viernes, 19 de noviembre de 2010

El Cantar de Cancún IV

Sobre como me sumergí en las aguas del Mar Caribe.

En nuestro capítulo anterior, nuestro héroe, o sea yo. Se disponía a sumergirse en las profundidades del Mar Caribe. He sido víctima del vituperio de la concurrencia por dejarlos en suspenso, así que ahí les va la segunda parte y ya por favor levántenme el castigo.

Nosotros los buzos, somos seres indomables y prácticos. Hacemos pipí directamente en el mar y limpiamos nuestro visor con saliva, o eso fue lo primero que aprendí en nuestro viaje marítimo hacia las coordenadas 33° norte 25° sur. Desde luego estoy bromeando, no tengo idea de la ubicación a la que fuimos; sólo se que era mar adentro, a donde sólo los más valientes llegan.
Ya estábamos todos los buzos con nuestros trajes espandex, perfectamente ajustados a nuestros cuerpos y tal vez algunos preguntarán ¿como me metí en ese traje? Con mucho trabajo -responderé. De pronto empecé a sentir la necesidad de ponerme el tanque de oxígeno. ¿Se han puesto alguna vez un trajecito de estos? Debo decir que oprimía toda mi humanidad y el aire comenzaba a escasear. No importa -me dije. La patria es primero.
Es que la verdad, dentro del grupo de siete buzos, sólo habíamos dos aztecas. Es menester recordar, que el resto del equipo estaba conformado por tres estadounidenses que traían una cruda espantosa, un ruso, una francesa, Jaime “el Buzo” y su servilleta. Los dos últimos, éramos los únicos mexicanos de este variopinto grupo. La verdad no me iba yo a poner a llorar que se me estaban asfixiando los gumaros, nada más porque tú la traes. ¿Dónde iba yo a dejar el nombre de México? Además, como íbamos a bucear en ese magnífico mar de de nuestro país, pues hasta me sentía el anfitrión.

Nos empezó a grabar nuestra videografa, mientras el resto de los buzos éramos equipados con el resto de nuestro equipo, que constaba de un imprescindible tanque de oxigeno, visor, manómetro, boquilla de oxigeno suplementario, aletas y plomadas. Para todo esto es importante mencionar, el increíble reto de maniobrar en una lancha en movimiento, para colocarse toda esta botarga. Tendrá que imaginarse el lector a cinco masiosares ora yendo pa’lla y ora yendo pa’ca, mientras entrechocan sus tanques de oxigeno junto con toda su humanidad, adecuadamente forrada en espandex y caminando como gato espinado por las incómodas aletas.
Cuando ya estuvimos listos y el capitán hubo detenido al “Hechicero” en el punto acordado para nuestra riesgosísima inmersión; tiraron la cuerda al agua y uno a uno fuimos brincando del borde de la embarcación. Yo fui el penúltimo, porque quería asegurarme de que todos estuvieran abajo. El último fue el ruso que para ese momento ya tenía toda mi confianza. Les juro a todos los aquí presentes, que intenté dar un brinco decente. No muy cortito para no embarrarme en el “Hechicero”, ni tan largo como para acabar en Cuba. Pero todo ese equipo con el que iba disfrazado la verdad es que solo me dejó dar un pasito ínfimo que a punto estuve de embarrarme en la popa.

Una vez en el agua, el equipo dejó de ser un problema y poco a poco comencé a sumergirme en las temibles profundidades, cuidando todos los puntos que Jaime “El Buzo” me había en enseñado horas antes.
Me sumergía un poco, despresurizaba mis oídos y revisaba mi visor. Me sumergía otro poco, despresurizaba mis oídos de nuevo y revisaba mi visor. Pocos minutos después estábamos todos en el fondo del mar a diez metros de profundidad y nuestro guía nos dio la señal de soltar la cuerda y seguirlo.

Al principio debo decir que me costó trabajo mantenerme en el fondo. Contra todo lo que yo pensaba, lo más complicado de este deporte es mantenerse en el fondo. Comencé a desesperar un poco porque nada más veía a mis compañeros hasta abajo y ahí iba yo para arriba de nuevo. Tenía que ingeniármelas para bajar y mis oídos reclamaban su parte. Uno de ellos incluso pensé que tronaría hasta que logré en una hábil maniobra despresurizarlo y salió tanto aire de ahí que unos pescaditos se asustaron y se fueron nadando. A partir de eso todo fue miel sobre hojuelas y debo informar que me mantuve al paso de nuestro guía, mientras el resto de mis compañeros luchaban contra su flotabilidad y salían cada cierto tiempo como delfines a tomar agua.
Yo no. Yo pertenezco a las aguas y no saldría hasta que se acabara el maldito tanque. Desde luego nuestra experimentada videografa se dio cuenta de que yo tenía habilidades muy superiores y no paró de grabarme con su cámara sumergible. Yo creo que se quedó enamorada de mí.

Es muy difícil narrar todas las cosas que vi y todo lo que experimenté. Lo primero que vino a mi mente fue 20,000 leguas de viaje submarino de Julio Verne. Recordé durante mi travesía al Capitán Nemo y a toda la tripulación del “Nautilus”. Mientras nadaba apaciblemente y tocaba con mis manos la arena del fondo, donde viven pequeños peces y otros animales, tan tranquilos y tan ajenos de nuestra existencia, que la verdad dan envidia de que ellos no se preocupan por pagar una hipoteca, los servicios o ir a una junta.
Ahí vimos bancos inmensos de peces amarillos, vimos estrellas de mar de colores increíbles. Nos paseamos entre los arrecifes de coral, que no hacen más que maravillar con todas sus formas y todos sus colores. Son tan perfectos y tan precisos, que parecen estar acomodados por el mejor paisajista, no hay ninguna falla o imprecisión en ellos. Paseamos entre un pequeño bosquecillo de plantas pequeñas que tenían forma de copas de vino. Me metí debajo de una piedra para saludar a una familia de langostas; papá, mamá e hijo y me cautivó lo que transmiten esos animales solo con sus movimientos y sus ojos. Creo que nunca volveré a comer langosta, para la tristeza de mis amigos de “The Red Lobster”.
A pocos metros me salió de pronto una mantarraya que, sin conocer las medidas oficiales de este horrendo animal, a mi me pareció gigante. Tal vez mucha gente se hubiera asustado, pero yo no. Mi amplia experiencia marítima me dijo que si no le hacía caso no me haría nada.
Vimos también unos gusanos que viven en unos elaborados corales llamados “Árboles de Navidad”. Estos en particular me fascinaron.
También fuimos testigos de una tortuga pastando en el fondo del mar y haciendo todo el recorrido hacia fuera para tomar aire.

Quisiera haberlos llevado a todos a este viaje a las profundidades, donde la última media hora debo decir que me destaqué como el mejor buzo del contingente y por tanto debo informarles que las armas nacionales se han cubierto de gloria.
Ahí terminó nuestro recorrido y así salimos de nuevo a la superficie. Inflamos nuestros chalecos para quedarnos flotando y justo cuando estaba considerando quedarme a vivir ahí en medio de la nada, nos alcanzó el desvencijado “Hechicero” para dejarnos casi en la playa de Cancún, donde hubo que nadar hasta la orilla con todo y nuestro equipo.Así regresé con la dicha de haber conocido un mundo totalmente diferente, pero también con la tristeza de tener que extrañarlo hasta que vuelva a vivir esta experiencia en las aguas del maravilloso Mar Caribe, donde yo, ya he buceado.

viernes, 12 de noviembre de 2010

El Cantar de Cancún III

Sobre cómo su seguro servidor, es en realidad un sireno que habita entre ustedes los mortales.

Cuando era un bebe, dicen que mi mamá me cantaba la canción que hizo famoso a Rigo Tovar. La legendaria pieza: “El Sirenito”.
Esta inteligente y profunda canción (?), hablaba sobre un tipo que mientras buceaba por el fondo del océano, se encontró (y enamoró) a una bellísima sirena. Pidió su mano, yo me imagino que al papa de la sirena que ha de haber sido un pescadote, y se casaron en las playas de Caleta. No imagino a nadie contrayendo nupcias en un lugar más horrible; pero recuerden que hablamos de Rigo Tovar y por tanto rey indiscutible de todos los nacos. Dios lo tenga en su santa gloria.
La razón por la que la autora de mis días, decidió, que esta era la canción apropiada de quien esto escribe cuando era bebe, siempre me había sido totalmente desconocida. Sin embargo debo aclararte que efectivamente, soy un sirenito.

Mi mamá nunca supo nadar y por lo tanto, decidió que yo pasara de lactantes dos, a nadador olímpico de inmediato. Al año y medio de vida, fue cuando acudí a mi primera clase de natación y desde entonces, nado y amo profundamente el agua, el mar y todo lo que de ellos emane. Siempre he pensado que soy un ser, forjado en las profundidades y nacido de una concha de mar, aunque no con el mismo garbo de la Venus de Boticelli. Siempre me he preguntado por que la mencionada Venus, no trae arena en las patas, agua en los oídos y no la está revolcando una ola. Imagino que es una de las ventajas de ser un dios.
Cuando ahora en nuestra temporal estadía en Cancún, tuve la oportunidad de bucear por primera vez, me pareció que era una experiencia que no debería perderme. Así que después de una “lección gratis” en la alberca de nuestra prisión de cinco estrellas, decidí que era momento de volver a las profundidades de las que años atrás, sin duda alguna salí y recorrer ese mundo sin igual, que el mar esconde para los pocos aventurados que decidimos descender y para los escasos televidentes del Discovery Channel.

Mi pareja, alias Penélope, comenzó a actuar como si yo fuera Ulises embarcándose a Ítaca desde de que le comuniqué mi decisión. Inmediatamente se le espantó la leche y se le enchinó aún más, su ya de por si encrespado cabello.
Sin embargo, he de reconocer que me apoyó y respetó la decisión de hacerme a la mar, con otro grupo de bastante crudos estadounidenses y un ruso. Siempre es importante en estas peligrosas misiones llevar un ruso, recuerden bien eso mis queridos educandos; son personas sumamente disciplinadas, tecnológicamente avanzadas y siempre benefician la empresa. Además la mayoría de las veces traen vodka.
Respecto a mis otros compañeros, debo decir que el resto del camino, serán un lastre para nosotros los avezados marineros y buzos. Ya que como mencioné, un día antes se habían puesto hasta las chanclas y seguro eso de la buceada, nada más no se les iba a dar.

Encabezando nuestra expedición iba el paciente Jaime “El Buzo” y nuestra alegre y apasionada videografa. Ambos nacidos también en el fondo del mar y tostados por el sol de Cancún. El mexicano. Ella francesa.
Tomamos la clase de rigor, que nos permitiría sumergirnos en el reino de Poseidón. Nos pusieron los trajes spandex, con los que nos parecíamos a los “Hombres X”, nos equiparon; desde luego pagamos, porque nada en esta vida es gratis y ya estábamos listos. El que no estaba listo era el barco y el capitán, que pienso se habían quedado dormidos por ahí en un arrecife. Por fin despertaron al capitán, pero resultó que nosotros teníamos que ir para allá; y si tienes que ir a un barco que está en medio del mar, lo mejor es hacerlo con estilo. Así que abordamos varios jetskis y hacia allá fuimos.

A mi me tocó llevarme a la videografa y ahí comenzamos nuestro romance, ante la reprobatoria mirada de mi compungida Penélope. Llegamos hasta nuestro barco, llamado “Hechicero” y debo aclarar, que aunque el nombre se oiga sugerente y místico, no hay tal. Es una lanchita bastante piligüija, que sirve solo para llevar y traer buzos. Cuando llegamos hasta ella, comenzó la ardua preparación para tener una inmersión exitosa; pero esa luego se las cuento.

sábado, 6 de noviembre de 2010

El Cantar de Cancún II


Sobre cómo los hoteles “Todo Incluido”, te hacen parecer que no estás de vacaciones.

