sábado, 30 de octubre de 2010

El Cantar de Cancún I

Sobre como la Generala y su lanchero, llegaron a Cancún en sus vacaciones.

Aquí te enterarás querido lector, sobre nuestro ansiado periplo a la península de Yucatán y más específicamente a esa turística ciudad, mundialmente conocida como Cancún.

Nos levantamos a la inoportuna hora de las cinco cuarenta y cinco de la mañana. Mi esposita, como buena mujer mexicana, lo primero que hizo fue ponerse a limpiar la casa. Mujer… ¿Para qué te pones a limpiar a esta hora? – La confronté. Pues porque la casa va a estar sola varios días y no quiero que se acumule el polvo. Además, como viene tu cuñada a hacer de nana para Joey, quiero que por lo menos esté presentable. Bañarte es lo que deberías de hacer, en lugar de estar limpiando la casa.- le dije. Como normalmente ocurre, no hizo caso. Rápidamente terminó y se baño ella, me bañe yo y estábamos listos en punto de las siete de la mañana para marchar hacia el sureste de México.
No contábamos con la irresponsabilidad y valemadrismo, de la compañía Contaxi; quien esta vez no hizo honor a su nombre y más bien nos dejó “Sintaxi”. ¡Ojalá que ardan por siempre en las llamas del infierno!
Así tan tranquilos, nunca llegaron. ¡Oh pérfidos bellacos! ¡Malditos falaces fútiles! (si alguien sabe que quiere decir esto luego me dice). Corrí y corrí, crucé el umbral de la puerta de nuestro bienamado hogar. Después crucé la calle y luego mi parque, hasta que llegué a la avenida, que esa ya no la crucé. Paré el primer taxi que pasó y regresamos galopando a la casa a por mi doncella en peligro y las maletas. Una vez todos juntos en el taxi, sentéme yo a un lado del anciano auriga y ordené a toda voz: ¡Al Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo, a toda velocidad!
Así empezó la acalorada corretinga por las calles de nuestra ciudad. El señor del taxi, bajo la promesa de una generosa propina, se tomó muy en serio la misión de depositarnos en el aeropuerto en sólo quince minutos. Todo iba muy bien hasta que nos paró un policía federal.
Se bajó el taxista y me bajé yo. El policía lo saludó a él y a mí me dijo: Métase al carro por favor, ahorita se va. Iba yo a explicarle al señor que todo era mi culpa, cuando me apuntó con un dedo y reiteró: ¡Que se meta al carro! Me di cuenta que su compañero iba fuertemente armado y obedecí. Tampoco es cosa de andarse poniendo con Sansón a las patadas. Mientras mi atormentada esposa, defensora de los desvalidos me recriminaba que todo esto era mi culpa y que si al pobre señor lo multaban yo iba a tener que pagar. No pasó eso y nos dejaron ir; por supuesto hubo que darle al chofer, su buena propinota por el disgusto.

Por fin volábamos gustosos sobre el Golfo de México en nuestro avión (o más bien de Magnicharter), que dos horas después nos depósito suavemente en el aeropuerto Internacional de Cancún. Cuando llegamos y aún estando en el avión, el eficiente personal de Magnicharter nos dijo: Cuando bajemos, se van derechito por su maleta, de ahí les decimos a donde está su transporte y se van. NO… repito… NO se vayan a parar con la gente del servicio de información del aeropuerto. Nosotros estábamos en la baba platicando y escuchamos esto de pasadita. Cuando ya bajamos y caminábamos a un lado del módulo de información, nos toma una muchacha del brazo, Pasen por acá por favor, ¿Por donde? Por acá. A muchas gracias. Nos lleva con otra de una potente sonrisa: ¡Hola! Hola contesto yo. La primera dama (o sea mi esposa) enmudece. ¿De donde vienen? De Monterrey. Ah… yo soy de Monterrey. Mira tu que coincidencia -le digo. Y pa’ luego es tarde, saca un mapita y nos empieza a echar toda su perorata en la que nos ofrecía todas las bondades de Cancún a precios de locura.
Aquella y yo nos volteamos a ver, le dimos las gracias y ante una fingida sonrisa de la chica nos largamos de ahí recriminándonos mutuamente.
¿De que te sirve haber viajado por el mundo si venimos a caer en las garras de la primera masiosare que topamos en Cancún? De sobra está decir, que fuimos los únicos que caímos y que el resto del contingente regiomontano, si hizo caso a las instrucciones y ya estaban muy paraditos esperando su equipaje en la banda.

