nos alistamos para continuar la “festejación” en la terraza de un restaurant, donde continuamos comiendo, bebiendo y pasándola bien.

Me acompañaron personas a las que apreció mucho. Los conejos se desenconejaron y nos hicieron los honores. Y como era mi cumpleaños, me tomé con ayuda del Vacuno, una botellita de brandy, que me hizo entrar en un estado de profunda comunión espiritual con el universo y los que me rodeaban.

Así salimos a las dos de la mañana, regresamos a nuestro hogar, los vacunos se fueron al día siguiente, aunque intentamos convencerlos de que se quedaran a vivir aquí, no lo logramos. A ver si un día de estos. El domingo nos dedicamos a reponernos.
Esos fueron los imperiales festejos de mis treinta y dos años. Los pasé como lo pasan los hombres más ricos del mundo y eso es, rodeado de todas las personas a las que quiero y tengo la fortuna de tener compartir nuestras vidas.

No me imagino un mejor cumpleaños.

domingo, 11 de abril de 2010

La Llanta, la Llanta, la p... de la Llanta

Cuando el día de ayer me vestí inmaculadamente de blanco y me dirigí a ver al traumatólogo, que me consulta por el tema de la rodilla (para mayor referencia léase If you go to San Francisco), jamás me imaginé el día que me esperaba.

La ida con el galeno no la comentaré. Me dijo lo que siempre me dicen los doctores cuando voy a verlos: Que me tengo que operar.
¿Cómo quieren que uno vaya a ver a un doctor, si cada vez que voy, me quieren abrir como cabrito?

De ahí fui a ver a mi cabecita blanca en su nueva oficina. Por que la señora estaba “inge e inge” que tenía que irla a conocer.
Cualquiera que viera a mi mamá en su nueva oficina, pensaría que se trata de una nueva Hitler que se dispone a poner al mundo en vilo con una nueva invasión y guerra.

La oficina cuando entras tiene una pared enorme con un mapamundi igual de grande. Imagino que lo usará para trazar todas las estrategias militares necesarias para dominar al mundo. En su oficina te recibe con un enorme escritorio, con una silla altota, que hace que mi mamá se vea majestuosa como una estatua de Bernini.

Lo malo fue cuando venía de regreso para mi casita, a donde mi Emperatriz, había dado instrucciones precisas de que debía pasar por algo de comer y luego llegar.
Venía manejando y de repente ¡ZAZ! que se me poncha una llanta.

Puse en marcha mi pensamiento lógico-práctico y rápidamente trace la siguiente estrategia: Cambiar la llanta, ir a la vulcanizadota más cercana, arreglarla, volverla a poner y continuar con mi día. Que lejos estaba yo de llevar a cabo semejante plan.

Le hablo a mi consorte a su teléfono: Se me ponchó una llanta. No la cambies. ¿Por qué? Porque eres un inútil con las herramientas. ¿Que te pasa mujer? Soy más diestro que cualquier mecánico de taller. No… bueno… es que no quiero que te hinques. ¡Ah no pasa nada! Es que andas malito de tu rodillita mi amor, no quiero que te lastimes más.

¡Mentira podrida de la Generala! No me dejó hacerlo porque ella piensa (desconozco el porqué) que me es imposible, algo tan avanzado como cambiar una llanta. Sin embargo, obediente y dócil como soy, la dejé que se encargara del asunto.
Se fue a una vulcanizadota y a los diez minutos llegó con un señor todo sucio, deduje que por ejercer el difícil oficio de los mecánicos y rápidamente se puso a inflar la llanta, porque mi emperatriz decidió, que eso era lo único que hacía falta.

Ella tan tranquila cumplió su parte y se largó a comprar la comida anteriormente comisionada a este que escribe, para evitar que le sobreviniera ese mal humor, que invade a la dueña de mis quincenas cuando tiene hambre.

