viernes, 27 de noviembre de 2009

Epifanía

No he querido dejar de escribir desde que volví a empezar. La verdad es que me da miedo hacerlo, porque la última vez que lo deje de hacer, me tomó diez años volver.
Por eso desde que retomé estos ejercicios de prosa, me he obligado a hacerlo por lo menos una vez a la semana.

La experiencia hasta ahora es sumamente gratificante y eso me ha hecho pensar mucho en como empezó esto de La Hora de Mcrow.

Me recuerdo vivamente hace más de diez años, sentado ante el teclado de una computadora que hoy sería considerada una antigüedad, en alguna de esas salas de chat que se volvieron tan populares en los noventas, usando mi sobrenombre de Mcrow.

En aquel entonces, estaba por terminar la universidad y sin embargo todavía buscaba mi identidad como adulto. En esa sala de chat hice grandes amigos que me regocijo de todavía contar con ellos en la distancia y seguir en contacto solo por esta supercarretera de la información; que será lo que ustedes quieran, pero como acorta las distancias.

Ahí de pronto con ese espíritu de payaso que siempre he tenido, me ponía a decir reflexiones de escasa importancia y hablaba de cosas que notaba, tenían un efecto en la gente.
Fue ahí cuando me enamoré de la escritura como una catarsis para mí y un medio para tocar las vidas de algunas personas que se dejaran hacerlo.
Hasta que alguien que no recuerdo bien, empezó a llamar a esos momentos como La Hora de Mcrow.

Posteriormente me mude al mail y acostumbraba mandar mis escritos a una lista en la que poco a poco se sumó mucha gente de muchos países.
Después de cierto “éxito” y algún tiempo de hacerlo, el sistema me absorbió hasta que de pronto sin más me detuve.
Podría echarle la culpa a muchas cosas, sin embargo el único que tuvo la culpa de eso fue quien esto escribe.

En ese tiempo conseguí un empleo en donde hoy todavía estoy y donde he crecido en todos los sentidos, tanto personal como profesional. Me mudé de Monterrey, me casé, regresé y mi vida transcurrió con todos los cambios normales de cualquier vida.

De pronto un día sin más volvió. Ahora no en chat, ahora no en mail. Sino en forma de blog, que es un medio que aún entraña muchísimos misterios para mí.

Regresó La Hora de Mcrow, con todo y el logotipo que un día hice y nunca use hasta ahora; pero sobretodo regresaron las ganas de escribir y de decir cosas que la mayoría de las veces carecen de importancia para la mayoría a excepción mía. Porque normalmente lo que escribo tiene que ver con personas a las que quiero profundamente o cosas que ocupan mi mente en ese momento.

Ahora aún descubro el como insertar texto aquí y otras cosas. Estoy conociendo ese submundo de los blogueros, conformado por un variopinto grupo de personas que nos gusta hablar de muchas cosas. Empecé a seguir gente que aunque no conozco, hoy le dan un sentido nuevo a mi vida y a mis escritos. Me reencontré con el mundo que existe más allá de este país y recordé, porque amo tanto las palabras y todo lo que a ellas les gusta decir.

Hoy bajo este seudónimo de Mcrow vuelvo a contarles a ustedes de mi esposa, de mi familia y amigos, de la salud, de los problemas cotidianos y del mundo que me rodea. Ustedes gentilmente me favorecen con su visita y sus comentarios, mismos que llenan de dicha mi corazón y mi espíritu; y mientras eso sucede y el mundo avanza a una velocidad vertiginosa, yo trataré de seguir cada semana aquí, hablando de cosas sin sentido, tratando de con esto llegar a los más profundos rincones de mi mente.

Esta epifanía hoy me vino sin anunciarse, así como un día me vino sin más, la necesidad de escribir, así como igualmente un día se fue y así como un día de tantos regresó sin hacer reservación.

Yo hoy doy gracias por esas ganas de escribir y de contarles cosas con todo el amor del mundo.