Cuando llegamos a la que sería nuestra casa los siguientes seis días con cinco noches, nos recibió otro masiosare para echarnos el segundo sermón del día, que se llamó: Carta a los peregrinos, del libro de los hoteleros versículo IV.
Me sentí como cuando llegan los presos a la cárcel o a un infernal campo de concentración.
El masiosare recita: En este hotel es necesario usar este brazalete. ¡Ni maiz!… ¡así les dijeron a los judíos y mira como les fue! Pues si no se lo pone, no tendrá derecho a las maravillas de nuestro hotel. ¿Cómo cuales? Las comidas. La comida es un derecho y no se le niega a nadie y menos a los que comemos tan bien como yo. Pues si no se lo pone, no come y no bebe. Me lo pongo entonces -Hay que reconocer que el tipo era persuasivo. ¿Y si quiero pasear en Jetski? Eso cuesta. ¿No que era todo incluido? Si pero eso no. Entonces deberían llamarse Hoteles Todo Incluido, menos Jetskis. Ya déme mi habitación. –Pido enojado. Ahorita no tenemos. ¿Cómo que no tienen habitaciones? Es que se entregan a la una. Falta un cuarto. En un cuarto tendrá su cuarto. ¡Ay no me joda por favor! Veré que puedo hacer para darle algo. Por favor que sea con vista al mar y de fumar. No tenemos. ¿Con vista al mar o de fumar? De las dos. ¿Cómo que no tienen? En todo este hotel no se puede fumar y las habitaciones con vista al mar, tengo que revisar algunas cosas, mover algunas influencias, jalar algunas palancas, mandar unos correos y ya veremos. Se fue y regreso. Con la novedad de que si tenemos con vista al mar. ¡Vaya! Pero ni se le ocurra fumar ahí. No lo haré. Ni en el balcón. ¿Cómo que no en el balcón? Le podría molestar a los vecinos. Si les molesta que le llamen y me lo deja saber. De acuerdo.

Por fin nos dieron nuestro cuarto y varias horas después nos trajeron el equipaje, mismo que no nos habían dejado subir, porque ellos lo harían rapidísimo. Una nota a pie de página, los hoteles “Todo Incluido”, tampoco incluyen la velocidad.
Yo creo que la Generala y el de la pluma, ya somos tan famosos en el mundo (y en Cancún), que todos tienen el propósito de conocernos. Supongo también que seguramente no les caemos muy bien, porqué hemos sido víctimas de las más viles groserías. Desde que la regadera no funcionara bien, que la mesa donde escribo sea una bailarina de flamenco y que ni siquiera nos hayan puesto una colcha en nuestra cama. Después de varios quejidos y mugidos, vinieron arreglaron todo y se fueron.

El estúpido sistema de este hotel no ha entendido que yo vengo de vacaciones. Si quieres ir a cenar a uno de sus restaurantes, hay que reservar. Si te apetece usar el sauna y el jacuzzi, hay que reservar. Si quieres ir a un show, también hay que reservar.
Querido lector, déjame explicarte mi enojo. Reservar significa planear. Planear en vacaciones está bien pienso yo, cuando uno va a Europa o al Círculo Ártico; pero si uno viene a la playa no quiere hacer eso. En mi rutina habitual siempre estoy planeando. Los pagos de la casa, tal o cual proyecto, cena con la familia y amigos, juntas, citas y un largo, larguísimo etcétera. Cuando vengo a un lugar como Cancún, lo que menos quiero es que me estén correteando, planificando y teniendo citas y compromisos. El precio es que te quedas como ostra sin ir a cenar a un lugar bonito o de hacer alguna actividad relajante, que como se tiene que planear y estar a tiempo, pierde lo relajante.

Otra cosa de los hoteles “Todo incluido”, es que ni remotamente incluyen el servicio. Todo lo tienes que hacer tu mismo. Vas y te sirves de comer y si quieres algo de tomar y vas por el. Si necesitas un cubierto se lo pides al mesero y te dice: Están allá joven, párese por favor, ¿no ve que estoy trabajando? Si necesitas una toalla vas por ella y no te ponen a lavar tu plato por que ya sería mucho.

Sin embargo ya aquí estamos y estamos bien. Cancún es precioso y el mar que lo baña no tiene igual. El suave sonido de las olas del mar y la brisa tropical, me hacen sentir vivo y recordar cosas que ni siquiera sabía que sabía.
Ya la Generala y su servilleta asolean sus carnes tranquilamente en esta playa. O al menos lo hago yo; ella mienta madres de que viene con traje de baño completo por que según ella está gorda y al resto de orcas marinas que ahí se asolean, les vale un comino y usan bikini. Unas, solo monokini. Cosas de mujeres.

Por lo pronto me voy a asolear, pero en la siguiente entrega, te voy a platicar sobre como de la noche a la mañana, me volví un experimentado buzo, además de la incomparable experiencia de sumergirme en las profundidades y contemplar las maravillas escondidas de este Caribe Mexicano, donde me enfrenté a terribles criaturas marinas.

sábado, 30 de octubre de 2010

El Cantar de Cancún I

Sobre como la Generala y su lanchero, llegaron a Cancún en sus vacaciones.

Aquí te enterarás querido lector, sobre nuestro ansiado periplo a la península de Yucatán y más específicamente a esa turística ciudad, mundialmente conocida como Cancún.

Nos levantamos a la inoportuna hora de las cinco cuarenta y cinco de la mañana. Mi esposita, como buena mujer mexicana, lo primero que hizo fue ponerse a limpiar la casa. Mujer… ¿Para qué te pones a limpiar a esta hora? – La confronté. Pues porque la casa va a estar sola varios días y no quiero que se acumule el polvo. Además, como viene tu cuñada a hacer de nana para Joey, quiero que por lo menos esté presentable. Bañarte es lo que deberías de hacer, en lugar de estar limpiando la casa.- le dije. Como normalmente ocurre, no hizo caso. Rápidamente terminó y se baño ella, me bañe yo y estábamos listos en punto de las siete de la mañana para marchar hacia el sureste de México.
No contábamos con la irresponsabilidad y valemadrismo, de la compañía Contaxi; quien esta vez no hizo honor a su nombre y más bien nos dejó “Sintaxi”. ¡Ojalá que ardan por siempre en las llamas del infierno!
Así tan tranquilos, nunca llegaron. ¡Oh pérfidos bellacos! ¡Malditos falaces fútiles! (si alguien sabe que quiere decir esto luego me dice). Corrí y corrí, crucé el umbral de la puerta de nuestro bienamado hogar. Después crucé la calle y luego mi parque, hasta que llegué a la avenida, que esa ya no la crucé. Paré el primer taxi que pasó y regresamos galopando a la casa a por mi doncella en peligro y las maletas. Una vez todos juntos en el taxi, sentéme yo a un lado del anciano auriga y ordené a toda voz: ¡Al Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo, a toda velocidad!
Así empezó la acalorada corretinga por las calles de nuestra ciudad. El señor del taxi, bajo la promesa de una generosa propina, se tomó muy en serio la misión de depositarnos en el aeropuerto en sólo quince minutos. Todo iba muy bien hasta que nos paró un policía federal.
Se bajó el taxista y me bajé yo. El policía lo saludó a él y a mí me dijo: Métase al carro por favor, ahorita se va. Iba yo a explicarle al señor que todo era mi culpa, cuando me apuntó con un dedo y reiteró: ¡Que se meta al carro! Me di cuenta que su compañero iba fuertemente armado y obedecí. Tampoco es cosa de andarse poniendo con Sansón a las patadas. Mientras mi atormentada esposa, defensora de los desvalidos me recriminaba que todo esto era mi culpa y que si al pobre señor lo multaban yo iba a tener que pagar. No pasó eso y nos dejaron ir; por supuesto hubo que darle al chofer, su buena propinota por el disgusto.

Por fin volábamos gustosos sobre el Golfo de México en nuestro avión (o más bien de Magnicharter), que dos horas después nos depósito suavemente en el aeropuerto Internacional de Cancún. Cuando llegamos y aún estando en el avión, el eficiente personal de Magnicharter nos dijo: Cuando bajemos, se van derechito por su maleta, de ahí les decimos a donde está su transporte y se van. NO… repito… NO se vayan a parar con la gente del servicio de información del aeropuerto. Nosotros estábamos en la baba platicando y escuchamos esto de pasadita. Cuando ya bajamos y caminábamos a un lado del módulo de información, nos toma una muchacha del brazo, Pasen por acá por favor, ¿Por donde? Por acá. A muchas gracias. Nos lleva con otra de una potente sonrisa: ¡Hola! Hola contesto yo. La primera dama (o sea mi esposa) enmudece. ¿De donde vienen? De Monterrey. Ah… yo soy de Monterrey. Mira tu que coincidencia -le digo. Y pa’ luego es tarde, saca un mapita y nos empieza a echar toda su perorata en la que nos ofrecía todas las bondades de Cancún a precios de locura.
Aquella y yo nos volteamos a ver, le dimos las gracias y ante una fingida sonrisa de la chica nos largamos de ahí recriminándonos mutuamente.
¿De que te sirve haber viajado por el mundo si venimos a caer en las garras de la primera masiosare que topamos en Cancún? De sobra está decir, que fuimos los únicos que caímos y que el resto del contingente regiomontano, si hizo caso a las instrucciones y ya estaban muy paraditos esperando su equipaje en la banda.

Nos treparon a un camioncito como de escuela que nos fue dejando en nuestros respectivos hoteles. Ahí empezaron todas las instrucciones.
Durante la media hora de camino del aeropuerto, al hotel; otra masiosare, pero esta con micrófono, nos echó toda una letanía de lo que tenemos que hacer y como lo tenemos que hacer. La transportación, el hotel, las atracciones, las reservaciones, no masticar con la boca llena, ponerse chanclas al salir de la alberca, tengan cuidado en el mar y otras cosas igualmente sin importancia.

La única de las atracciones que me llamó la atención, fue la de un barco pirata donde secuestran a tu esposa. Yo levanté la mano rápidamente para ver donde había que anotarse, ante la inquisitiva mirada de General de Brigadier que me echó la del mismo rango. ¡Oh decepción! Resultó que esto es sólo un montaje y en realidad uno tenía que hacer todo el numerito con los piratas e ir a rescatarla, para que te la devolvieran como en una hora. ¡Así que chiste!
Pregunté cual era la tarifa para que no te la devolvieran y se quedara a vivir con Barbaneja, pero no me la quisieron dar.

Esta historia habrá de continuar y si me acompañas, te platicaré las maldades (para no decir bondades) de los hoteles “todo incluido”.

domingo, 24 de octubre de 2010

Prólogo Vacacional

Un hombre está parado frente a un estante del supermercado. Lo que intenta el muy bien parecido caballero, es comprar un bronceador y un bloqueador solar. Tarea difícil en estos tiempos, en los que el abismado consumismo, nos ofrece muchísimas opciones sobre un mismo producto. ¿Qué fue de aquellos años en los que solo existía el Coppertone del diez y el aceite de coco que vendían en la playa, con el que uno quedaba como pollo rostizado después de media hora en el sol? – Piensa nuestro amigo.
El mencionado caballero queda pasmado ante la idea de que los bronceadores prácticamente ya no existen y ahora han quedado completamente sustituidos por los bloqueadores solares. No tiene sentido ir a la playa si uno no se quema un poquito – Piensa otra vez él. Nuestro amigo, famoso por el bonito color “tostao” que agarra cada vez que visita la playa, se rehúsa a la idea de que los bronceadores estén extintos.
Hasta abajo del estante, muy lejos y apartados de sus primos incómodos, se encuentran tres ínfimas botellitas de “Hawaian Tropic” que si son lo que busca nuestro hombre.
Las toma y lee con cuidado las especificaciones. Una de ellas está defectuosa y escurre un poco de su contenido en la palma de su mano. De inmediato el fuerte y agradable aroma del coco, le trae muy reconfortantes recuerdos de su paso por la playa. De su paso por todas las playas con cuya arena se ha llenado los pies. Aunque decide dejar esa botellita por la paz, debido a que está defectuosa, lleva otra igual en su carrito del supermercado.
Para los bloqueadores no hay problema; puesto que el mundo ha decidido ahora mudarse del dorado tostado que te dan los bronceadores, a conservar el pálido color de la oficina, que es más feo que una axila de una lagartija, que te dan los bloqueadores. No tiene problema en encontrar uno y llevarlo.

Este atribulado caballero es el de la pluma (o el de la laptop sería más apropiado decir) y así comienza nuestro viaje hacia la península de Yucatán, donde, la Generala y vuestro querido Capitán, pasaremos seis días en las playas de Cancún.

Pero antes de abordarnos en la aventura de lo desconocido y explorar las exóticas y místicas aguas del Caribe Mexicano; hay una labor más ardua que cumplir: Comprarle un acondicionador a mi consorte.