Nos treparon a un camioncito como de escuela que nos fue dejando en nuestros respectivos hoteles. Ahí empezaron todas las instrucciones.
Durante la media hora de camino del aeropuerto, al hotel; otra masiosare, pero esta con micrófono, nos echó toda una letanía de lo que tenemos que hacer y como lo tenemos que hacer. La transportación, el hotel, las atracciones, las reservaciones, no masticar con la boca llena, ponerse chanclas al salir de la alberca, tengan cuidado en el mar y otras cosas igualmente sin importancia.

La única de las atracciones que me llamó la atención, fue la de un barco pirata donde secuestran a tu esposa. Yo levanté la mano rápidamente para ver donde había que anotarse, ante la inquisitiva mirada de General de Brigadier que me echó la del mismo rango. ¡Oh decepción! Resultó que esto es sólo un montaje y en realidad uno tenía que hacer todo el numerito con los piratas e ir a rescatarla, para que te la devolvieran como en una hora. ¡Así que chiste!
Pregunté cual era la tarifa para que no te la devolvieran y se quedara a vivir con Barbaneja, pero no me la quisieron dar.

Esta historia habrá de continuar y si me acompañas, te platicaré las maldades (para no decir bondades) de los hoteles “todo incluido”.

domingo, 24 de octubre de 2010

Prólogo Vacacional

Un hombre está parado frente a un estante del supermercado. Lo que intenta el muy bien parecido caballero, es comprar un bronceador y un bloqueador solar. Tarea difícil en estos tiempos, en los que el abismado consumismo, nos ofrece muchísimas opciones sobre un mismo producto. ¿Qué fue de aquellos años en los que solo existía el Coppertone del diez y el aceite de coco que vendían en la playa, con el que uno quedaba como pollo rostizado después de media hora en el sol? – Piensa nuestro amigo.
El mencionado caballero queda pasmado ante la idea de que los bronceadores prácticamente ya no existen y ahora han quedado completamente sustituidos por los bloqueadores solares. No tiene sentido ir a la playa si uno no se quema un poquito – Piensa otra vez él. Nuestro amigo, famoso por el bonito color “tostao” que agarra cada vez que visita la playa, se rehúsa a la idea de que los bronceadores estén extintos.
Hasta abajo del estante, muy lejos y apartados de sus primos incómodos, se encuentran tres ínfimas botellitas de “Hawaian Tropic” que si son lo que busca nuestro hombre.
Las toma y lee con cuidado las especificaciones. Una de ellas está defectuosa y escurre un poco de su contenido en la palma de su mano. De inmediato el fuerte y agradable aroma del coco, le trae muy reconfortantes recuerdos de su paso por la playa. De su paso por todas las playas con cuya arena se ha llenado los pies. Aunque decide dejar esa botellita por la paz, debido a que está defectuosa, lleva otra igual en su carrito del supermercado.
Para los bloqueadores no hay problema; puesto que el mundo ha decidido ahora mudarse del dorado tostado que te dan los bronceadores, a conservar el pálido color de la oficina, que es más feo que una axila de una lagartija, que te dan los bloqueadores. No tiene problema en encontrar uno y llevarlo.

Este atribulado caballero es el de la pluma (o el de la laptop sería más apropiado decir) y así comienza nuestro viaje hacia la península de Yucatán, donde, la Generala y vuestro querido Capitán, pasaremos seis días en las playas de Cancún.

Pero antes de abordarnos en la aventura de lo desconocido y explorar las exóticas y místicas aguas del Caribe Mexicano; hay una labor más ardua que cumplir: Comprarle un acondicionador a mi consorte.

Tomo el teléfono y le marco. Hay como setecientos diferentes ¿de cual te llevo? Del que sea. ¿Del que sea? No me siento cómodo con esa decisión; estoy seguro que el que compre será el que no debía. Tráeme de la marca “X” (tampoco se trata de hacer publicad gratis a los shampoos en este virginal blog). Muy bien, de ese hay para Liso definido, Rizo Sensual, Quebrado parejo, Brillo espectacular y Opaco misterioso. Para cabello grasoso, para cabello seco, para cabello rebelde, para cabello escaso y para cabello pintado. Pintado de rubio, pintado obscuro, pintado pelirrojo, pintado de cenizo y jaspeado. Hay también para reavivar el frizz (desde luego yo ignoro que carajos es el frizz) y para matar al fritz también. Busca uno para Rizos definidos. Es del único que no hay. Tráeme el que sea y ya me voy por que me estoy bañando. ¡Me lleva!...
Reporto que el que compré, fue del total agrado de mi esposa y todo bien.