Aquí sigo y seguiré mientras esas ganas no decidan irse de nuevo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La Vida Saludable

Primero que nada gracias a todos por su solidaridad con el tema de Estibaliz. Un tópico por demás escabroso y polémico.
Sin embargo tengo el placer de informarles las últimas reformas aprobadas en la cámara alta acerca del mencionado mal:

- Por lo pronto el tema de la cirugía queda pospuesto hasta nuevo aviso debido a que primero realizaremos algunas terapias alternativas para ver sí con esto podemos vencer a Estibaliz.

- Derivado de la iniciativa anterior he comenzado a hacer algunos cambios dramáticos en mi estilo de vida así como en el deporte que he practicado con mucho éxito los últimos años en categoría olímpica llamado Sedentarismo Extremo.
La semana pasada comencé a eliminar los refrescos de mi dieta regular y a sustituirlos por agua (con un limoncito exprimido nada más) lo cual de entrada para mi implica un esfuerzo extremo.
También he comenzado a regular mi alimentación con fibra, frutas y verduras lo que hace que me vuelva mucho más creativo a la hora de prepararme algo de comer pero que implica también una ardua labor.

- Además de eso he incorporado a manera de colación, golosinas saludables (dirían los mamucos del Discovery Kids a las frutas) en mis entrecomidas que vienen a sustituir a las galletas, papitas fritas y demás comida chatarra, que en realidad debería llamarse comida deliciosa.

- He reducido mis cuatro tazas de café al día a solo dos y ese es mi tope lo siento. Haré lo que quieran que haga; sí quieren me vuelvo a poner de perrito con el doctor, pero el café no lo dejo no lo dejo y no lo dejo.

- Quedan pendientes hasta nuevo aviso la rutina de ejercicio y el dejar de fumar; que sí las voy a hacer pero hoy no.

Hasta ahora estas medidas han sido llevadas a cabo con éxito. Solo me descosí un poquito ahora con la gloriosa venida a la ciudad de las montañas, de mis amigos los vacunos. Quienes arribaron el viernes pasado para ir a McAllen al choping y nosotros que somos bien difíciles para eso pues los acompañamos.

Recibimos al Sr. y a la Sra. Vacuno en casa de mi hermana con una típica carne asada regiomontana, para al día siguiente emprenderla a los United.

Sin embargo mi nuevo estilo de vida saludable ha encontrado muchas trabas en su camino. ¡Que difícil es en México llevar una vida impoluta y libre de pecado! La comida es deliciosa, engordante y está por doquier. Y sí no me creen basta ver a nuestro rollizo Secretario de Hacienda quien es el vivo ejemplo de lo bien alimentados que nos encontramos los hijos del Quinto Sol.
Tan bien alimentados nos encontramos, que estamos felices y no nos importa que el gordito nos cuelgue todos los impuestos que se le ocurran. Eso para los ingenuos fue sarcasmo.

A pesar de lo difícil de mantener un estilo de vida saludable, mi mente y mi espíritu se encuentran arduamente entrenados para soportar las pruebas de hambre y resistencia más extremas. Además del profundo deseo de eliminar a Estibaliz de mi vida de manera definitiva.

Con esto tengo el placer de informarles que a una semana de esto, después de algunas medicinas y sin tener que recurrir a los imanes que serían en este caso la última línea de defensa en esta terrible guerra sin cuartel; Estibaliz empieza a ceder terreno y se ha vuelto una Estibalizita. Sin embargo, yo como fiel discípulo del Arte de la Guerra de Sun Tzu, estoy decidido a continuar este ataque por todos los frentes para evitar que ella se reagrupe y llame refuerzos. Cuando el enemigo se encuentra más débil es cuando uno debe asestar un contundente y mortal último golpe para arrebatarle definitivamente cualquier posibilidad de victoria.
Seguiré reportando desde este frente que se encuentra en la retaguardia.