Tomo el teléfono y le marco. Hay como setecientos diferentes ¿de cual te llevo? Del que sea. ¿Del que sea? No me siento cómodo con esa decisión; estoy seguro que el que compre será el que no debía. Tráeme de la marca “X” (tampoco se trata de hacer publicad gratis a los shampoos en este virginal blog). Muy bien, de ese hay para Liso definido, Rizo Sensual, Quebrado parejo, Brillo espectacular y Opaco misterioso. Para cabello grasoso, para cabello seco, para cabello rebelde, para cabello escaso y para cabello pintado. Pintado de rubio, pintado obscuro, pintado pelirrojo, pintado de cenizo y jaspeado. Hay también para reavivar el frizz (desde luego yo ignoro que carajos es el frizz) y para matar al fritz también. Busca uno para Rizos definidos. Es del único que no hay. Tráeme el que sea y ya me voy por que me estoy bañando. ¡Me lleva!...
Reporto que el que compré, fue del total agrado de mi esposa y todo bien.

Ya empacamos los trajes de baño. Mi compañera se niega a usar bikini (Mujeres), yo le digo que se ve muy bien pero ella no me hace caso. Ya llevamos las chanclas y los extintos bronceadores. Ya tenemos nuestros boletos de avión y lo necesario para el hotel. La cámara ya tiene la pila llena y el Joey ya tiene nana, que será ni más ni menos que mi querida cuñada “La Coronela”. Estoy listo para pasar unas tranquilas vacaciones, donde no pienso hacer nada que no sea, meterme a la alberca, nadar en el mar, tomarme unos buenos mojitos, leer mucho, escribir mucho, apagar el celular, clausurar la televisión, comer bien, volverme a meter a la alberca (dos horas después por lo menos), asolearme, comprar alguna chuchería, visitar alguna zona arqueológica maya de esas que abundan por allá, tal vez algún recorrido turístico y volver a empezar.
¿Me acompañan? No los puedo llevar a todos, pero prometo llevarlos a través de mis pensamientos materializados en palabras para este mosqueado blog.
Nos vamos a divertir; agarren su toalla y bronceador y vengan con la Generala y conmigo a este hermoso recorrido repleto de cavilación y autocontemplación.
No nos tardamos.

domingo, 17 de octubre de 2010

De Paseo

Voy volando de regreso a mi casita, después de dos largos días en mi otra casa que es la siempre hospitalaria ciudad de Celaya.
Creo que no te lo he dicho nunca querido lector, pero debes saber que yo viví en esta urbe del estado de Guanajuato. ¿Por qué? Eso no tiene la menor importancia.
Sirva decir que conozco esta ciudad como la palma de mi mano y que cuando llego a ella, a pesar de que esté bastante alejada de la mano de Dios, siento que llego a mi segunda casa.
Tal vez algún celayense de esos muy dignos que me pueda leer, pensara refrescármela en varias ocasiones por lo que acabo de decir de su ciudad; sin embargo, se que muy dentro de su corazón, sabrá que tengo razón.
Celaya ha sido una ciudad célebre por su historia, sus batallas y los héroes que por ahí pasaron. Tan celebre ha sido que a veces pareciera que han decidido mantenerla en las mismas condiciones.
Pero eso no es lo importante, ya que como dirían las grandes empresas: Lo más importante es su gente. Me puedo jactar que en mi paso por esta ciudad, he tenido el privilegio de cosechar grandes amigos y dejar que ellos me cosecharan a mí también.
Por eso, siempre será para mi un gusto llegar a esta “Puerta del Bajío”.
¡Pero nunca levantándome a las cuatro de la mañana!

Las cuatro de la mañana es una hora tan fastidiosa y molesta, que debería de quedar anulada de todos los relojes. Se me ocurre que directamente de las tres a las cinco de la mañana, fuese decretado un tiempo de penumbra, que por su fatalidad, ni siquiera debería de nombrarse.
Pues a esa infausta hora, este querido bohemio, se paró y por motivos que sólo puedo atribuírselos a las artes obscuras, logré introducir mi bien formado y trabajado cuerpo a la regadera. Ni siquiera la tibia agua que caía en esa muy fresca mañana de octubre, me alegró lo suficiente, para hacerme a la idea de partir en mi viaje de trabajo.
A todo esto habría que agregar el martirio de hacer esto en lunes por la mañana. ¡No es de Dios!
Pues así en calidad de zombie envidiado hasta por el mismísimo George E. Romero, abordé el taxi y llegué a la bonita y nueva de paquete, terminal B del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Monterrey. ¡Oye que bonita terminal! De verdad que no tenemos nada que pedirle a ninguna otra del mundo. Así subí las escaleras, pasé unas salas muy hermosas, llenas de gente más hermosa aún, que esperaban con cara de tlacoyo su avión. Entonces empecé a notar que mi sala estaba más lejos y más lejos. Terminó el pasillo y me bajaron por unas escaleras eléctricas a unas salas no tan bonitas, llena de gente menos bonita que la de arriba, de donde supongo salen los vuelos a los destinos no tan bonitos, como es el ya comentado caso de Celaya.
Eso si… la gente en punto de las seis de la mañana también con su cara de tlacoyo igual que los de arriba.

Después de que nos introdujeron por un lugar horrible que me recordó a Auschwitz, nos treparon en el minúsculo avión de Aeroméxico Connect, en el cual un azteca promedio va muy cómodo, pero yo con mi nórdico metro ochenta, tengo que ladear la cabeza para no darme un mulazo contra el techo. Los asientos para mi son un martirio chino, quedo tan empotradito en ellos, que juro que no es necesario el cinturón de seguridad. Ni el más violento de los accidentes aéreos, sería capaz de sacarme de ahí.

Con estos contratiempos y mucho… mucho sueño, la emprendí hacia el aeropuerto de Querétaro. Lo único que me sacó de mis profundas meditaciones a ojos cerrados, fue el golpe del tren de aterrizaje con el concreto de la pista.

Mis cosas de trabajo en Celaya salieron muy bien. La cena en el Caserío me salió mejor. Al día siguiente nos llevaron al pueblo más hermoso de México que no es otro que San Miguel de Allende. O en tiempos de Allende… San Miguel el Grande. Allá fuimos.

A San Miguel de Allende se llega de Celaya, por una carreterita que por esas cosas del destino, la están remodelando. Yo pensé que el trayecto iba a estar horrible, pero estuvo espantoso. Creo que ni cuando el cura Hidalgo transitó la zona con todas sus hordas de insurgentes, la pasaron tan mal como nosotros en ese tramo. Ni siquiera la extraordinaria cena, ni la inigualable compañía, pudieron alejar de mi mente el regreso a Celaya por ese inenarrable paso de la muerte.

Al día siguiente nos llevaron a la exposición Bicentenario que está muy cerca de Guanajuato. En Silao para ser exactos. Me cuentan que esta exposición se abrió por el tan mencionado tema del centenario y el bicentenario. La verdad es que tanto la museografía, como lo que tienen en exposición es muy interesante. Lo que es ofensivo, son los imbéciles que han puesto ahí para dar los recorridos a la gente.
Habrá que ser muy franco en lo siguiente: Ya tenemos suficiente los mexicanos con no conocer la magnífica y riquísima historia de nuestro país, como para que estos borricos vengan a empeorar todo con sus inútiles explicaciones sobre como se desarrollaron los eventos que condujeron a la formación de este país.
Gracias a la explicación de estos badulaques, ahora pienso que el grito de independencia, lo dio en realidad, un mamut bebe que guardan ahí.

Ya ubicado en mi avión, me toca al lado de una mujer de mi edad muy guapa. Digo Buenas tardes educado como soy, me mira de arriba abajo y se voltea. No la culpo. Seguro con lo guapa que está, todo mundo se le lanza en los aviones. Lo que desconoce la diva de Silao, es que yo no me le estaba lanzando. Solo la saludé porque soy educado y guapachoso.

Saco mi computadora para empezar a escribir esta noble aportación a la literatura novohispana y a los pocos minutos, la chica empieza a roncar como trailer en subida. En eso debo reconocer que si es de mi tipo. Minutos más tarde la mujer está casi recargada en quien esto escribe y llenándome de baba la manga de la camisa.
Cosas del destino.

jueves, 7 de octubre de 2010

Espermatozoides a la Escuela

No puedo callar más. El mundo tiene que saber las que he pasado junto con la Generala en esta decidida cruzada de podernos embarazar.
Como te comenté en el pasado querido lector; mi amada consorte y tu querido y seguro servidor, han reactivado la azarosa cruzada de la fecundidad. Es importante mencionar que dentro de todo este periplo de hormonas y folículos; hay una parte que ha quedado fuera de foco una vez que llega la terrible noticia.
Como ahora no ha sido el caso, he de contarte caro lector, el arduo proceso de la inseminación artificial. Así que como diría mi abuelo Pancho Pistolas: ¡Va de cuento!

Todo empieza cuando a la Generala la empiezan a monitorear para saber como se han desarrollado sus folículos. Déjame instruirte caro lector, que esta palabra no corresponde necesariamente a lo que tenemos en el cuero cabelludo (o eso era lo que yo pensaba), los folículos también es donde se desarrollan los óvulos femeninos o algo así.
El caso es que la Doctora de la Generala a quien llamaremos La Gladiola, minuciosamente estudia el desarrollo de los mencionados folículos. Revisa su tamaño su forma y otras cosas que la verdad no entiendo y creo que tú tampoco lo harás. En determinado momento ella apuesta (así como en el hipódromo) por alguno de los folículos en desarrollo y le prescribe a mi esposita diversos tipos de hormonas para crecer esto o limpiar aquello.
Esta última ocasión y sin agua va, la Gladiola me ordenó que al día siguiente debería tomar mi muestra de semen (no ella, yo solito cabe aclarar), para insertarlo en La Generala “ipso facto”. Porque resulta que los multinombrados folículos, tienen el mismo temperamento errático que su dueña y decidieron romper antes de lo previsto.
La sensación que tuve en ese momento, fue la que me imagino tuvo Ernesto Zedillo cuando mataron al pobre de Luís Donaldo Colosio y así sin agua va, le dijeron: ¿Qué crees Doc? Vas a ser Presidente.

A pesar de lo que hice lo que estuvo en mis manos para disuadir a la floral galena, no lo logré y como ya se sabe que no me arredro ante las sorpresas, actué como los merititos machos… y allá fuí.

Lo que has visto en los programas de la televisión o en el cine acerca de este momento en el que los hombres tenemos que hacer algo que, para que echar mentiras… bien que nos gusta, pero no en un ambiente tan controlado; no es tal, es peor.
La salita que me tocó, se parece mucho a los cuartos donde la CIA tortura a los espías más temidos. Allá tuve que ir para recolectar la muestra… mi muestra, para llevar a mis “muchachos”, a una capacitación espermática.
Ellos no necesitan una capacitación de ese tipo; ¡ya son espermatozoides! Dentro de unos años, tal vez sean espermatosaurios, pero ahora es lo equivalente a que alguien tome un curso sobre como ser humano. ¡Tómala!

Lo que mis valientes guerreros necesitan es una capacitación ovulística. Adiestrarlos en el noble arte de seducir al hostil huevecillo. Normas de propiedad, el Manual de Carreño, decir buenos días, buenas tardes, buenas noches. ¿Me permite pasar y fecundarla?, llevar serenata, enseñarles algunas de esas canciones que derriten a las féminas como “Gema” y “Tres Regalos”, para que entonces si… puedan formar el preciado cigoto en comunión para engendrar la vida. ¿No sería mejor cambiar el programa de estudios de los espermatozoides señorita?
No señor. La capacitación espermática consiste en seleccionar a los mejores en su tipo. ¿Entonces es algo así como un “American Next Top Model” pero con espermatozoides?
Pues algo así. Mire, por ejemplo usted nos dio 28 millones de células. Pues son muchísimos. Si pero de esos sólo el 20% son normales. Pues cinco millones siguen siendo muchos. Sí, pero de ahí seleccionamos a los más rápidos y vigorosos. Entonces más bien es como las Olimpiadas de Beijing. Pues si. Esos espermatozoides olímpicos los bañamos, los peinamos, les metemos tres Red Bull y son los que insertamos a su esposa. ¡Que tecnología!
Debo decir que me siento sumamente orgulloso del número. Antes de que me operaran (de eso luego les platico), el conteo era sólo de trecientos. Me imagino a estos espartanos peleando la batalla de las Termópilas sobrados en valor, pero muy inferiores en número y sin un Leónidas que los dirigiera.

Ya que mis guerreros están bien capacitados; me dan mi probeta con la cual tengo que correr y bajar tres pisos, caminar a otro edificio, bajar un piso más, entrar al consultorio de la Gladiola y entregarle la estafeta como en carrera de relevos, para que pueda proceder la inseminación en la Generala, quien ya se encuentra en una camilla con las medidas reglamentarias para tal efecto y esperar a que estos millones de recién perfumados espermatozoides, corran tan rápido como yo, hacia la inmortalidad.