Ya empacamos los trajes de baño. Mi compañera se niega a usar bikini (Mujeres), yo le digo que se ve muy bien pero ella no me hace caso. Ya llevamos las chanclas y los extintos bronceadores. Ya tenemos nuestros boletos de avión y lo necesario para el hotel. La cámara ya tiene la pila llena y el Joey ya tiene nana, que será ni más ni menos que mi querida cuñada “La Coronela”. Estoy listo para pasar unas tranquilas vacaciones, donde no pienso hacer nada que no sea, meterme a la alberca, nadar en el mar, tomarme unos buenos mojitos, leer mucho, escribir mucho, apagar el celular, clausurar la televisión, comer bien, volverme a meter a la alberca (dos horas después por lo menos), asolearme, comprar alguna chuchería, visitar alguna zona arqueológica maya de esas que abundan por allá, tal vez algún recorrido turístico y volver a empezar.
¿Me acompañan? No los puedo llevar a todos, pero prometo llevarlos a través de mis pensamientos materializados en palabras para este mosqueado blog.
Nos vamos a divertir; agarren su toalla y bronceador y vengan con la Generala y conmigo a este hermoso recorrido repleto de cavilación y autocontemplación.
No nos tardamos.

domingo, 17 de octubre de 2010

De Paseo

Voy volando de regreso a mi casita, después de dos largos días en mi otra casa que es la siempre hospitalaria ciudad de Celaya.
Creo que no te lo he dicho nunca querido lector, pero debes saber que yo viví en esta urbe del estado de Guanajuato. ¿Por qué? Eso no tiene la menor importancia.
Sirva decir que conozco esta ciudad como la palma de mi mano y que cuando llego a ella, a pesar de que esté bastante alejada de la mano de Dios, siento que llego a mi segunda casa.
Tal vez algún celayense de esos muy dignos que me pueda leer, pensara refrescármela en varias ocasiones por lo que acabo de decir de su ciudad; sin embargo, se que muy dentro de su corazón, sabrá que tengo razón.
Celaya ha sido una ciudad célebre por su historia, sus batallas y los héroes que por ahí pasaron. Tan celebre ha sido que a veces pareciera que han decidido mantenerla en las mismas condiciones.
Pero eso no es lo importante, ya que como dirían las grandes empresas: Lo más importante es su gente. Me puedo jactar que en mi paso por esta ciudad, he tenido el privilegio de cosechar grandes amigos y dejar que ellos me cosecharan a mí también.
Por eso, siempre será para mi un gusto llegar a esta “Puerta del Bajío”.
¡Pero nunca levantándome a las cuatro de la mañana!

Las cuatro de la mañana es una hora tan fastidiosa y molesta, que debería de quedar anulada de todos los relojes. Se me ocurre que directamente de las tres a las cinco de la mañana, fuese decretado un tiempo de penumbra, que por su fatalidad, ni siquiera debería de nombrarse.
Pues a esa infausta hora, este querido bohemio, se paró y por motivos que sólo puedo atribuírselos a las artes obscuras, logré introducir mi bien formado y trabajado cuerpo a la regadera. Ni siquiera la tibia agua que caía en esa muy fresca mañana de octubre, me alegró lo suficiente, para hacerme a la idea de partir en mi viaje de trabajo.
A todo esto habría que agregar el martirio de hacer esto en lunes por la mañana. ¡No es de Dios!
Pues así en calidad de zombie envidiado hasta por el mismísimo George E. Romero, abordé el taxi y llegué a la bonita y nueva de paquete, terminal B del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Monterrey. ¡Oye que bonita terminal! De verdad que no tenemos nada que pedirle a ninguna otra del mundo. Así subí las escaleras, pasé unas salas muy hermosas, llenas de gente más hermosa aún, que esperaban con cara de tlacoyo su avión. Entonces empecé a notar que mi sala estaba más lejos y más lejos. Terminó el pasillo y me bajaron por unas escaleras eléctricas a unas salas no tan bonitas, llena de gente menos bonita que la de arriba, de donde supongo salen los vuelos a los destinos no tan bonitos, como es el ya comentado caso de Celaya.
Eso si… la gente en punto de las seis de la mañana también con su cara de tlacoyo igual que los de arriba.

Después de que nos introdujeron por un lugar horrible que me recordó a Auschwitz, nos treparon en el minúsculo avión de Aeroméxico Connect, en el cual un azteca promedio va muy cómodo, pero yo con mi nórdico metro ochenta, tengo que ladear la cabeza para no darme un mulazo contra el techo. Los asientos para mi son un martirio chino, quedo tan empotradito en ellos, que juro que no es necesario el cinturón de seguridad. Ni el más violento de los accidentes aéreos, sería capaz de sacarme de ahí.