Entre otra de las cosas fenomenales que sucedieron esta semana, fue que tuvimos el placer de conocer a los Gemelos Fantásticos. Ellos son hijos del hermano y la cuñada del Pelón esposo de mi hermana. ¿Me entendieron?

La heroica mamá se encontraba feliz y repuesta en su camota de hospital. A diferencia de mi comadre la coneja que al primer vómito se puso verde como la Rana René y no se le quitó hasta hace una semana.
La verdad es que la concuña no parecía que acabara de dar a luz a dos bebotes tamaño extra large; sino más bien parecía que había ido a la feria, se había comido dos helados, subido a todos los juegos y regresó feliz de su paseo.

Además se confesó conmigo y me dijo que es asidua lectora y autoproclamada “fans” de La Hora de Mcrow. Yo que soy un ególatra que vive del aplauso, la amo por eso y les deseo larga y feliz vida a ella, su marido y a los Gemelos Fantásticos.

Estas humildes líneas son para ellos en este tan importante momento de su vida.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Estíbaliz

Lo que están a punto de leer, es quizás el primer texto de este virginal blog que por poco no supera la censura de mi consorte.

¿Cómo vas a contar eso en La Hora de Mcrow? ¡Esas cosas son privadas y no se cuentan en un blog! ¡Atrás mujer! ¡Vade retro Satanás! En este virginal blog cobijado por la enigmática identidad de Mcrow que solo unos pocos conocen, yo hablo de lo que sea y eso incluye el penoso incidente del que estoy siendo víctima en este momento. Además mis escasos lectores tienen todo el derecho a saber los males que me pasan y los que vienen amenazantes a hacerme la vida más difícil.

Haz lo que quieras dice mi domadora. Así dice ella cuando algo no le parece en señal de protesta a sabiendas de que si lo hago, pues ya es mi edo.

Como no hay una forma sencilla de decir esto, lo diré así de sopetón: Tengo una hemorroide.
Y el que nunca haya tenido un problema de esta índole que tire la primera piedra.

Eso si, tal vez con mi identidad secreta me daría mucha pena decírselos pero como Mcrow la verdad es que me importa un comino y los que me conocen debajo de este seudónimo, espero más que otra cosa de ellos su más sumisa solidaridad.

Todo comenzó cuando decidí acudir al doctor por las molestias provocadas por esta hemorroide a la que he decidido bautizar como Estíbaliz. ¿Por qué le has puesto ese hermoso nombre? – Puede que pregunte alguno de mis escasos lectores- Pues la verdad es que creo que este tipo de cosas uno debe de ponerles nombre para poderlas combatir adecuadamente. Después pensé… ¿debe ser el nombre de varón o de mujer? Rápidamente por las molestias que estaba dando me pareció que indudablemente se trataba de una fémina.
Tampoco se trataba de darle un nombre de alguien que hubiera sido importante para mí; como por ejemplo aquella maestra que me gustaba en primero de primaria o alguien así. En esta misma línea de pensamiento se me ocurrió que debería ser el nombre de alguna mujer que yo odiara profundamente y así surgió Estíbaliz.

Así fuimos Estíbaliz y yo inopinadamente unidos a ver a un doctor que la verdad parecía ser la cruza entre una hemorroide y Mr. Bean.

¿Qué tiene usted? Una hemorroide ¿Molesta? No… la verdad es que solo pasaba a saludarlo. ¡Pues claro que molesta! ¿Pasa usted mucho tiempo sentado? Si. ¿Hace usted ejercicio? (ya se por donde vas canijo…) No. ¿Come usted frutas? La verdad no mucho. ¿Verduras? Poco… muy poco. ¿Bebe usted agua?, Cuando me lavo los dientes un poco. ¿Tiene usted algo de sobrepeso verdad? ¡Na!. ¿Toma mucho café? Si (vaya hasta que respondí una bien…) ¿Fuma usted? Si (ya voy agarrando racha…)
El doctor con su cara de hemorroide solo arqueó las cejas como diciendo: No me sorprende gordito.