Quiera Dios.

sábado, 2 de octubre de 2010

La Comida de la Crayola

El próximo sábado hay comida en mi casa con mis suegros, mis cuñados y los fabulosos Gemelos Fantásticos. Así fue la invitación cortesía de mi hermanita la Crayola Roja, a congregarnos en su casa para el día de hoy.
A mi me dio mucho gusto, ya que la familia política de mi hermana y familia “no política” del Pelón, es de todos mis quereres.
A los Gemelos Fantásticos los vimos unos días después de su nacimiento y no los volvimos a ver. Por lo tanto la reunión se me hizo harto oportuna porque de lo contrario la siguiente vez que nos encontremos será en su graduación de la universidad.

Así nos preparamos para la reunión que debía ocurrir el día de hoy y se manejaron algunas opciones de banquetes para la ocasión. Hasta el miércoles de esta semana, acordamos que el “Piatti Forte” (así decimos los italianos) serían unas deliciosas Carnitas estilo Michoacán, que por cierto nada tienen que ver con Italia. Elaboradas por las insuplantables manos de mi papá.

La tajante Crayola decidió después que las Carnitas no eran adecuadas. En tan esperada reunión con la familia política ¿Cómo era posible que diéramos carnitas estilo Michoacán? Seguramente a todos los asistentes se nos iba a disparar el acido úrico y nos darían fuertes estertores de colesterol, matando instantáneamente a los asistentes y dejando a los Gemelos Fantásticos en una desamparada orfandad, hasta que alguien se apiadara de ellos. Hay que reconocer que el argumento era dramático como indebatible.

Así que mi dorada y ahora espigada hermana, después de un gran trabajo de sesuda reflexión, decidió que el menú debería sustituirse por una saludable carne asada. La cual también se encargaría de matar a los asistentes pero un poco más lentamente. Dándoles tiempo a los Gemelos Fantásticos de aprender un oficio y desarrollarse plenamente antes de quedarse sin familia, para evitar pasar a formar parte, de la inmensa fila de niños en el DIF Capullos.
¡Gloria a Dios en las alturas por la sagacidad de la Crayola!

Después todo se fue al cuerno y la familia del Pelón, tuvo que cancelar su asistencia por una triste noticia más allá de su control.
Pero como ya estábamos vestidos y alborotados me habló mi hermanita por teléfono:

Hola. Hola ¿Cómo estás? Muy bien. ¿Oye siempre que onda? ¿Qué onda con que carnala? Pues con la cena de hoy. ¿Que no era comida? Pues no, ya no es comida, ahora es cena. Bueno pues supongo que cenaremos ¿no? Si, ¿pero que vamos a cenar? ¿Cómo que que vamos a cenar Crayolita? ¿No habías impuesto tu el exótico menú de una carne asada? Es que ya decidí que mejor no. ¿Y eso porque hija de la vida? Pues porque eso vamos a comer la próxima semana cuando ahora si nos reunamos con la familia del Pelón. Somos regiomontanos primor, podemos comer carne asada todos los días de nuestra vida y privarnos del resto de los alimentos. Pues yo no voy a comprar carne este fin de semana y el próximo. Me parece una actitud muy fea de tu parte. ¿Qué te parecen mejor unas hamburguesas al carbón? ¿Qué te parecen mejor unas carnitas estilo Michoacán? No seas payaso… ¿Quieres hamburguesas al carbón o no?
A punto estuve de responder que la verdad no se me antojaban sus pinches hamburguesas, pero creo que con la edad me he vuelto más precavido y conciliador.
Unas hamburguesas al carbón están muy bien. – Respondí. ¡Que bueno! ¡Que dicha! Nos vemos a las seis. ¿Cómo que a las seis? ¿Qué no era cena? Si pero dijimos que a las seis. ¿Quiénes dijimos? Le comenté a tu mujer que nos veíamos a las seis. Volteé a ver a la Generala que me respondió con una mirada de “no tengo idea de nada” y le respondí: ¿Llegamos a las ocho? ¿Porque a las ocho? ¡Ay de mí!
Llego a la hora que quieras hermanita, comeré lo que me des y me regresaré a mi mansión tan tranquilito como siempre. Entonces acá nos vemos y trae botana. Invita a los Conejos, los Vacunos y al Gordo Reformado. Heil Hitler!

A veces me pregunto porque mis papás mejor no me compraron un perro en lugar de tener la genial idea de hacerme pagar mis males con esa hija de la SS.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El Regalo de la Generala

Fue cumpleaños de mí adorada Generala y aunque todo México en un hecho inédito, se encontraba con una cruda monumental, nos dispusimos a continuar los festejos del bicentenario, ahora para celebrar a mi consorte por su feliz onomástico.
Todos los festejos transcurrieron con saldo blanco para nosotros los involucrados. Tanto en el Bicentenario como en el cumpleaños de la Generala.

Estábamos emocionados porque después de la ya muy comentada cirugía de mi esposa; la ginecóloga nos dio el visto bueno para recomenzar la ardua labor de embarazarnos. Aunque empleo el “nosotros” en esta frase, sólo quiero aclarar que es por mera solidaridad que lo escribo así. Ya que obviamente su seguro servidor, no tiene la noble capacidad de engendrar vida en su vientre. Aunque he de confesar que en mi pancita cabrían cómodamente un par de gemelos.

Así obedientes como somos, nos pusimos a hacer la tarea. También empleo este término escolar, sólo con la finalidad de hacer una analogía y darte a entender querido lector, que nos entregamos a los placeres del espíritu y la carne, para tratar de crear una vida de la nada. O dicho de otra forma: Iniciamos las acciones pertinentes en las que el ser humano se reproduce.

Vino pues la larga espera que como ya he expuesto en el pasado, es ardua. Esta vez no fue tan pesado porque al ser la primera vez que estábamos en ese tenor después de la cirugía, creo que había de nuevo la emoción. El hecho de que se cruzara el cumpleaños de La Generala y del Bicentenario de esta irredenta nación, hizo menos difícil el tiempo que tuvo que pasar para saber si sí o si no. Al menos así lo fue para mí.
Irredenta… con esa dominguera palabra, mi querida Bioloca calificó México el otro día que hablé con ella. Ya me ocuparé de eso después, porque ahora estamos hablando de la divina concepción y la espera de los que como nosotros, tenemos que esperar para poder tener un hijo.

La Generala me hizo llegar la noticia hoy en un mensaje de texto. Otra vez la burra al trigo. Una vez más no nos pudimos embarazar.
Ya no se que me entristece más, si el hecho de no poder lograr algo que los dos queremos con todo el corazón o el saber que a mi amada compañera le duele más que a nadie aunque me diga que no.

Por eso mi regalo para ti en este cumpleaños mí amada Elena… es esperanza.
En este cumpleaños y en este nuevo año de vida que inicias, quiero regalarte muchos kilos de ella y no sólo eso, sino también la de mis queridos (y escasos) lectores de este virginal blog.
Este fue sólo el primer intento de otros. Las veces que la biología nos niegue ser padres, será el mismo número de veces que volveremos a intentarlo. Porque como dijiste en ese escrito que hiciste: Vamos a ser papás. No se si en unos meses o en un tiempo más larguito, pero vamos a serlo. Esa persona que en algún lado está esperando caer en tus protectores y tiranos brazos, llegará. No tengo la menor duda de eso.

No estés triste mi adorada Generala, yo estoy aquí contigo y aquí seguiré siempre, para regar la semillita cuando haya que hacerlo. También estaré cuando llegue y haya que cuidarlo y estaré ahí contigo cuando lleguen los hijos de esa persona.

Lectora y lector querido, déjame tomarme el atrevimiento de contar con tus oraciones, tu luz y la misma esperanza que hoy le convido a mi consorte, para que se nos haga realidad en nuestra familia el fabuloso regalo de la vida. Seguro entre más seamos, más rápido llegará. Desde luego como pago a esto, tendrás todos los detalles que el hecho amerite.

Por lo pronto en un mes más nos daremos un regalo más chiquito y nos lanzaremos a la conquista del fabuloso Cancún, a unas merecidas y esperadas vacaciones. Donde aunque la doctora no me lo ordene… pienso regar la semillita.

Ditto.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Bicentenario Vol. 2

En mi paso por esta vida, he tenido grandes amigos y uno de ellos sin duda alguna fué y sigue siendo el abuelo Mcrow.
Él también era veracruzano. Aunque supongo que era la versión descafeinada del estereotipo común.
Venía de una familia trabajadora de clase media, conformada por sus padres y hermana. El bisabuelo Mcrow, a quien no tuve la oportunidad de conocer, se divorció de mi bisabuela y tiempo después se fue a vivir a México. En sus últimos años de vida, mi bisabuelo descubrió que el quería hacer realidad el mentado proverbio de que “a la prima se le arrima” y así sin más, se le arrimó a la suya para casarse de nuevo.

Mi abuelo a los dieciocho años se fue a vivir a México para comenzar a forjar la que sería su carrera política por este país.
Se enamoró en algún momento de una muchacha a la que años más tarde recordaría como una señorita hermosísima. La realidad, es que esta mujer no pensaría lo mismo y se casaría con otro.
He tratado muchas veces de imaginar la tristeza que pudo haber sentido. Porque aunque todos los que lo conocimos, podemos pensar que era muchas cosas; nadie lo recordamos como un hombre propenso a sentimentalismos. O eso es lo que cree la mayoría. Yo se que en su interior, fue un hombre que albergó grandes pasiones y estoy seguro que este hecho fue un parte aguas en su vida.
¿Cómo lo se? El simple hecho de que no se casó después, es más que suficiente para indicarnos que realmente estaba enamorado de esta muchacha.

Luego de algunos años, esa hermosa señorita enviudó y se quedó sola con una hija de doce años. Mi abuelo que además de todo era un hombre extremadamente inteligente, vió la oportunidad de, por ponerlo en términos futbolísticos, rematar de cabeza dentro del área y se casó con ella. Esa referida hermosa chica (que parece entonces ya tenía algunos añitos), tendría más tarde el invaluable honor de ser mi abuela.

Como fruto de ese matrimonio, llegaron dos hijos más. Mi tía Manzana y mi Papá.
Como era de esperarse en un matrimonio, en el que estoy seguro que mi abuela se casó con él por rebote y porque seguramente era muy difícil para una mujer quedarse sola a finales de los cuarenta; el matrimonio nunca funcionó muy bien y terminaron separándose, pero nunca se divorciaron. Mi abuelo más tarde me diría que no lo hizo porque su religión se lo prohibía.
Eso es como si yo de pronto les dijera, que ya no voy a escribir este blog porque tengo que continuar con mi carrera de físico nuclear. Otra muestra contundente de que mi abuelo, si era un hombre propenso a sentimentalismos. Si amó y amó en serio y que cuando una idea se le metía en la cabeza era capaz de llevársela a la tumba.
Una característica que aún llevamos pirograbada en nuestra cadena de ADN.

Para mi, desde que tengo uso de razón, mi abuelo vivió con nosotros.
Lo recuerdo de muy niño siempre yéndose a trabajar impecablemente vestido, sin la más mínima mancha o hilito descocido; los zapatos perfectamente boleados y en su carro que, aunque cayera la peor tromba de la historia, siempre estaba limpio hasta por abajo. Supongo que era el único carro que no era feo por abajo.

De igual manera como era él, era su cuarto. Nunca en la vida he vuelto a ver más orden y pulcritud en nada ni en nadie. Tal vez en el Palacio de Versalles en París pero nada más.
Mi abuelo era el ser más afable y tranquilo como yo lo recuerdo. Siempre preocupado por los grandes temas del país y por su familia. Siempre tenía tiempo a pesar de su ocupada agenda, de dedicarse a sus nietos. De llevarnos y de traernos, de comprarnos la baratija que se nos antojara y sobretodo de escuchar cualquier cosa que le quisiéramos decir. Imagino que en aquel entonces con el cargo que tenía en el Gobierno del Estado, debería tener muchas cosas que hacer, pero francamente no lo recuerdo corriendo ni ocupado para nosotros.

Nunca fue un hombre propenso al ahorro y pienso que siempre traía encima todo su dinero. Yo creo que llegaba al banco y pedía que le dieran todo en los billetes más nuevos y bonitos que tuvieran, los ordenaba minuciosamente y sujetaba todo el fajo con un impresionante broche de oro con su nombre grabado en un escudo que lo remataba. Años más tarde recuerdo estar subiendo a un camión con él y cuando sacaba ese fajo de billetes, sujetados majestuosamente por ese broche, normalmente era presa de más de una mirada. Tal vez pensaban que aquel viejito con tal porte y personalidad debía de ser millonario y solo se había subido a un camión por una mera excentricidad.