Con estos contratiempos y mucho… mucho sueño, la emprendí hacia el aeropuerto de Querétaro. Lo único que me sacó de mis profundas meditaciones a ojos cerrados, fue el golpe del tren de aterrizaje con el concreto de la pista.

Mis cosas de trabajo en Celaya salieron muy bien. La cena en el Caserío me salió mejor. Al día siguiente nos llevaron al pueblo más hermoso de México que no es otro que San Miguel de Allende. O en tiempos de Allende… San Miguel el Grande. Allá fuimos.

A San Miguel de Allende se llega de Celaya, por una carreterita que por esas cosas del destino, la están remodelando. Yo pensé que el trayecto iba a estar horrible, pero estuvo espantoso. Creo que ni cuando el cura Hidalgo transitó la zona con todas sus hordas de insurgentes, la pasaron tan mal como nosotros en ese tramo. Ni siquiera la extraordinaria cena, ni la inigualable compañía, pudieron alejar de mi mente el regreso a Celaya por ese inenarrable paso de la muerte.

Al día siguiente nos llevaron a la exposición Bicentenario que está muy cerca de Guanajuato. En Silao para ser exactos. Me cuentan que esta exposición se abrió por el tan mencionado tema del centenario y el bicentenario. La verdad es que tanto la museografía, como lo que tienen en exposición es muy interesante. Lo que es ofensivo, son los imbéciles que han puesto ahí para dar los recorridos a la gente.
Habrá que ser muy franco en lo siguiente: Ya tenemos suficiente los mexicanos con no conocer la magnífica y riquísima historia de nuestro país, como para que estos borricos vengan a empeorar todo con sus inútiles explicaciones sobre como se desarrollaron los eventos que condujeron a la formación de este país.
Gracias a la explicación de estos badulaques, ahora pienso que el grito de independencia, lo dio en realidad, un mamut bebe que guardan ahí.

Ya ubicado en mi avión, me toca al lado de una mujer de mi edad muy guapa. Digo Buenas tardes educado como soy, me mira de arriba abajo y se voltea. No la culpo. Seguro con lo guapa que está, todo mundo se le lanza en los aviones. Lo que desconoce la diva de Silao, es que yo no me le estaba lanzando. Solo la saludé porque soy educado y guapachoso.

Saco mi computadora para empezar a escribir esta noble aportación a la literatura novohispana y a los pocos minutos, la chica empieza a roncar como trailer en subida. En eso debo reconocer que si es de mi tipo. Minutos más tarde la mujer está casi recargada en quien esto escribe y llenándome de baba la manga de la camisa.
Cosas del destino.

jueves, 7 de octubre de 2010

Espermatozoides a la Escuela

No puedo callar más. El mundo tiene que saber las que he pasado junto con la Generala en esta decidida cruzada de podernos embarazar.
Como te comenté en el pasado querido lector; mi amada consorte y tu querido y seguro servidor, han reactivado la azarosa cruzada de la fecundidad. Es importante mencionar que dentro de todo este periplo de hormonas y folículos; hay una parte que ha quedado fuera de foco una vez que llega la terrible noticia.
Como ahora no ha sido el caso, he de contarte caro lector, el arduo proceso de la inseminación artificial. Así que como diría mi abuelo Pancho Pistolas: ¡Va de cuento!

Todo empieza cuando a la Generala la empiezan a monitorear para saber como se han desarrollado sus folículos. Déjame instruirte caro lector, que esta palabra no corresponde necesariamente a lo que tenemos en el cuero cabelludo (o eso era lo que yo pensaba), los folículos también es donde se desarrollan los óvulos femeninos o algo así.
El caso es que la Doctora de la Generala a quien llamaremos La Gladiola, minuciosamente estudia el desarrollo de los mencionados folículos. Revisa su tamaño su forma y otras cosas que la verdad no entiendo y creo que tú tampoco lo harás. En determinado momento ella apuesta (así como en el hipódromo) por alguno de los folículos en desarrollo y le prescribe a mi esposita diversos tipos de hormonas para crecer esto o limpiar aquello.
Esta última ocasión y sin agua va, la Gladiola me ordenó que al día siguiente debería tomar mi muestra de semen (no ella, yo solito cabe aclarar), para insertarlo en La Generala “ipso facto”. Porque resulta que los multinombrados folículos, tienen el mismo temperamento errático que su dueña y decidieron romper antes de lo previsto.
La sensación que tuve en ese momento, fue la que me imagino tuvo Ernesto Zedillo cuando mataron al pobre de Luís Donaldo Colosio y así sin agua va, le dijeron: ¿Qué crees Doc? Vas a ser Presidente.