Déjeme revisarlo. Póngase ahí hincadito como pidiendo perdón mientras yo lo reviso. ¿Me va a doler? No hombre solo la voy a ver.
Doctor sepa usted que yo no tengo nada en contra de esta posición, solo que la verdad siempre me toca del otro lado.
Bueno… uno siempre tiene que ver todas las perspectivas – contestó el galeno.

Tiene usted una hemorroide. ¡Hombre que buen doctor!... ¿Qué me tomo?, Nada. ¿Cómo que nada… es incurable?, No, mire amigo, lo único que queda hacer aquí es cirugía. ¿Cómo que cirugía?, Si, lo tengo que operar para podérsela remover. ¿No hay otra manera? A estas altura solo queda el bisturí.
Además tendrá que cambiar todos sus hábitos sedentarios que es lo que le ha provocado verse en un dilema así.

Esa fue mi vista al doctor. Ahora me tengo que operar. Ya empiezan a surgir todas las opiniones médicas de la familia que rápidamente se han puesto manos a la obra para tratar de remediar a Estibaliz.
Hay que ver un homeópata, ¡Tómate esto!, ¡Tómate lo otro! ¡Úntate esto!, ¡Cúrate con energía!, ¡Ponte un imán!, Los doctores siempre quieren operar porque es lo que les da dinero, no les hagas caso.
Todo eso suena muy bien pero ¿que hace uno sí un doctor le dice que se opere? Pues uno se opera y ya. Uno les paga para que ellos tomen esas decisiones basados en un juramento hipocrático que rige sus vidas a diferencia del dinero… aunque… ahora que me acuerdo, no le pagué al doctor. Lo pagó mi seguro, ¿será acaso que…?

Bueno entre que decido sí me opero o no me opero les dejo saber para que le recen a todos los santos.

Espero que no haya ninguna Santa Estíbaliz porque esa no me va a ayudar.

domingo, 8 de noviembre de 2009

In the Streets of San Francisco

Todo lo bueno se acaba y estas crónicas terminan hoy; pronto volveré a escribir de otras cosas de mayor importancia.
Me imagino a mis escasos lectores preguntándose acerca de esta afirmación: ¿Cosas de mayor importancia? ¿Cómo que? ¿Ensayos sobre carteras?, ¿volverás a hablar de los Mexicanos que bailaron Thriller sin hablar de ellos y desviarte abismalmente a @Astro_Jose? ¿Tal vez otra crónica de tus tías? ¿Tu insomnio? ¿La generala? ¿El Joey? ¿Consideras estas cosas de importancia?

He resumido hasta ahora en este virginal blog el memorable viaje a San Francisco con el propósito de vacacionar y por supuesto asistir llenos de gozo y alegría a la boda de Pollito y su galanazo de Serbia.

Después de la llegada, los primeros días, la cena de ensayo, la boda y el vivir con miedo todo el tiempo y a las carreras por culpa de Mamá Gallina y su “Entourage”; por fin pudimos empezar a tener algo así como unas vacaciones de las que solo resumiré lo más destacado.

Recorrimos aquellas zonas de la ciudad que nos faltaban como Fisherman’s Wharf, el barrio chino al que nunca dejamos de ir, comimos en lugares riquísimos y por supuesto hicimos esa excursión de un día al Valle de Napa y a Sonoma.

Mi esposita desde que vimos la película de Milk, estabá inge e inge que quería ir al Castro, que como es sabido por mucha gente es el barrio gay.
Así pues obediente como soy, la subí en un tranvía y la llevé allá a aquel lugar en donde Harvey Milk quien fuera uno de los primeros políticos abiertamente gay, tuviera su tienda de fotografía donde además era su centro de operaciones de campaña.