Apenas fui abandonado por mi esposa, cuando el masiosare que inflaba la llanta, se puso a quitarla rápidamente para poner la de refacción, esto después de ver que definitivamente, no iba a inflar. Montó la de refacción, cargué la llanta ponchada y mi outfit blanco empezó a verse de otro color, como más tirándole al negro.
Ya con la llanta de refacción nos dirigimos al taller para cambiarla.

En el camino le digo: Oiga señor… ¿creé usted que arreglen mi llanta rápido? ¡Híjole señor!... pues la verdad no se. ¿Cómo que no sabe? Pues es que yo solo me dedico a la recolección. ¿A la recolección de que buen hombre? ¿De llantas ponchadas? No… de basura. ¿De basura? Si… aquí en el municipio. ¿Y como caragios (le dije en italiano para que no sonara muy fuerte) llegó usted aquí? Es que a nuestro camión se le ponchó una llanta y nos la estaban arreglando en el taller, cuando llegó su esposa y dijo que necesitaba que alguien le fuera a echar aire a su llanta. Como el mecánico estaba muy ocupado, pues yo me ofrecí.
Y dicen que ya no hay gente buena en el mundo. El pobre basurero, tuvo que extender su rol, primero de recolector de basura a inflador de llantas y luego a cambiador de la misma.

En la vulcanizadora me dijeron: ¡Uy… esa llanta ya no tiene arreglo amigo! ¿Cómo que no tiene arreglo? Es que cuando se ponchan de la cara, ya no se pueden arreglar.
Me acordé de Irma Serrano y no pude más que darle la razón.
Como quiera fui a otra vulcanizadora donde me dijeron lo mismo.
Tendré que comprar otra llanta pensé. Pero la odisea apenas había comenzado.

Llegué a la casa en injerto de pantera y rápidamente convoqué a todo mi estado mayor para comenzar la titánica labor de buscar la llanta nueva.
Creo que entre la Generala y yo hicimos alrededor de treinta y siete llamadas (a Joey le dimos un teléfono también, pero mejor prefirió lamerse sus partes).

El resultado fue, que es que era más fácil tomarle una fotografía al monstruo de Loch Ness, a plena luz de día y perfectamente concluyente, que encontrar la maldita llanta.
Lo cual me puso de un humor peor contra las grandes corporaciones automotrices, por ser tan imbéciles, como para hacerle un solo tipo de llanta a cada modelo.
¿No sería más práctico para todos que hicieran solo unos cuantos modelos de llantas para todos sus vehículos, en lugar de jodernos la vida a los pobres consumidores?
¡Claro que no! No tendrían las pingües ganancias que tienen. Así que desde este humilde foro les mando una sonora mentada de madre.

Después de una ardua búsqueda por nosecuantos lugares, dimos con uno que tenía por lo menos la llanta de la medida, así que rápidamente la compré.
Así terminó la tragedia de la llanta y de no haber sido por que de ahí, nos fuimos a una agradable velada con la familia del Gordo Reformado, Lalo el Pecas y la Mandarina, me hubiese ido a dormir enojado.

Sin embargo pasamos un excelente rato con esta familia, que sabe como alegrar los corazones de propios y extraños, a pesar de las malditas corporaciones automotrices que algún día arderán en el infierno.

domingo, 4 de abril de 2010

¿Como quieres celebrarte MI cumpleaños?

Estoy muy contento por el hecho de mi inminente cumpleaños número treinta y dos.
También estoy muy contento porque Ricky Martín ya aceptó su homosexualidad.

Aunque yo no tengo nada contra los homosexuales, porque como dice mi mamá, cada quien hace de su culo un papalote y lo empina donde quiere; ¿Qué estaría pensando el buen Ricky? ¿Qué no lo sabíamos?, ¿Qué no se le notaba?
Pobre muchacho, nada más dio la noticia y se oyeron los grillitos cantando a lo lejos. Mientras el resto del mundo contemplábamos incrédulos, porque ya dábamos por hecho que a Don Ricky, los arrimones que se daba con los super biscochos que salen en sus videos, como que les faltaba, diría el Maestro Milanes: “Carne y deseo también”.

