domingo, 30 de mayo de 2010

Leona Enjaulada

No es fácil tener en una parcial inactividad, a una mujer como mi tirana esposa.
Tres días fue lo máximo que entre toda la familia, pudimos mantenerle confiscado su Nextel. Herramienta primordial de trabajo para ella, con quien mantiene una relación erótico-productiva.
Al cuarto día nos mandó a todos a freír espárragos; retomó el control total de su teléfono y computadora portátil, y a chambear se ha dicho.
Mi esposa es el claro ejemplo del espíritu de trabajo, que siempre ha caracterizado a la gente del norte de México. Su empuje y ahínco así como la manera en la que conduce a sus hordas de colaboradores, es en parte el hecho que le ha ganado el castrense mote de La Generala.

Por favor dime caro lector, como puedo mantener en estado de confinamiento en su segundo piso, durante dos semanas, a una mujer así. ¡A ver dime! No lo sé.
Creo que el título de esta entrada dice más que mil párrafos.

Digamos que mi cargo en esta honorable mansión, ha sido degradado a: Mesero, mozo, cocinero, enfermero, terapista físico, conserje, chofer, contralor y hasta psicólogo. Siendo este último, el que ha tenido los resultados más catastróficos.

La Primera Dama ya está harta de todos y de todo, en especial de este que escribe, que no ha hecho otra cosa, que ser el báculo de su discapacidad.

¡Amor!, (así dice para dorarme la píldora) ¿Me subes un té? Ahí voy con el té.
¡Amor!, ¿Me ayudas a quitarme esto? Ahí voy a quitarle eso.
¡Amor!, ¿Me ayudas a volvérmelo a poner? Allá voy presto a volvérselo a poner.
¡Amor!, ¿Me aprietas la faja? Voy y le aprieto la faja.
Al ratito oigo el inconfundible sonido del velcro despegándose y ya se que la faja, ha sido de nueva cuenta removida por las impacientes manos de mi consorte.
¿Ya te quitaste la faja mi vida? Sí, porque no me fajaste bien. ¡Que raro! Eres la primera que se queja. Ya cállate y apriétame bien la faja. Y allá voy las veces que sean.

Toda esta diligencia y excelente servicio, no hace que mi esposa se compadezca de mí. Todo lo contrario. En estás dos semanas me ha dedicado su peor humor. Esto… queridos lectores, quiero que se sepa y se esclarezca a la brevedad.

Pensé que si la dejaba trabajar un poco desde la casa le haría algo de bien. Todo lo contrario. La Generala es lo que los gringos llaman una “workaholic”, se apasiona demasiado en su trabajo y se molesta con facilidad ante la incompetencia del Masiosare promedio. Entonces se enoja y le aprieta la faja. Si le aprieta la faja, le duele la panza. Si le duele la panza se siente mal y si se siente mal ¡Ay de mi!

¿Qué te pasa “jani”? No me siento bien. ¿Te duele algo? No sé. ¿Cómo que no sabes? Pues me siento rara. ¿No te sientes como si te hubieran operado? Pues si, pero a demás siento otras cosas. ¿Por ejemplo? Pues no se; por lo pronto tengo nauseas. ¿Nauseas? O algo así (suspiro)-termina la confundida mujer, dejándome más confundido a mí.

Joey, quien ha demostrado tener una inteligencia menos desarrollada que una toronja, sorpresivamente ha comprendido este nuevo orden mundial bastante bien. Sólo le hace cariños a ella cuando le llaman y si no, se mantiene a prudente distancia, donde no pueda ser víctima del humor de su ama.
Sin embargo su tarea es más sencilla, porque a él no le piden que suba cosas o que baje cosas o que le quite o que le ponga.
Para eso necesitaría a Rin Tin Tin o a Lassie y pues yo creo que los dos, ya están en el cielo de los perros.

Abro los brazos, miro al cielo y le pregunto al creador: ¿Cuánto más durará esta locura? ¿O es que acaso estás probando mi paciencia para cuando me estrene como padre? ¿O sólo estás experimentando un poco para saber cuanto tiempo le toma a una persona perfectamente normal como yo, tomar la decisión de asesinar a otra?