Lo que más le gustaba a mi abuelo era conversar. Ejercía ese cada vez más escaso hábito, con la maestría de un buen político. Abordaba los distintos temas de una manera profunda y amable, que seducía a sus interlocutores las dos o tres o cuatro horas que durara la plática.
Una vez caminando con él, encontró a un señor a su paso y comenzaron a hablar. Yo… un impaciente niño de unos nueve años, desde luego mi mente estaba en otro lugar y quería llegar a la plaza a la que íbamos a comer helado y a jugar en las maquinitas. No le importó eso al abuelo Mcrow, para quedarse ¡tres horas!, hablando con aquel señor.
Cuando por fin terminó y nos fuimos de ahí le pregunté: ¿De donde conoces a ese señor abuelo? De ningún lado, es la primera vez que nos vemos.
¡Se acababan de conocer a media calle!, ¡tres horas hablaron de economía, política, mujeres, carros, vinos, historia, medicina y sólo Dios sabe que otras cosas!
Como dije, mi abuelo en el arte de la conversación, era algo así como un Miguel Ángel para la escultura. ¡Que solo te hubieras sentido abuelo en estos años, en los que solo platicamos por texto o por nuestros teléfonos celulares!

Cuando mi abuelo se retiro de la vida “pública” y nosotros por esos extraños azares del destino, vivíamos en Guadalajara; el pasaba seis meses en Monterrey y seis meses en Guadalajara con nosotros.
En Monterrey vivía siempre en un hotel. Nada raro para un hombre que vivió veinte años en uno cuando estuvo en la ciudad de México. Eso puede darles una buena idea de la personalidad frugal de mi abuelo.

Recuerdo que para mí, los mejores seis meses del año, eran los que mi abuelo pasaba con nosotros. Estoy seguro también que en esos años, fue cuando nuestra amistad se fortaleció. A mi abuelo le debo ese inconmensurable amor que le tengo al cine, ya que era nuestro pasatiempo, además de ir a jugar a las maquinitas, donde estoy seguro que él ejerció siempre su paciencia mientras yo pasaba horas y horas ahí.
Cuando ya teníamos un rato jugando me decía: Ahora vamos por helado y nos sentamos en una banquita. ¿Y eso para que? Pues para ver a las muchachas que pasan.

Le gustaban las mujeres al abuelo, que no haya duda en eso. Además, no tenía el menor reparo en decírselo a la que vendía los helados, a la mesera, a la de la taquilla del cine o a la que le gustará. Siempre volteaba y me decía delante de la afortunada hembra del día. ¿Habías visto una muchacha más linda que ella?
Y mientras la muchacha se mordía el rebozo y miraba al cielo como María Felix en Tizoc, yo me escondía debajo de la primera mesa que encontrara. Hay que recordar que yo solo era un niño y para mí en aquel entonces, las mujeres eran seres enigmáticos de los que yo no sabía gran cosa. Creo que todavía es así, pero el punto es que mi abuelo era un Casanova.
Creo que como lo veían viejito las chavas, creían que nos les iba a hacer nada. Pero yo creo que si se descuidaban tantito…

Lo que la vida le hizo a este caballero no tiene nombre. Ya de regreso y viviendo en Monterrey, mi abuelo poco a poco empezó a olvidar todo lo que había sido y hecho.
Empezó con cosas normales como ¿Qué día es hoy? ¿En que año estamos? Y ¿Cómo se llama esta calle?
Después a cosas más graves como cuando tomaba un tenedor y decía ¿para qué es esto? ¿Quién eres tú? y ¿De quien eres hijo?

El abuelo Mcrow digamos que no murió en un día. Se fue muriendo poco a poco a lo largo de algunos años. Lentamente entro en un sueño cada vez más profundo hasta que olvidó todo.
Lo recuerdo sentado en su mecedora de la entrada, fumando uno o dos cigarros a la vez y aunque no sabía quienes éramos, siempre nos saludaba con mucha cordialidad y nos sonreía como siempre lo hizo. Siento mucho que así sea como lo conoció la Generala. ¿Cómo no lo conoció en aquellos años cuando correteaba con la Crayola sobre el filo de la banqueta y cuando conversaba de todo y con todos?

Murió un cinco de abril hace once años. La última vez que lo ví estaba en una cama apartado de todo y de todos. Su ojo izquierdo, había perdido una dura batalla contra una infección. Era solo cuestión de tiempo. Le di un beso en la frente, le di las gracias por todo lo que había hecho por mí y me fui a un viaje que tenía a Acapulco.
Regresé al medio día una semana después y murió a la mañana siguiente.

Es increíble que pasen los años y yo aún no supero su partida. En los momentos más difíciles de mi vida, siempre su figura surge de algún lado y me cobija compasiva. Ya sea a través de un sueño o un recuerdo. No lo busco, el siempre llega, como me ha llegado en este preciso momento a través de unas inoportunas lágrimas al recordar todo esto.

Donde quiera que esté, el abuelo Mcrow es el modelo que yo he decidido seguir. El vive a través de mí y de todo el amor que sembró en los que lo conocimos.

domingo, 29 de agosto de 2010

Bicentenario Vol. 1

Ahora que estamos a punto de celebrar el Bicentenario en México y que muchos de esos que suelen tirarse al piso, ahora dicen que no debemos celebrar. ¿Porqué celebrar si el país está en medio de un caos total? Que mejor no celebremos ni demos el grito, que ahora callemos en señal de indignación.
A todos esos aguafiestas yo les pregunto: Si ustedes (Dios no lo quiera), tuvieran un cáncer terminal y estuvieran a punto de morir… ¿celebrarían su cumpleaños? ¡Pues claro que si! ¿Entonces por que caraxos no hemos de celebrar el cumpleaños número doscientos de este país? Con esto no me refiero que tenga el país una enfermedad terminal, pero aceptemos que estamos en terapia intensiva. No habría nada más antinatura para nosotros los mexicles, que dejar de celebrar cualquier fiesta con ese parrandero espíritu que nos cargamos. Ahí los dejo con su amargor para que lo piensen.

En este inhóspito y virginal blog, ahora hablaré de otro bicentenario.
Este, no se llama así porque se celebren doscientos años, sino que se celebran dos centenarios y de ahí el nombre. Aunque pensándolo bien, en total si son doscientos años.
Este 2010, también se celebra el natalicio de mis dos abuelos, tanto el padre de mi mamá: Pancho Pistolas. Como el padre de mi papá: El Abuelo Mcrow.
Estas dos figuras que marcaron mi vida de formas muy diferentes y en algunos casos muy similares, cumplen cien años de haber llegado a este mundo y aunque hace tiempo que ya no están en él, están tan presentes hoy como lo estuvieron en vida.

Mi abuelo Pancho Pistolas era el veracruzano promedio, alegre y dicharachero. Dentista de profesión y bohemio por afición.
Era un hombre que disfrutaba de la comida en todas sus modalidades, de la que nunca se privaba.
Lo recuerdo levantándose a las seis de la mañana para tomarse su café, hacer el desayuno, bañarse, arreglarse y estar listo para cualquier cosa. Venía de una época que hasta para ir al mercado se ponían saco y corbata; siempre enfundado en su sombrero y siempre puesto para ir a donde fuera.
Como nació en plena Revolución, me imagino que por eso siempre tuvo pistola. Mi mamá me cuenta que la tenía cargada sobre el buró cuando ella era niña, aunque con los nietos ya se nos domesticó y por lo menos la guardaba. Pero eso si, a la menor provocación… disparaba. Algo sumamente peligroso porque la verdad es que Panchito no tenía muy buena puntería.
Cuando lo evoco en mi memoria, siempre lo recuerdo masticando. Nunca me han querido decir nada, pero sospecho que mi abuelo era rumiante. A lo mejor tuvo un antepasado que era conejo o ardilla. ¡Como comía Panchito!
Cuando ya tenía casi ochenta años, podía cenar como cualquier adolescente e irse a dormir tan tranquilo como si no le debiera a nadie. Algunos le velábamos el sueño para ver a que hora daba el último respiro, pero nunca pudo la comida contra el abuelo.
Era un hombre que reía a la menor provocación y no paraba hasta que le dolía el estómago. Me dicen que antes tenía un humor más agridulce. No me consta, yo solo puedo hablar por lo que ví y conmigo nos tirábamos unas carcajadas que de sólo acordarme no puedo evitar sonreír.
Recuerdo que los sábados en la noche nos poníamos a ver el box, cosa que era un espectáculo con Panchito; porque tiraba jabs y uppercuts a la menor provocación, desde luego aderezadas con los gritos de: ¡Ah que pendejo eres! contra el púgil de su preferencia. Desde entonces no volví a ver el box. No es un deporte que me guste y sin embargo disfrutaba verlo con el abuelo. Supongo que son de esos momentos que si uno pudiera pagar por volver a estar ahí, daría la cantidad que fuera.
Durante años, Panchito fue el pilar que mantuvo a la familia unida entorno a él. Cada cumpleaños nos reuníamos todos a celebrarlo con bombo y platillo. Esto bajo el eslogan de: No vaya a ser el último. El caso es que quince años festejamos a Panchito muy a gusto en la infaltable cita del seis de agosto.

Ahora que hago esta reflexión de Pancho Pistolas, me doy cuenta que seguro el sembró inopinadamente en mi, la semilla del gusto por escribir.
Disfrutaba contar sus historias, de las que tenía una para cada ocasión. Esto es lo que más me gustaba él. Creo que fui el único de la familia que nunca se cansó de escucharlas una y otra vez. Además tenía una manera de contarlas que harían temblar a cualquier novelista.
Creo que desde la primaria, cuando mi abuelo tuvo que desarrollar una monografía sobre Argentina, descubrió su talento para este inexplicable oficio. Toda la vida estuvo orgulloso de su monografía, misma que estuvo a punto de ir a dar a la basura cuando murió. De no haber sido por las heroicas manos de quien esto escribe, que la salvaron de las garras de mi madre y la bioloca, quien sin el menor pudor, iban a desechar la Monografía de Argentina que mi abuelo guardó toda su vida. Ahora yo soy el custodio de tan magna obra que de portada lleva la bandera de aquel país, pintada con lápices de colores por el propio Panchito cuando era un niño que correteaba por Orizaba.

Sin embargo, soy custodio también, del manuscrito de algunas de sus anécdotas, que incluso fueron publicadas y ganaron un premio. Ahora que lo pienso, el abuelo y yo somos los únicos escribas de esta familia. Aunque la obra de él más pequeña en cuanto a volumen, mucho más rica en premiaciones hasta ahora.

Podría yo seguir escribiendo sobre la vida y obra de Pancho Pistolas; sobre sus dichos y sus versos que hoy se han vuelto parte de la jerga de la familia. Sobre sus anécdotas y sus amigos, sobre su profesión como dentista, de la que gracias a Dios nunca me ví “beneficiado”, porque dicen que Panchito tenía la mano pesada para eso de extraer muelas. Podría yo hablar de sus legendarios huevos revueltos con frijoles. Pero la verdad es que necesitaría muchos blogs para poder darte una idea querido lector, de este hombre que marcó mi vida y al que hoy, a más de una década de su partida, aún extraño.
Su vida, su paso por este mundo y todo lo que nos dejó, eso… hay que celebrarlo en este centenario.

sábado, 31 de julio de 2010

Diálogo con Saramago


Aunque los escasos lectores de este virginal blog no lo crean, su seguro servidor y su escritura, se encuentran influenciados. Pero eso no tiene nada de relevante, ya que todo el mundo está influenciado.
Este blog y estos escritos que semana a semana les hago llegar con todo mi cariño, tienen dos poderosas influencias que hasta ahora identifico y no me molesta admitir que su pluma y sus pensamientos me han tocado profundamente.

Por ahora hablaré solamente de uno de ellos y ese sin lugar a dudas es José Saramago.

Desde luego no es la intención de este pobre aprendiz de escritor, compararse en ningún sentido con el hijo pródigo de Portugal. Ya que me encuentro a años luz de distancia de su pluma y de su prosa, de su imaginación y su sustancia y de su magistral sentido de protesta y lucha a través de la palabra.

Desde luego, el que admire a Saramago, no quiere decir que siempre piense como él, ni que opine las mismas cosas sobre algunos asuntos a la par del escritor. Sin embargo, uno no tiene que pensar igual que otro hombre para admirar su grandeza.
Ese es mi caso con el maestro Saramago.

Me hubiese gustado tener con él una larga conversación a través de la escritura.