En el camino nos toco ver cosas que francamente no estoy acostumbrado a ver. Antes de continuar, debo aclarar que yo no tengo nada contra la comunidad gay ni contra las personas que practican un estilo de vida diferente al mío.
Es más… puedo presumir que uno de mis mejores amigos, el Gordo Reformado a quien quiero profundamente y es junto con el Güero, como un hermano para mi; aunque no es abiertamente gay, todos esperamos con ansia el día en que lo acepte y decida que el closet solo es para la ropa; salga galantemente de ahí enfundado en una estola cantando alguna canción de Cher y nos presente a su nuevo novio y su perrito chihuahua llamado Brüno.

Sin embargo hay que decir que en México la homosexualidad hoy en día no se vive tan abiertamente como en San Francisco, lo cual para serles franco, a mí me dejó con el ojo cuadrado. Ya que vi cosas de las que uno se imagina que solo hay en las películas y de las que ya no hablaré antes de que salga una liga de la justicia gay y me tache de homo fóbico.

Allá fuimos la dueña de mis quincenas y yo ese domingo, a pasearnos por las bonitas calles del hoy histórico Castro. La gente abarrotaba los bares y los restaurantes, las tiendas y las esquinas, paseaban por las calles ondeando su orgullo que, hay que decirlo, bastante les ha costado, en un país acosado por una doble moral más fuerte que en cualquier otro.

Pero la tienda de Harvey Milk nada más no aparecía. Fuimos de aca pa’lla y de allá pa’ca y no aparecía la bendita tienda. Tuve que meterme en el Internet desde mi teléfono para encontrar la dirección. La compañía de teléfono después se encargo de meterme a mi otra cosa con los cargos del roaming internacional.

Siendo Milk tan famoso en el Castro y habiendo hecho tantas cosas por la comunidad gay, la verdad es que esperábamos que su tienda estuviera señalada con luces de neon, tal vez un busto del político o algo grande que dijera que ahí había pasado sus días el buen Harvey. Pero la verdad es que solo tienen una emotiva plaquita tamaño M&M que es muy difícil de encontrar si uno no lleva la dirección.

Así pues conocimos la tienda de Milk, que por cierto hoy es una mueblería y regresamos a nuestro hotel cansados y contentos.

El último día queríamos ir a conocer la famosa Grace Cathedral y tuve la genial idea de irnos caminando, las solo tres cuadras que la separaban de nuestro hotel; pero olvidé que San Francisco en eso se parece mucho a Zacatecas y también le aplicaría aquel verso de Ramón López Velarde en el bellísimo poema “La Bizarra Capital de mi Estado” donde dice: Altas/ y bajas del terreno, que son siempre/una broma pesada

Curiosamente ese poema de López Velarde continua: Y una Catedral y una campana/ mayor que cuando suena, simultánea/con el primer clarín del gallo/en las avemarías, me da lástima/que no la escuche el Papa.

Yo la verdad no oí la campana de Grace Cathedral pero sí escuche la de su homóloga de Zacatecas y la verdad es que López Velarde tenía razón. Sin embargo Grace Cathedral es hermosa y merece la pena conocerse. Aunque cuando terminamos las tres cuadras que medían lo que un campo de futbol cada una, por una subida empinadísima, nos faltaba oxígeno, nos dolían los pies, los riñones y el orgullo.

Ese fue nuestro último día en San Francisco. Ya no hablaré del regreso ni de cómo me hicieron abrir la maleta en el aeropuerto para quitarle un poco de peso y pasarla a las demás. Sirva decirte caro lector que regresamos con bien a nuestro hogar donde el Joey nos esperaba melancólico y nos recibió como sí fuésemos los reyes del cielo y de la tierra.

Estas crónicas como seguro te has dado cuenta, reciben su nombre de aquella bellísima canción de Scott McKenzie la cual ahí les dejo para su beneplácito. Así pues, terminan estas crónicas en una ciudad por demás bella, por demás diversa, por demás inteligente y sobretodo inigualable. A la que siempre llevaremos en nuestros corazones.