Por favor no piensen que soy un desconsiderado. Yo se que la Generala está recién operada. Pero la realidad, es que el buen humor con el que salió del quirófano, se ha desvanecido completamente debido al confinamiento.
Por favor no me regañen. No me critiquen, no me digan nada.
Soy un hombre que ha sufrido mucho.

martes, 25 de mayo de 2010

El Via Crucis de la Generala

La Generala fue y vino del quirófano con gran éxito.
Entró en las endemoniadas fauces del lobo y salió sólo con unas mordiditas que le hicieron los mandados.

El sábado quince, como ya estaba estipulado; mi esposita se levantó a la siempre inoportuna hora de las cinco y media de la mañana, para bañarse, maquillarse un poquito, plancharse el pelo e irnos.
Yo no entiendo a mi esposa que, como seguramente muchas mujeres lo hacen, se peina para entrar al quirófano. Los hombres (o por lo menos este hombre) no comprenderemos nunca cosas tan ridículas como esa.
Pues así muy linda y muy planchada, la llevé hasta esa casa de la risa, que en realidad es un hospital “para la mujer”, donde luego de una rápida admisión, la treparon a una silla de ruedas y la llevaron al preoperatorio.
Casi una hora después, entré a verla ya en su camilla y con su batita, sólo para desearle suerte en tan arriesgada empresa.
Debo confesar, que la calma de la Generala, era perturbadora.

Así la vi irse rodando, empujada por dos enfermeras y así me quedé en la sala de espera haciendo lo propio con una variopinta concurrencia de familiares.
Ahí estaban mis suegros, unas tías de mi consorte y la Crayola con el Pelón.

La hora y media en que estaba prevista la cirugía, transcurrió en una relativa calma por parte del contingente.
Cuando se cumplieron las dos horas en el quirófano, este que escribe, comenzó a impacientarse y preocuparse, porque ya estaba demorando más de lo previsto.

Me acerqué al módulo de información, que resultó ser el menos informado, para preguntar sobre el estado de “my love”.
Me hicieron saber que la Generala seguía en cirugía, pero que me mandaba decir el anestesista que todo iba muy bien. También me mandó felicitar porque en sus años de carrera en esa noble profesión de dormir gente, nunca había visto una paciente mejor peinada.

Cuando se cumplieron las dos horas y media, me mandó llamar la doctora para informarme el resultado de la cirugía.
Mi suegra, como buena madre mexicana, me acompañó inopinadamente, para escuchar también.

Los quince segundos que se demoró la ginecóloga en contestar mi pregunta de cómo había salido la cirugía, por estar saludando a mi suegra, se me hicieron eternos.
La intervención había sido muy exitosa y a la par nos mostró el tremendo mioma maldito, que había acampado en el vientre de mi Emperatriz.

Cuando lo vi casi me desmayo y dejé de escuchar a la doctora, ante la imposibilidad de poder quitar la mirada de la tremenda pelota de golf, que le habían quitado a aquella. ¡No era para menos!, ese mioma estaba igualito a la señorita que nos atendió en admisión, así que dejé de hacerle caso a la galena, pero te puedo decir querido lector que todo salió bien y ya.

Un par de horas después, sacaron a la Generala de la temible sala de recuperación que, hay que decirlo, es peor que la cirugía; y ahí venía mi amada (todavía muy peinada, pese a la faena) agitando los brazos como si le acabara de anotar un gol al Barcelona. Eso si… muy acostadita en su camilla.

Las tres noches en el hospital, yo me la pasé yendo y viniendo a lugares sin mucha importancia. Iba a desayunar, luego regresaba. Iba a comer, luego regresaba. Me iba a mi casa a reposar un par de horas, para luego regresar a dormir en un amable sillón, que debo decir, se comportó a la altura de las circunstancias.

A lo largo de las tres largas jornadas, debo decir que mi primera dama se comportó como toda una heroína y al día siguiente, ya estaba paradita al lado de su cama.
El desfile de familiares y amigos, no paró prácticamente en todos los días, así como las llamadas de nuestros seres queridos que están lejos. Todos ellos preocupados por la salud de mi esposita, hasta el día de hoy.