Mucho gusto Don José, soy Mcrow. Que clase de nombre es ese. ¿Me lo dice o me lo pregunta? Nunca lo sabrás, porqué la duda. Como no puso los signos de interrogación lo dudaba. Que no sabes que nunca los uso. En eso tiene razón señor, lo había olvidado. Usted es muy conocido por su particular forma de escritura. A algunos les gusta y a algunos no, sólo hay que leerlo en voz alta. A mi me gusta mucho la manera en la que escribe, sobretodo esto de poner los diálogos de corrido, siento que me acomoda muy bien. Supongo que no ocurre lo mismo con los signos de interrogación. ¡Correcto! Esa parte a mi no me va. Yo prefiero ponerlos para que la gente entienda el concepto. Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal. ¿Y eso que tiene que ver? Lo mismo que tus signos de interrogación… nada. Bueno Don José, a pesar de ser su admirador, la cuestión de la puntuación no es la única en la que diferimos. Ah no… en que más mi joven amigo. ¿Me preguntó? Si… esta vez puedes estar seguro de que te pregunté. Yo por ejemplo no soy comunista como usted. Yo sólo soy un comunista hormonal. Entonces yo soy capitalista hormonal también y prefiero la democracia. El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia. Que profundo. Eso depende. ¿Depende de que? Bueno pues depende de muchas cosas que no vamos a profundizar ahora. Otro tema en el que difiero es que yo soy un optimista y usted definitivamente está del otro lado del péndulo. Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay. ¿Eso quiere decir que yo no quiero cambiar al mundo? Piénsalo, Sí, soy pesimista, pero yo no tengo la culpa de que la realidad sea la que es. No estoy de acuerdo. No tienes que estarlo, Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos. En eso si estoy de acuerdo con usted. Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso. A mi también me hace feliz decir lo que pienso Don José, además me agrada mucho que respete mi opinión. He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro. No lo había pensado así pero supongo que tiene razón. Un punto en el que quizás estoy más de acuerdo con usted es en el de Dios. ¿Qué Dios? ¡Aja!... puso signos de interrogación. Los puse mi joven amigo sólo para que dejes de cuestionarme a cada comentario si pregunté o no, no lo haré más. Hablábamos de Dios. Si me conoces como dices, sabes que soy ateo. Si lo se, y digamos que yo soy creyente hormonal así como usted es comunista hormonal. No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona. ¿Pero su tema es con Dios o con la religión?, digamos… ¿la iglesia? No me hagas empezar con la iglesia, creo que es momento de terminar. Don José, lo vamos a extrañar. Como aprendiz de escritor lo voy a echar de menos, porqué a mi me pasa lo mismo que usted dijo una vez. Que dije, te robarás una frase más de mi. Si, pero esta la pongo en mi boca no en la suya. Usted dijo que no escribía para agradar o para desagradar, sino para desasosegar. Pues esa frase me quedó muy bonita. Lo mismo pensé y a mi me pasa igual. Entonces sigue escribiendo. ¿Y ahora que se murió que va a hacer? La muerte es un proceso natural, casi inconsciente. Entraré en la nada y me disolveré en ella. Se disolverá solo su cuerpo Don José, porque su prosa, sus libros y sus personajes, vivirán siempre.


Así imagino mi charla con Saramago. Agradezco la generosa colaboración de Don José para la escritura de esta entrada. Uno no tiene a un Nobel todos los días para ayudarle a escribir.


miércoles, 21 de julio de 2010

Cuanta Cosa ¿No?

Querido lector: No eres tú… soy yo.
No creas que mi falta de escritura es porque tengo algo contigo. No hay tal.
Las cosas han pasado tantas y tan rápido, que es difícil encontrar un pedacito de soledad y tranquilidad para escribir de todo lo que te quiero contar.
Para empezar, estoy en deuda con Don José Saramago; que Dios lo tenga en su santa gloria (así decía mi abuelo). Aunque a Don Pepito, eso de Dios y sus misterios, nada más como que no le iba.
Así que para estar más a tono con el Nobel: Que el ateismo lo tenga donde lo deba de tener.
Desde su irreparable pérdida, pensé en dedicarle una entrada en este blog. Aunque a él probablemente le provoque otra instantánea muerte; quien esto te escribe, siente que se lo debe.

Después, tuvimos el huracán tremendo que nos pegó en Monterrey. La ciudad se colapsó junto con nuestra rutina. Apenas estamos despertando con la resaca que nos dejó el insufrible Alejandro. Porque después de lo que nos hizo, que le llame Alex la autora de sus días. O en un lenguaje más coloquial: Mejor que le llame “Alex” su pinche madre.
Dediqué la mañana de un sábado a ir a ayudar como voluntario a mandar víveres para los damnificados de la misma ciudad. Tengo que decir que me impresionó la cantidad de ayuda y de manos que nos presentamos a trabajar por esta noble causa.
Impresionado estoy también, por la falta de ayuda que ha habido de otros estados. Debo decir que estoy un poco dolido, de ver como los regios se apuntan para ayudar a otras ciudades de México que caen en desgracia y hasta a otros países y lo poco que le ha retribuido eso con sus compatriotas.
No importa. La verdad es que cuando uno ayuda, no debe pensar en como le van a devolver a uno el favor. Seguramente esta ciudad y sus habitantes, seguirán ayudando cuando la situación lo demande en otros lugares.
Para los que me leen y no son de Monterrey, les digo que ya se les está haciendo tarde para mandar lo que sea. Comida enlatada, agua embotellada, artículos de higiene personal, ropa, medicinas y lo más básico para ayudar a la gente que lo perdió todo.
Vayan ya a sus centros de acopio y manden.

Luego el siempre presente tema del mundial, que para beneplácito de la Generala ya terminó. Estuve (y aún estoy) feliz por los españoles y su selección, que hicieron historia en Sudáfrica. Creo que la historia siempre se encarga de poner las cosas en su lugar y hoy ya pertenecen a ese selecto grupo, en el cual espero ver a México algún día, aunque ya sea viejito.
Atrás quedaron las vuvuzelas, Shakira y su Waka-Waka, la agradable gente de Sudáfrica, las grandes figuras que nunca figuraron y el polémico Jabulani del que todos dijeron que una pelota de playa, tenía más contundencia en los tiros.

Luego nos lanzamos a San Antonio Texas, con mis amigos los Vacunos. Quienes llegaron a tierras regias con la tarjeta de crédito afilada y listos para el “chopin”. Allá fuimos.
Hicimos una breve escala en Sea World, en la cual estuvimos acompañados por un calor, que sólo era comparable imagino, con el rincón más calientito del infierno y nos paseamos bajo un tremendo sol, que parecía tener toda la intención de quemarnos vivos. Con decirte querido lector, que mejor nos lanzamos a ver a los pingüinos, para descansar un poco del aciago clima que nos acompañó.
Luego a la intrépida Generala y mi amigo Vacuno, se les ocurrió subirnos a la Sra. Vacuna y a mi, a una montaña rusa que la verdad creo que estaba mejor el calor.
Ni siquiera alegando la reciente cirugía de mi consorte y la frágil espalda del Vacuno, pudimos disuadirlos de treparnos en ese aparato del demonio con fines de tortura, para las almas impolutas como la nuestra. ¡No hay derecho!

Ya en un plan más relajado, fuimos a ver a los delfines y cuando traté de acariciar uno, me mordió. Malditas criaturas del mal. ¿Qué no se supone que son alegres espíritus de la naturaleza, famosos por su docilidad y pureza?
En honor a la verdad, debo decir que la mordida del acuático mamífero sobre mi mano, fue del todo accidental y que en ningún momento pretendió hacerlo así. Además debo decir también que no me dolió nada ni me hirió.
Si así hubiera sido… me lo hubiera zampado en una tostada con salsa Tabasco y harto limón.

Por si eso fuera poco, los dos días siguientes, los dedicamos a desplumar al heroico centurión de la American Express, en todas y cada una de las tiendas que se nos atravesaron.
Así fuimos y regresamos, bajo la reprobatoria mirada de mi madre y la Crayola, que porque la carretera estaba inundada y llena de tremendos forajidos dispuestos a robarnos nuestras cosas. Como si nos importaran esas minucias, a la hora de largarnos a cualquier lado.

Con tanta cosa querido lector… ¿A dónde querías que metiera algo de tiempo para esta noble tarea de escribir?

Ya llegué, ya escribí y “aistá”.

lunes, 5 de julio de 2010

Huracán

Por si todo lo que últimamente ha dado por pasarle a la orgullosa Ciudad de las Montañas, no fuera poco; o necesitara otra cosita para sacudir las tribulaciones de sus ciudadanos. Ahora también nos llegó un tremendo huracán, al que la gente encargada de bautizar a estos fenómenos meteorológicos, llamó con el afable nombre de “Alex”.
Sin embargo, en honor a la verdad, lo único amable que tenía este huracán era el nombre.

Esta ciudad representa el motor económico de México, integrada por gente de gran corazón y un espíritu de trabajo encomiable, llamados Regiomontanos. La verdad es que hasta hace unos pocos años, eran muy pocas las amenazas que se cernían sobre la existencia de ellos. Hoy, la cosa es muy diferente para los que vivimos aquí.

Alex nos azotó y nos azotó bien. Para ponerlo en términos futbolísticos, tan de moda en estas épocas mundialistas, digamos que nos goleó seis a cero.
Algo a resaltar de este fenómeno es que, al ser la tercera vez que un huracán nos golpea aquí con esa fuerza, pues la verdad es que el pueblo regiomontano en ese sentido, ya es una cobija muy miada y se la saben de todas todas. Por lo que el costo en vidas fue mínimo. Me hubiera gustado decir que inexistente.

Sin embargo, el costo en nuestras avenidas, colonias, casas y autos fue alto, muy alto. En este momento tenemos mucha gente que se quedó sin casa. Normalmente a los que siempre les sucede lo mismo; esos que no tienen donde vivir y escogen los lugares más peligrosos, mientras que las autoridades se hacen de la vista gorda.

Fue mucha agua la que cayó, que corrió y que arrasó. Nos quitó muchas cosas y nos trajo otras. Entre las cosas que trajo la lluvia fue al Gobernador del Estado, mismo que muchos de nosotros pensábamos que ni teníamos. Ese Gobernador que desde que ganó las elecciones, gracias al voto inexplicable de la mayoría de mis conciudadanos; se había escondido en su casita con su esposa y trillizos, para asomar la cabeza muy de vez en cuando, sólo para ir a inaugurar el torneo de voleybol de la Escuela Primaria Profra. Ernestina Torres Buenrostro o actos de similar importancia.
Siempre será más fácil encarar un huracán y sus terribles consecuencias, que luchar contra la inseguridad y el narcotráfico.

Ahora si, el Sr. Medina anda corriendo de un lado al otro, sale mojadito en la tele, con las gotas escurriéndole por sus cachetitos, con su mirada de “no tengo idea de nada”, tratando de dar ánimos a la población. ¡A buena hora salió este Gobernador de cuarta a dar la cara! No nos confundamos, este estado sigue y seguirá desgobernado, mientras este jovenazo siga ahí.

Una de las cosas que paradójicamente nos ha quitado tanta lluvia, es el agua misma. Es difícil de explicar, pero muchos hogares aquí, no tienen en sus casas. Lo que provoca ver escenas apocalípticas en las calles, de gente con sus cubos, llenándolas en el primer pozito que se encuentren.
La Generala y yo, somos de los afortunados que no nos pasó nada, pero al resto del clan, les afectó muchísimo y aún están viviendo los efectos.

Lo bueno de todo esto, es que una de las cosas que trajo “Alex” a esta honorable ciudad, fue un renovado espíritu de solidaridad entre sus habitantes. Y es que los regiomontanos son buenos para los momentos de la verdad.
Somos víctimas del mismo mal y nos hermanamos en la desdicha; sufrimos de ver nuestra ciudad con esas cicatrices que tardarán mucho en cerrar. Aún así, son sólo cosas materiales, reemplazables todas ellas y eso no detendrá a Monterrey. Una ciudad a la que ni su horrible clima la ha detenido.