Pero yo no quería hablar de la sexualidad de Ricky Martín, a quien le deseo una vida plena y feliz, ahora que se dio cuenta que el closet sólo es para la ropa.

Yo estaba por compartir con ustedes, mis escasos (pero enjundiosos) lectores, el hecho de que el 10 de abril, ya está a la vuelta de la esquina, así que por favor preparen su cuota. Les recuerdo que este quien les escribe, es tan flexible con eso de los regalos, que los acepta un año antes y un año después.

Así las cosas, este año me dispongo a celebrarlo de manera importante, no como otros años que no tengo ganas de hacer nada. Este año me siento como el Emperador Tito y voy a tirar la casa por la ventana del Anfiteatro Flavio (Coliseo Romano para los nakos).

Como cada año, aprovecho para celebrarlo junto con la Crayola Pedagógica, quien cumple solo tres días después de mí. Así que para variar, como la remora que es, ya se pegó a mi “festejación”. No me importa. Puedo cobijar a ella y a otros más desamparados, porque como ya estipulé, será una celebración imperial, digna de todos los honores que su humilde servidor merece. Y también la Crayola.

Por lo tanto he anunciado a mi Emperatriz, el orden del día y la manera en la que deberá llevarse a cabo mi fiesta este año.
¿Ah… te quieres celebrar?, ¡Pues claro mujer!, Bueno es que no todos los años quieres. Pues este año si quiero. ¿Y como lo quieres celebrar? Pues fíjate mi amor, que se me ocurre hacerlo en algún bar, invitar a todos mis amigos del “faisbuk”, echarnos unos drinks, ponernos bien jarras y al día siguiente vomitar negro ¿Cómo ves “jani”? Yo no pienso vomitar negro. ¡Uy pues que aburrida! Lo que debes de hacer es mejor rentar una quinta. ¿Una quinta… esposa? ¡No seas baboso!... una Quinta, una casa de campo. ¿Y eso por que? Pues si… algún lugar que tenga alberca, llevamos unas mujeres oriundas de la sierra de Huautla, que echen unas tortillas recién hechecitas, un señor que cociné algún platillo exótico como una discada, te llevas tu traje de baño y tu llantita y nos metemos a nadar. Tengo una idea mejor: Llevar unas mujeres oriundas de la República Checa, un señor que nos sirva unas bebidas, que ellas lleven el traje de baño, se metan a nadar y yo las veo; tu te quedas en la casa y solo me llevo al Conejo y al Gordo Reformado. ¿Estás loco? ¡Tú empezaste mujer! ¿De donde caraxos sacaste la idea de tan autóctono festejo? Pues es que eso está mejor. Muy bien… entonces dime por favor: ¿Cómo te gustaría celebrar mi cumpleaños? No pues es tu cumpleaños. ¡Ah verdad!

Sin embargo eso no importó. Ya que decidí como sería la celebración. Mi Emperatriz puso manos a la obra para hacer la invitación a tan importante evento.
Me preguntó cual diseño me gustaba, escogí tres y de manera muy sospechosa, ninguna ganó.
Sigo sin entender para que me pregunta. Así que gran delegador como soy, ya le dejé esa tarea. Sólo espero que no vaya a querer poner de portada un cuadro de Diego Rivera.

Quiero aprovechar para darle las gracias a todos los que siguen este virginal blog, por sus palabras respecto a la triste partida de la Mandarina quien seguramente, se dará un tiempito para ir a mi fiesta. Será más que bienvenida.

Noticia de último minuto: A mis amigos los Vacunos que como ya se sabe, radican en la capital mundial de la cajeta; ya les llegó el rumor del tamaño de la fiestota y se aprestan a embestir esta Ciudad de las Montañas, para venir a celebrar conmigo este onomástico. Claro… también el de la Crayola.

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