A todos ustedes que estuvieron al pendiente y que a través de sus comentarios en este virginal blog, Facebook y Twitter, nos dieron ánimos… gracias.
También a todos los que llamaron desde la lejanía… gracias.
La paciente Generala con su estoico peinado, les agradece a todos por sus buenos deseos.
Yo también, a falta de mejores palabras… ¡Gracias totales!

domingo, 9 de mayo de 2010

Revelación

La Generala y yo no hemos podido tener hijos.
Discúlpame por favor lector querido, por recibirte con ese mazazo en la cabeza y sin antes lubricar un poco la conversación.
Le he dado vueltas y vueltas a este tema y decidí que lo mejor era hacerlo, como cuando uno se tiene que meter a una alberca con el agua helada. De a poquito sufre uno mucho, pero si te echas un solo clavado, a pesar de la profunda sensación de quererte sacar los ojos por la nariz, todo pasa muy pronto. Por eso te la suelto así sin agua va.

Mi amada consorte y quien esto escribe, tienen ya casi un año y medio en estos ires y venires. Primero resultó que su servilleta, tenía algunos cables cruzados, por lo que tuve que someterme a una sencilla cirugía, para reconectar el positivo con el positivo y el negativo con el negativo. No hablo de los cables del cerebro, esos ya no tienen remedio.
Después de eso, el embarazo nunca se dió y tuvimos que recurrir a otros métodos en los que ahora no profundizaré.
Hace tres semanas, resultó que la dueña de mis quincenas, también le habían surgido algunas cositas, que continuarán haciendo ardua y cansada nuestra misión de poder ser papás.

La Generala, temeraria como es, en contubernio con su ginecóloga; acordaron que lo mejor era someterse a una cirugía para extirpar los dos miomas que se alojan en uno de mis lugares favoritos.

Es por eso que el próximo sábado, a mi emperatriz, le meterán cuchillo, para poder extirpar este par de miomas metiches, que la verdad, ven la procesión y no se hincan.
¡A la mierda con ellos!

No te quiero deprimir querido lector con mis cosas; pero este proceso ha sido una larga batalla en que los dos, hemos luchado mes tras mes, en un proceso que solo podría definir como “El Círculo del Éxtasis a la Agonía”.

Creo que el nombre no podía ser más adecuado para este proceso, que empieza con un éxtasis (si me va bien dos o tres) y continúa con un largo, larguísimo proceso de espera, que siempre culmina con la maldita e infaltable noticia de que no se pudo.

El proceso es desgastante en si, pero creo que lo mejor de todo es que aunque a veces flaqueamos, no nos hemos dado por vencidos. La prueba de ello está, en que a mi consorte no le tembló la manita para decidir operarse y hacerse este “sencillo” procedimiento, que se encargará de dejarle su matriz nueva de paquete; sólo me queda amarla más, por ser tan entrona y decidida a este respecto.

Yo creo que en realidad lo que ella quiere, es ampliar el número de lacayos a su servicio, en los que Joey y yo, ya no somos suficientes. A veces pienso que su agenda oculta es formar un ejército de hijos e hijas que dominen el mundo y lleven su sagrada palabra a todos los rincones.

Nunca te he pedido nada querido lector; pero el próximo sábado 15 de mayo a las ocho de la mañana hora de México, te solicito que por favor le pidas a lo que sea que creas, por la salud de mi querida compañera. Por favor pide también, porque este procedimiento sea la batalla final, contra esa horrible cosa llamada infertilidad; para que la Generala y yo, podamos traer a este mundo a una (o unas…) personitas, que puedan hacerlo cada vez mejor.
Sobretodo, los que son padres, creo que entenderán mejor.

¿Te imaginas este virginal blog una vez que llegue un bebe a nuestras vidas?
Estoy seguro que será un material interminable de todas nuestras correrías. Desde los nueve meses de embarazo, hasta cuando por fin llegue y lo podamos cargar y abrazar.

A mi esposa sólo le digo que la amo con cada extremidad de mi cuerpo y que estoy seguro que en algún lugar, hay un hijo o hija que espera ser asignado a esta mansión, en la que lo seguiremos esperando con muchísima ilusión.