Monterrey ha salido de cosas como esta siempre y ahora, no será la excepción. Saldrá airosa, para seguir llevando sobre sus hombros, a este país y para seguir siendo ejemplo de trabajo, entrega y dedicación. Exceptuando al Gobernador.

sábado, 26 de junio de 2010

Migración Bovina

La pasada entrada futbolera, no me permitió abordar algunos de los temas importantes que han acontecido en las últimas semanas.
El tema del futbol, sigue siendo muy difícil de evadir ante este tan extraño mundial que estamos viviendo. Ahora resulta que tanto Francia como Italia, ya hicieron sus maletas y van de regreso a sus respectivos hogares. ¿Qué tal eso?
En México estamos ansiosos por el juego del domingo, contra la poderosa selección de Argentina.
Hablando de esto, quiero aclarar algunos puntos que tal vez no quedaron claros en la pasada entrada. Desde luego que yo no tengo nada contra Argentina; por el contrario, ese hermoso país y su gente, representan para mi uno de los sitios sin los cuales, America no puede entenderse y quererse. Mi cariño siempre para los argentinos y su tierra. Lo único que establecí, es que Maradona, el actual director técnico de la selección de futbol de ese país y desde luego, uno de los mejores jugadores de futbol que han existido; me cae como patada de mula a las siete de la mañana en los gumaros. Pero sólo él.
Espero que con esta nota aclaratoria, quede zanjado este asunto con mis amigos argentinos.

Dejemos de lado un momento al mundial y a sus inesperados resultados, para abordar temas por demás importantes. Uno de ellos es la definitiva mudanza de mis amigos los Vacunos a esta ciudad de las montañas.
Así es querido lector, mis bovinos amigos, dejan su hogar ubicada en la importante urbe de Celaya, y vienen con todo y triques, a asentarse en esta noble metrópoli, poblada de medio verdes cerros que de lejos se ven azules, cuna de importantes hombres y que el sábado por la tarde siempre huele a carne asada.

Desde luego mi magnánima esposa y su servilleta, así como el clan que conformamos, nos sentimos muy contentos de tenerlos de nuevo tan cerca.
Servicial y obediente como soy, ofrecí mi apoyo al Sr. Vacuno, en la noble misión de encontrar una nueva casa; donde él y la Sra. Vacuna, podrán ser felices para siempre y tener muchas vaquitas y vaquitos.

Así lo llevé y lo traje, a todas las mansiones dignas de la estirpe de un ganado de semejante categoría. Unas le gustaron y otras no; lo importante es que al final se decidió por una. Eso de se decidió es un decir. Porque el Sr. Vacuno al igual que el de la voz, vive sometido en un intenso matriarcado, donde la Sra. Vacuno, es la mamá de los pollitos. Aunque esta última afirmación, ponga de cabeza a los zoólogos.
O para decirlo de otra forma, mi amigo es una víctima más de una dictadura de proporciones catastróficas, como la de Hugo Chavez en Venezuela.

Sobra el decir que yo lo entiendo, porque somos víctimas del mismo mal.

Aunque a él ya le había gustado una casa, todavía necesitaba el visto bueno en original y dos copias, de su Majestad Vacuna I. Así que de inmediato hicimos las gestiones necesarias, para subirla en un avión de primera clase como manda el protocolo. Volarla hasta estas tierras áridas y recibirla con todos los honores que su cargo demanda.
Así, después de toda esta maroma, la Sra. dio su consentimiento para el usufructo de la vivienda y comenzó el arduo trámite de transferir los poderes de Celaya a Monterrey.

El Sr. Vacuno y yo, respiramos aliviados de tener la venia de ella, porque dicho sea de paso, nos acomodamos una buena friega, yendo de aquí para allá, bajo la insoportable temperatura de cuarenta grados a la sombra.
Lo importante es que ya estamos listos para la ceremonia de bienvenida, que habrá de ser buena y habrá de ser larga.
Le doy gracias a la vida por tenerlos cerca de nuevo y por el capítulo en sus vidas que están a punto de iniciar. Estamos tan contentos de tenerlos acá, que la Generala podría romper la ahora irreconocible faja de felicidad.

El otro asunto que quedó pendiente no es tan alegre. Ese es la muerte de José Saramago; que en lo personal me hace sentir la tristeza y el vacío, de cuando se va un grande.

Desgraciadamente el tiempo se nos ha venido encima y el maestro Saramago merece mucho más que las últimas tres líneas, en este virginal e inconquistable blog, que se llama ahora y para siempre La Hora de Mcrow.

Podéis ir en paz.

sábado, 19 de junio de 2010

El Mundo es Redondo

El tiempo es relativo. Así lo siento ahora porqué la última vez que escribí, me parece tan lejana y pienso que tal vez ya pasaron varios años, aunque en realidad sólo haya sido un par de semanas.
Seguro la primer pregunta de mis tres lectores será: ¿Cómo sigue la Generala de los males que la aquejaban?
Tengo el placer de informarles que se encuentra en franca recuperación total y reintegrada casi en su totalidad, a sus arduas labores diarias. Muy bien por ella, pero mejor por todos los demás. Especialmente este sufrido aprendiz de escritor, que la verdad ya no sabía donde ponerla.
Tengo muchas otras cosas que contar, sin embargo, he de pasar al tema más importante que se gesta actualmente y ese no podía ser otro que el del mundial de futbol.

Me recuerdo hace casi 25 años, cuando este que les escribe, tendría unos ocho años y viví de manera conciente la primera copa del mundo de futbol.
He de confesar a la amable concurrencia que me favorece con su lectura, el hecho de no ser una persona sumamente futbolera. Pero por favor díganme ¿Quién puede resistirse a los seductores arrebatos carnales de un mundial de futbol? Más aún, cuando el país en el que uno nació, forma parte de ese selecto grupo de naciones participantes.

Recuerdo el Mundial de México 86 como si en realidad hubiese sido México 2009. Recuerdo la calurosa recepción de la selección verde amarela a Guadalajara y el controvertido gol que le anularon a España en el partido entre estos dos.
Recuerdo el ascenso de Maradona y su gol donde burló hasta al vendedor de chelas. Por supuesto que también recuerdo su gol con la “mano de Dios”. Desde ese entonces pensé: que bien juega ese gordito, pero que mal me cae.
Recuerdo al extraordinario portero de Bélgica Jean-Marie Pfaff y los suspiros que mi mamá emitía por los rubios rizos de este arquero. También recuerdo que fue el último mundial de Michel Platini.
Recuerdo haber asistido al partido de Brasil contra Argelia y que mi papá me compró unas horrorosas calcetas blancas, con las respectivas banderas, que entonces fueron mi fascinación. También recuerdo conocer a la innombrable selección de Polonia, que creo que todavía ni llegaban, cuando ya se estaban regresando.

Recuerdo las lágrimas en el rostro de los brasileños, cuando fueron eliminados por Francia. El gol que le anularon a México contra Alemania y que nos eliminaron en penales, como normalmente sucede.
Recuerdo el partidazo que fue la final Argentina contra Alemania y la felicidad de que ganaran los primeros. También recuerdo a ese coagulo hepático llamado Neri Pumpido, portero de la selección Argentina y los desaires que hizo a México.
Sin embargo México 86, pasó a la historia como uno de los mejores mundiales incuestionablemente. Creo que en parte lo hizo, porque el mundo se dio cuenta que a pesar de todo, México es uno de los lugares más felices de la tierra y que nadie nos gana para la pachanga y la fiesta. Ni en penales.

Lo más importante (al menos para mí), fue que ahí me enamoré perdidamente de los mundiales de futbol y aunque las Olimpiadas son muy bonitas y mucho más antiguas, el mundial es el mundial.

Sudáfrica, ahora organizador de esta contienda, me recuerda mucho a México en el espíritu de su gente. Tienen muchos problemas como país, tienen una riqueza en recursos naturales y con todo y eso, los ecos del “Apartheid”, aun resuenan en la mente colectiva de este pueblo.
Así las cosas… han demostrado también ser muy buenos para la fiesta y su mundial, que en lo futbolístico deja mucho que desear, no lo hace cuando vemos la calidez y la felicidad de la gente que conforma esta nación multicolor.

Hace dos días, México hizo lo impensable. Ganarle a Francia por un contundente dos a cero, lo cual tiene al país loco de alegría.

Algunos se enojan y dicen que esto es puro pan y circo, que México no está para celebrar, que hay cosas mucho más importantes que esa, ¿Cómo es posible que estemos celebrando la victoria en un juego de pelota cuando tenemos tanta violencia, narcotráfico, malos políticos y temas en el tintero?

A todos esos detractores les digo, que por favor se vayan mucho a freír espárragos y dejen de estar enchinchando la algarabía tan anhelada, de un país que la ha visto tan poco en los últimos tiempos.

Dice un amigo, que el futbol es la cosa más importante de las menos importantes. Por supuesto yo no pienso que sea más trascendental que todos nuestros problemas; pero si veo a mi país feliz, no me importa que el causante sea un juego de futbol.
Porque el futbol podrá ser sólo un juego y el mundial un espectáculo más; pero el hecho de que en México, un partido nos ponga a todos en pausa y nos una contra alguien externo y además nos provoque una alegría colectiva como país. Pienso que es como una inyección antibiótica para todos nuestros males.

Ahora pienso que aunque un empate nos va bien contra el Paisito, la verdad es que deseo que México gane, para quedar en primer lugar de nuestro grupo y que los Charruas arreglen sus añejas diferencias con Argentina en octavos de final; equipo al que no nos queremos topar, hasta que hayamos calentado un poquito más y podamos ganarle con todo y ese técnico payaso que alguna vez fue un gran jugador.

domingo, 30 de mayo de 2010

Leona Enjaulada

No es fácil tener en una parcial inactividad, a una mujer como mi tirana esposa.
Tres días fue lo máximo que entre toda la familia, pudimos mantenerle confiscado su Nextel. Herramienta primordial de trabajo para ella, con quien mantiene una relación erótico-productiva.
Al cuarto día nos mandó a todos a freír espárragos; retomó el control total de su teléfono y computadora portátil, y a chambear se ha dicho.
Mi esposa es el claro ejemplo del espíritu de trabajo, que siempre ha caracterizado a la gente del norte de México. Su empuje y ahínco así como la manera en la que conduce a sus hordas de colaboradores, es en parte el hecho que le ha ganado el castrense mote de La Generala.

Por favor dime caro lector, como puedo mantener en estado de confinamiento en su segundo piso, durante dos semanas, a una mujer así. ¡A ver dime! No lo sé.
Creo que el título de esta entrada dice más que mil párrafos.

Digamos que mi cargo en esta honorable mansión, ha sido degradado a: Mesero, mozo, cocinero, enfermero, terapista físico, conserje, chofer, contralor y hasta psicólogo. Siendo este último, el que ha tenido los resultados más catastróficos.

La Primera Dama ya está harta de todos y de todo, en especial de este que escribe, que no ha hecho otra cosa, que ser el báculo de su discapacidad.

¡Amor!, (así dice para dorarme la píldora) ¿Me subes un té? Ahí voy con el té.
¡Amor!, ¿Me ayudas a quitarme esto? Ahí voy a quitarle eso.
¡Amor!, ¿Me ayudas a volvérmelo a poner? Allá voy presto a volvérselo a poner.
¡Amor!, ¿Me aprietas la faja? Voy y le aprieto la faja.
Al ratito oigo el inconfundible sonido del velcro despegándose y ya se que la faja, ha sido de nueva cuenta removida por las impacientes manos de mi consorte.
¿Ya te quitaste la faja mi vida? Sí, porque no me fajaste bien. ¡Que raro! Eres la primera que se queja. Ya cállate y apriétame bien la faja. Y allá voy las veces que sean.

Toda esta diligencia y excelente servicio, no hace que mi esposa se compadezca de mí. Todo lo contrario. En estás dos semanas me ha dedicado su peor humor. Esto… queridos lectores, quiero que se sepa y se esclarezca a la brevedad.

Pensé que si la dejaba trabajar un poco desde la casa le haría algo de bien. Todo lo contrario. La Generala es lo que los gringos llaman una “workaholic”, se apasiona demasiado en su trabajo y se molesta con facilidad ante la incompetencia del Masiosare promedio. Entonces se enoja y le aprieta la faja. Si le aprieta la faja, le duele la panza. Si le duele la panza se siente mal y si se siente mal ¡Ay de mi!

¿Qué te pasa “jani”? No me siento bien. ¿Te duele algo? No sé. ¿Cómo que no sabes? Pues me siento rara. ¿No te sientes como si te hubieran operado? Pues si, pero a demás siento otras cosas. ¿Por ejemplo? Pues no se; por lo pronto tengo nauseas. ¿Nauseas? O algo así (suspiro)-termina la confundida mujer, dejándome más confundido a mí.

Joey, quien ha demostrado tener una inteligencia menos desarrollada que una toronja, sorpresivamente ha comprendido este nuevo orden mundial bastante bien. Sólo le hace cariños a ella cuando le llaman y si no, se mantiene a prudente distancia, donde no pueda ser víctima del humor de su ama.
Sin embargo su tarea es más sencilla, porque a él no le piden que suba cosas o que baje cosas o que le quite o que le ponga.
Para eso necesitaría a Rin Tin Tin o a Lassie y pues yo creo que los dos, ya están en el cielo de los perros.