Scott McKenzie

domingo, 1 de noviembre de 2009

Will be a love-in there

Desde que tengo uso de razón me han gustado las bodas. Pertenezco orgullosamente a ese grupo de idiotas que lloran en ellas en los momentos más solemnes.
Desde luego la que más me ha gustado de todas ha sido la propia con mi ahora esposa; pero la verdad es que estaba yo tan dopado de felicidad que también ha sido la única en la que no lloré. Eso hasta que llegó el momento de bailar con mi hermana quien como se ha dedicado a hacer toda su vida, me sacó algunas lágrimas.

Las bodas en México son casi todas iguales: La misa, la ceremonia del civil, la fiesta, la cena de la que nunca nadie está conforme, el baile casi siempre en algún momento a ritmo de Caballo Dorado y su No rompas más/Mi pobre corazón… u otras canciones más tontas pero pegajosas como Sopa de Caracol y en últimos años Timbiriche.
Alguien reparte globos, serpentinas, sombreros, antifaces y trompetas que hacen las delicias del respetable. La ceremonia en la que la novia lanza el ramo a un grupo de gacelas embravecidas, el liguero lanzado por el novio a un grupo de amigos ya algo ebrios, los chilaquiles en la madrugada, el mariachi casi al final y a seguirla donde sea.
Eso sin olvidar el antiguo truco de que sí quieres que todos lleguen a las siete, tienes que citarlos a las seis. Porque somos aztecas y nunca llegamos temprano por designios del Quinto Sol.
La verdad es que son muy divertidas las bodas en México.

En Estados Unidos las bodas en esencia son iguales. Hay un par de tarugos que deciden unirse en una ceremonia acompañada casi siempre de una recepción, donde la gente baila y se divierte.

La primera gran diferencia es que sí te citan a las cuatro con treinta minutos tienes que estar a esa hora y ya. Aunque Mamá Gallina se haya presentado diez minutos tarde en la cena de ensayo ya comentada anteriormente, eso no quiere decir que en la boda íbamos a hacer lo mismo, porque seguía vigente el marcial toque de queda.

La boda de pollito fue en el hermosísimo Golden Gate Park a la hora mencionada. Ahí llegamos vestidos, bañados y perjumados puntualitos. La ceremonia se llevaría a cabo en un paraje arbolado donde ya estaban dispuestas las sillas y la mesa con el chupe; mismo que como se nos informó, sería para después de la esperada unión.

De entrada la sentada con los gringos en la ceremonia es todo un arte. La familia de la novia de este lado y la del novio del otro. Luego viene la pesadilla logística que implica sentar a una All United States Family; iba a decir All American pero ya expliqué mi convicción de que para mi no es así.
Una AUSF (para abreviar…) se compone de los papás de los novios y sus respectivos esposos(as) o novios(as); los hermanos y medios hermanos se sientan dependiendo de sí el papá o mamá están más cercanos en la línea del parentesco con los novios. Sí es así lo sientan más cerquita y sí no en algún rinconcito sobre un hormiguero.
Desde luego los papás y sus parejas tienen a su vez padres (o la mayoría… porque algunos no tienen madre) que también participan en el acto y hay que sentarlos “asegún”. Los primos, tíos y amigos ya los sientan como caigan, pero eso si, del lado que les toca.

En la boda de Pollito y su galanazo de Serbia la ceremonia fue oficiada por una ministro, que habló de muchas cosas mientras los novios se tomaron de las manos y se miraron con cara de venaditos enamorados durante la hora que duró el acto.
Me siento totalmente incapaz de resumir el discurso de ella en este humilde texto, así que no hablaré de cuando se refirió al amor que se profesaban, de cómo se conocieron, de sus gustos culinarios y de cómo el le ayuda a bajar las tazas de hasta arriba de la alacena a la chaparrita de mi sobrina.
Tampoco de cómo para honrar la herencia mexicana de Pollito se leyó un fabuloso poema de… Pablo Neruda, quien hasta ese día yo pensaba que era chileno.
Luego recordé que para los estadounidenses, todo lo que está debajo de Texas es México y eso incluye desde Guatemala hasta Argentina. Sí acaso reconocen un poco a Brasil, nada más porque hablan otro idioma, pero no están muy seguros. Así de mensos son pero ni modo.