Quiera Dios.

domingo, 2 de mayo de 2010

Animosidad

¡Ay mis queridos y cada vez más escasos lectores!... como dice aquella olvidable canción de por supuesto no me voy a acordar quien caraxos: “Hay tanto que te quiero decir y no me animo”

Después de que la semana pasada, mi consorte tuviera la desfachatez de decirme, que mi entrada no le había gustado. Sólo para aclarar, se refería a la entrada del blog.
Por favor no vayas a creer que empiezo a tener ese tipo de problemas, porque estarás en un terrible error de proporciones catastróficas, así como el derrame de petróleo que ahora preocupa en el Golfo de México a Obama.

Pero ya me desvié.

Mi consorte se refería al escrito que publiqué para este cada vez más mosqueado blog y que no fue de su agrado. ¡Que difícil complacer a esta mujer!
¡Que difícil complacer a todas las mujeres del mundo!
Lo bueno es que como ya se legalizaron las bodas entre parejas del mismo sexo, ahora tengo la alternativa de poderme unir a algunos amigos que no tengan problemas hormonales.

Estoy seguro que hay varios de ellos que andan tras mis huesitos y la verdad es que yo no los veo con malos ojos. Por ahí está el Güero, que todo mundo sabe que siempre ha querido unir su vida con la mía y que es capaz de dejar a la coneja a la primera señal de asentimiento.
Por otro lado está el Gordo Reformado que pues también se rumoraba, que estaba como Ricky Martín, escondido en lo más profundo del closet, para salir en el momento menos pensado. Así que digamos que es el tiro más seguro que tengo.
Pero noticia de último minuto: El Gordo Reformado por fin, por fin, por fin, se ha conseguido una novia y por lo tanto, parece que por lo pronto estará fuera de circulación, probando como está eso de las mujeres.
En cuanto tenga más noticias se las hago saber.

Entonces, por la falta de pretendientes adecuados, creo que no podré divorciarme de mi Primera Dama por el momento (ni de las mujeres en general) para casarme con un hombre. Así que tendré que seguir escuchando cosas como esa de que no le gustó mi texto a ella.

Tampoco es nada nuevo que este último mes, he tenido más trabajo, que un vocero del Vaticano; La buena noticia amado lector, es que ya se acerca a su fin, esa temporadita que me trajo a sol y a sombra.

Resulta que la semana anterior a esta estuve casi toda la semana en la ciudad de México y Pachuca. ¿Haciendo que? Pues trabajando ¿que creían?
Allá fui y vine sin contratiempos, a conocer a “La Bella Airosa” a la que mi abuelo Pancho Pistolas, siempre se refirió de la siguiente manera:
“Son cuatro cerros pelones/un aire de la chingada/un atajo de cabrones/y un arroyo de cagada”

Se que mi abuelo, nunca lo podremos ubicar en el mismo nivel que a Pablo Neruda o Amado Nervo; pero hay que reconocer, que su sabiduría era grande como práctica.

Con este hermoso poema en la mente, hice mi entrada triunfal a la capital del estado de Hidalgo, sólo para darme cuenta que Pancho Pistolas, estaba equivocado y me hizo vivir en la ignorancia todo este tiempo.

Hay que aclarar que no todo es mentira y que la parte del aire de la chingada es verídica. No me atrevería a nombrar a los pachuquenses como los nombra ese dicho, porque la verdad, no los conocí tan bien.

Pero lo que en realidad me desconcertó, es que nunca vi los cuatro cerros pelones ni el arroyo de tan dudosa reputación.
Por más que exploré desde donde me encontré, la rica orografía de la ciudad; nunca descubrí los cuatro cerros. Ahora hasta me cuestiono si mi abuelo realmente se refería a Pachuca.

Ahora lo que nos tiene en ascuas es que resulta que a la que tienen que operar es a la Generala. Sobre ese tema es del que te quiero contar y no me animo.
Hasta ahora es un tópico evadido por quien esto escribe, aún y enmascarado por la indescifrable identidad de Mcrow.

Por ahora baste decir que es una cirugía “sencilla”, por algo muy simple y que estoy seguro que se necesita mucho más que eso para debilitar a mí aguerrida esposa.

Ahondaremos…

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