Abro los brazos, miro al cielo y le pregunto al creador: ¿Cuánto más durará esta locura? ¿O es que acaso estás probando mi paciencia para cuando me estrene como padre? ¿O sólo estás experimentando un poco para saber cuanto tiempo le toma a una persona perfectamente normal como yo, tomar la decisión de asesinar a otra?

Por favor no piensen que soy un desconsiderado. Yo se que la Generala está recién operada. Pero la realidad, es que el buen humor con el que salió del quirófano, se ha desvanecido completamente debido al confinamiento.
Por favor no me regañen. No me critiquen, no me digan nada.
Soy un hombre que ha sufrido mucho.

martes, 25 de mayo de 2010

El Via Crucis de la Generala

La Generala fue y vino del quirófano con gran éxito.
Entró en las endemoniadas fauces del lobo y salió sólo con unas mordiditas que le hicieron los mandados.

El sábado quince, como ya estaba estipulado; mi esposita se levantó a la siempre inoportuna hora de las cinco y media de la mañana, para bañarse, maquillarse un poquito, plancharse el pelo e irnos.
Yo no entiendo a mi esposa que, como seguramente muchas mujeres lo hacen, se peina para entrar al quirófano. Los hombres (o por lo menos este hombre) no comprenderemos nunca cosas tan ridículas como esa.
Pues así muy linda y muy planchada, la llevé hasta esa casa de la risa, que en realidad es un hospital “para la mujer”, donde luego de una rápida admisión, la treparon a una silla de ruedas y la llevaron al preoperatorio.
Casi una hora después, entré a verla ya en su camilla y con su batita, sólo para desearle suerte en tan arriesgada empresa.
Debo confesar, que la calma de la Generala, era perturbadora.

Así la vi irse rodando, empujada por dos enfermeras y así me quedé en la sala de espera haciendo lo propio con una variopinta concurrencia de familiares.
Ahí estaban mis suegros, unas tías de mi consorte y la Crayola con el Pelón.

La hora y media en que estaba prevista la cirugía, transcurrió en una relativa calma por parte del contingente.
Cuando se cumplieron las dos horas en el quirófano, este que escribe, comenzó a impacientarse y preocuparse, porque ya estaba demorando más de lo previsto.

Me acerqué al módulo de información, que resultó ser el menos informado, para preguntar sobre el estado de “my love”.
Me hicieron saber que la Generala seguía en cirugía, pero que me mandaba decir el anestesista que todo iba muy bien. También me mandó felicitar porque en sus años de carrera en esa noble profesión de dormir gente, nunca había visto una paciente mejor peinada.

Cuando se cumplieron las dos horas y media, me mandó llamar la doctora para informarme el resultado de la cirugía.
Mi suegra, como buena madre mexicana, me acompañó inopinadamente, para escuchar también.

Los quince segundos que se demoró la ginecóloga en contestar mi pregunta de cómo había salido la cirugía, por estar saludando a mi suegra, se me hicieron eternos.
La intervención había sido muy exitosa y a la par nos mostró el tremendo mioma maldito, que había acampado en el vientre de mi Emperatriz.

Cuando lo vi casi me desmayo y dejé de escuchar a la doctora, ante la imposibilidad de poder quitar la mirada de la tremenda pelota de golf, que le habían quitado a aquella. ¡No era para menos!, ese mioma estaba igualito a la señorita que nos atendió en admisión, así que dejé de hacerle caso a la galena, pero te puedo decir querido lector que todo salió bien y ya.

Un par de horas después, sacaron a la Generala de la temible sala de recuperación que, hay que decirlo, es peor que la cirugía; y ahí venía mi amada (todavía muy peinada, pese a la faena) agitando los brazos como si le acabara de anotar un gol al Barcelona. Eso si… muy acostadita en su camilla.

Las tres noches en el hospital, yo me la pasé yendo y viniendo a lugares sin mucha importancia. Iba a desayunar, luego regresaba. Iba a comer, luego regresaba. Me iba a mi casa a reposar un par de horas, para luego regresar a dormir en un amable sillón, que debo decir, se comportó a la altura de las circunstancias.

A lo largo de las tres largas jornadas, debo decir que mi primera dama se comportó como toda una heroína y al día siguiente, ya estaba paradita al lado de su cama.
El desfile de familiares y amigos, no paró prácticamente en todos los días, así como las llamadas de nuestros seres queridos que están lejos. Todos ellos preocupados por la salud de mi esposita, hasta el día de hoy.

A todos ustedes que estuvieron al pendiente y que a través de sus comentarios en este virginal blog, Facebook y Twitter, nos dieron ánimos… gracias.
También a todos los que llamaron desde la lejanía… gracias.
La paciente Generala con su estoico peinado, les agradece a todos por sus buenos deseos.
Yo también, a falta de mejores palabras… ¡Gracias totales!

domingo, 9 de mayo de 2010

Revelación

La Generala y yo no hemos podido tener hijos.
Discúlpame por favor lector querido, por recibirte con ese mazazo en la cabeza y sin antes lubricar un poco la conversación.
Le he dado vueltas y vueltas a este tema y decidí que lo mejor era hacerlo, como cuando uno se tiene que meter a una alberca con el agua helada. De a poquito sufre uno mucho, pero si te echas un solo clavado, a pesar de la profunda sensación de quererte sacar los ojos por la nariz, todo pasa muy pronto. Por eso te la suelto así sin agua va.

Mi amada consorte y quien esto escribe, tienen ya casi un año y medio en estos ires y venires. Primero resultó que su servilleta, tenía algunos cables cruzados, por lo que tuve que someterme a una sencilla cirugía, para reconectar el positivo con el positivo y el negativo con el negativo. No hablo de los cables del cerebro, esos ya no tienen remedio.
Después de eso, el embarazo nunca se dió y tuvimos que recurrir a otros métodos en los que ahora no profundizaré.
Hace tres semanas, resultó que la dueña de mis quincenas, también le habían surgido algunas cositas, que continuarán haciendo ardua y cansada nuestra misión de poder ser papás.

La Generala, temeraria como es, en contubernio con su ginecóloga; acordaron que lo mejor era someterse a una cirugía para extirpar los dos miomas que se alojan en uno de mis lugares favoritos.

Es por eso que el próximo sábado, a mi emperatriz, le meterán cuchillo, para poder extirpar este par de miomas metiches, que la verdad, ven la procesión y no se hincan.
¡A la mierda con ellos!

No te quiero deprimir querido lector con mis cosas; pero este proceso ha sido una larga batalla en que los dos, hemos luchado mes tras mes, en un proceso que solo podría definir como “El Círculo del Éxtasis a la Agonía”.

Creo que el nombre no podía ser más adecuado para este proceso, que empieza con un éxtasis (si me va bien dos o tres) y continúa con un largo, larguísimo proceso de espera, que siempre culmina con la maldita e infaltable noticia de que no se pudo.

El proceso es desgastante en si, pero creo que lo mejor de todo es que aunque a veces flaqueamos, no nos hemos dado por vencidos. La prueba de ello está, en que a mi consorte no le tembló la manita para decidir operarse y hacerse este “sencillo” procedimiento, que se encargará de dejarle su matriz nueva de paquete; sólo me queda amarla más, por ser tan entrona y decidida a este respecto.

Yo creo que en realidad lo que ella quiere, es ampliar el número de lacayos a su servicio, en los que Joey y yo, ya no somos suficientes. A veces pienso que su agenda oculta es formar un ejército de hijos e hijas que dominen el mundo y lleven su sagrada palabra a todos los rincones.

Nunca te he pedido nada querido lector; pero el próximo sábado 15 de mayo a las ocho de la mañana hora de México, te solicito que por favor le pidas a lo que sea que creas, por la salud de mi querida compañera. Por favor pide también, porque este procedimiento sea la batalla final, contra esa horrible cosa llamada infertilidad; para que la Generala y yo, podamos traer a este mundo a una (o unas…) personitas, que puedan hacerlo cada vez mejor.
Sobretodo, los que son padres, creo que entenderán mejor.

¿Te imaginas este virginal blog una vez que llegue un bebe a nuestras vidas?
Estoy seguro que será un material interminable de todas nuestras correrías. Desde los nueve meses de embarazo, hasta cuando por fin llegue y lo podamos cargar y abrazar.

A mi esposa sólo le digo que la amo con cada extremidad de mi cuerpo y que estoy seguro que en algún lugar, hay un hijo o hija que espera ser asignado a esta mansión, en la que lo seguiremos esperando con muchísima ilusión.

Quiera Dios.

domingo, 2 de mayo de 2010

Animosidad

¡Ay mis queridos y cada vez más escasos lectores!... como dice aquella olvidable canción de por supuesto no me voy a acordar quien caraxos: “Hay tanto que te quiero decir y no me animo”

Después de que la semana pasada, mi consorte tuviera la desfachatez de decirme, que mi entrada no le había gustado. Sólo para aclarar, se refería a la entrada del blog.
Por favor no vayas a creer que empiezo a tener ese tipo de problemas, porque estarás en un terrible error de proporciones catastróficas, así como el derrame de petróleo que ahora preocupa en el Golfo de México a Obama.

Pero ya me desvié.

Mi consorte se refería al escrito que publiqué para este cada vez más mosqueado blog y que no fue de su agrado. ¡Que difícil complacer a esta mujer!
¡Que difícil complacer a todas las mujeres del mundo!
Lo bueno es que como ya se legalizaron las bodas entre parejas del mismo sexo, ahora tengo la alternativa de poderme unir a algunos amigos que no tengan problemas hormonales.

Estoy seguro que hay varios de ellos que andan tras mis huesitos y la verdad es que yo no los veo con malos ojos. Por ahí está el Güero, que todo mundo sabe que siempre ha querido unir su vida con la mía y que es capaz de dejar a la coneja a la primera señal de asentimiento.
Por otro lado está el Gordo Reformado que pues también se rumoraba, que estaba como Ricky Martín, escondido en lo más profundo del closet, para salir en el momento menos pensado. Así que digamos que es el tiro más seguro que tengo.
Pero noticia de último minuto: El Gordo Reformado por fin, por fin, por fin, se ha conseguido una novia y por lo tanto, parece que por lo pronto estará fuera de circulación, probando como está eso de las mujeres.
En cuanto tenga más noticias se las hago saber.

Entonces, por la falta de pretendientes adecuados, creo que no podré divorciarme de mi Primera Dama por el momento (ni de las mujeres en general) para casarme con un hombre. Así que tendré que seguir escuchando cosas como esa de que no le gustó mi texto a ella.

Tampoco es nada nuevo que este último mes, he tenido más trabajo, que un vocero del Vaticano; La buena noticia amado lector, es que ya se acerca a su fin, esa temporadita que me trajo a sol y a sombra.

Resulta que la semana anterior a esta estuve casi toda la semana en la ciudad de México y Pachuca. ¿Haciendo que? Pues trabajando ¿que creían?
Allá fui y vine sin contratiempos, a conocer a “La Bella Airosa” a la que mi abuelo Pancho Pistolas, siempre se refirió de la siguiente manera:
“Son cuatro cerros pelones/un aire de la chingada/un atajo de cabrones/y un arroyo de cagada”

Se que mi abuelo, nunca lo podremos ubicar en el mismo nivel que a Pablo Neruda o Amado Nervo; pero hay que reconocer, que su sabiduría era grande como práctica.

Con este hermoso poema en la mente, hice mi entrada triunfal a la capital del estado de Hidalgo, sólo para darme cuenta que Pancho Pistolas, estaba equivocado y me hizo vivir en la ignorancia todo este tiempo.

Hay que aclarar que no todo es mentira y que la parte del aire de la chingada es verídica. No me atrevería a nombrar a los pachuquenses como los nombra ese dicho, porque la verdad, no los conocí tan bien.

Pero lo que en realidad me desconcertó, es que nunca vi los cuatro cerros pelones ni el arroyo de tan dudosa reputación.
Por más que exploré desde donde me encontré, la rica orografía de la ciudad; nunca descubrí los cuatro cerros. Ahora hasta me cuestiono si mi abuelo realmente se refería a Pachuca.

Ahora lo que nos tiene en ascuas es que resulta que a la que tienen que operar es a la Generala. Sobre ese tema es del que te quiero contar y no me animo.
Hasta ahora es un tópico evadido por quien esto escribe, aún y enmascarado por la indescifrable identidad de Mcrow.

Por ahora baste decir que es una cirugía “sencilla”, por algo muy simple y que estoy seguro que se necesita mucho más que eso para debilitar a mí aguerrida esposa.

Ahondaremos…

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