Después la bellísima hermana del novio para honrar su herencia de Serbia, leyó un texto en ese idioma que aunque ninguno le entendimos ni papa, a todos nos pareció maravilloso, así como ella nos parecía maravillosa también; de quien ya no comentaré más porque después del último texto casi me mandan a dormir al parque de enfrente.

Así terminó la hermosa ceremonia con un gran beso (lengua incluida…) de la flamante pareja, quienes se veían estupendos en sus trajes de novios, así como nosotros en los nuestros. Mi esposita estaba radiante enfundada en un vestido negro adornado con una pashmina rosa que la hacía parecer la esposa del embajador de México o sea yo.

Después de una copa de champagne, nos subieron a todos a un camioncito que nos traslado a ese hermoso pueblo llamado Sausalito, cruzando el Golden Gate; quien ahora sí puso de su parte y por primera vez en este viaje, se dejó ver ante los atónitos ojos de los foráneos, mi mamá incluida quien ahí lo vio realmente por primera vez.

Así llegamos a un restaurante en la orilla del mar donde se desarrolló la fiesta de la boda.
Otra de las grandes diferencias en las bodas de “aquí” y las de “allá”, es el rol protagónico que juegan los amigos de los novios, a quienes emparejan de manera que funjan como escolta de los novios. Al momento de entrar al salón son presentados con gran pompa y todos llegan bailando y haciendo piruetas; cosa que a mi más que una boda me pareció la entrada de la serie “Friends” sin la fuente.
Otra de las diferencias importantes es que en Estados Unidos se tiene la costumbre de que el Padrino del Novio, la madrina de la novia y el padre de la misma hablen. Como en estas bodas no hay nada espontáneo y todo está militarmente ensayado los discursos normalmente solo son emotivos para los novios, pero eso no importa porque finalmente es su evento y es para que ellos lo disfruten.

Así después de la cena y con la bahía de San Francisco de fondo inició el baile; mismo que comenzó con las canciones que normalmente en México se ponen al final para después dar pasó solo a música electrónica, la cual a mi no me gusta más de veinte minutos porque después de ese tiempo me empieza a apretar el escroto.
Otra de las cosas que hacen allá es que las bebidas las cobran. En México acabarás empeñando la licuadora o la tele pero todos comen, beben y bailan a costa de los novios. Esta costumbre de cobrar las bebidas, no se llevó a cabo en esta boda y por lo mismo la mayoría de la concurrencia se dejó caer con singular alegría y perdieron la compostura y el glamour cuando la noche aún era joven.

Yo no soy asustado pero la verdad es que varias de las gacelas que bailaban solas en la pista, se levantaban su faldita para abanicarse sus cositas y nos enseñaron todo su tesorito. Así también empezó algo así como un concurso de baile de tubo del que aunque no se premió a nadie, creo que la competencia estuvo muy reñida.
Yo todavía soy joven y lo entiendo, pero nada más veía como a mi papá se le caían los tres pelos que le quedan y mi mamá ponía cara de que estuviera viendo Cinemax ya muy noche.

Sin embargo disfrutamos mucho, la pasamos muy bien, comimos muy rico y bailamos. También convivimos por última vez en este viaje con la familia hasta que el inevitable regreso a altas horas de la noche, nos llevó a nuestro anhelado hotel donde por fin pudimos descansar y alegrarnos por Pollito y su galanazo de Serbia quienes a partir de este día iniciarían un nuevo capítulo en sus vidas en el cual serán muy felices el uno con el otro.

Todos dormimos tranquilos a excepción de mi mamá quien seguro se la pasó buscando en la tele Cinemax.

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