A pesar de lo que hice lo que estuvo en mis manos para disuadir a la floral galena, no lo logré y como ya se sabe que no me arredro ante las sorpresas, actué como los merititos machos… y allá fuí.

Lo que has visto en los programas de la televisión o en el cine acerca de este momento en el que los hombres tenemos que hacer algo que, para que echar mentiras… bien que nos gusta, pero no en un ambiente tan controlado; no es tal, es peor.
La salita que me tocó, se parece mucho a los cuartos donde la CIA tortura a los espías más temidos. Allá tuve que ir para recolectar la muestra… mi muestra, para llevar a mis “muchachos”, a una capacitación espermática.
Ellos no necesitan una capacitación de ese tipo; ¡ya son espermatozoides! Dentro de unos años, tal vez sean espermatosaurios, pero ahora es lo equivalente a que alguien tome un curso sobre como ser humano. ¡Tómala!

Lo que mis valientes guerreros necesitan es una capacitación ovulística. Adiestrarlos en el noble arte de seducir al hostil huevecillo. Normas de propiedad, el Manual de Carreño, decir buenos días, buenas tardes, buenas noches. ¿Me permite pasar y fecundarla?, llevar serenata, enseñarles algunas de esas canciones que derriten a las féminas como “Gema” y “Tres Regalos”, para que entonces si… puedan formar el preciado cigoto en comunión para engendrar la vida. ¿No sería mejor cambiar el programa de estudios de los espermatozoides señorita?
No señor. La capacitación espermática consiste en seleccionar a los mejores en su tipo. ¿Entonces es algo así como un “American Next Top Model” pero con espermatozoides?
Pues algo así. Mire, por ejemplo usted nos dio 28 millones de células. Pues son muchísimos. Si pero de esos sólo el 20% son normales. Pues cinco millones siguen siendo muchos. Sí, pero de ahí seleccionamos a los más rápidos y vigorosos. Entonces más bien es como las Olimpiadas de Beijing. Pues si. Esos espermatozoides olímpicos los bañamos, los peinamos, les metemos tres Red Bull y son los que insertamos a su esposa. ¡Que tecnología!
Debo decir que me siento sumamente orgulloso del número. Antes de que me operaran (de eso luego les platico), el conteo era sólo de trecientos. Me imagino a estos espartanos peleando la batalla de las Termópilas sobrados en valor, pero muy inferiores en número y sin un Leónidas que los dirigiera.

Ya que mis guerreros están bien capacitados; me dan mi probeta con la cual tengo que correr y bajar tres pisos, caminar a otro edificio, bajar un piso más, entrar al consultorio de la Gladiola y entregarle la estafeta como en carrera de relevos, para que pueda proceder la inseminación en la Generala, quien ya se encuentra en una camilla con las medidas reglamentarias para tal efecto y esperar a que estos millones de recién perfumados espermatozoides, corran tan rápido como yo, hacia la inmortalidad.

Quiera Dios.

sábado, 2 de octubre de 2010

La Comida de la Crayola

El próximo sábado hay comida en mi casa con mis suegros, mis cuñados y los fabulosos Gemelos Fantásticos. Así fue la invitación cortesía de mi hermanita la Crayola Roja, a congregarnos en su casa para el día de hoy.
A mi me dio mucho gusto, ya que la familia política de mi hermana y familia “no política” del Pelón, es de todos mis quereres.
A los Gemelos Fantásticos los vimos unos días después de su nacimiento y no los volvimos a ver. Por lo tanto la reunión se me hizo harto oportuna porque de lo contrario la siguiente vez que nos encontremos será en su graduación de la universidad.

Así nos preparamos para la reunión que debía ocurrir el día de hoy y se manejaron algunas opciones de banquetes para la ocasión. Hasta el miércoles de esta semana, acordamos que el “Piatti Forte” (así decimos los italianos) serían unas deliciosas Carnitas estilo Michoacán, que por cierto nada tienen que ver con Italia. Elaboradas por las insuplantables manos de mi papá.

La tajante Crayola decidió después que las Carnitas no eran adecuadas. En tan esperada reunión con la familia política ¿Cómo era posible que diéramos carnitas estilo Michoacán? Seguramente a todos los asistentes se nos iba a disparar el acido úrico y nos darían fuertes estertores de colesterol, matando instantáneamente a los asistentes y dejando a los Gemelos Fantásticos en una desamparada orfandad, hasta que alguien se apiadara de ellos. Hay que reconocer que el argumento era dramático como indebatible.

Así que mi dorada y ahora espigada hermana, después de un gran trabajo de sesuda reflexión, decidió que el menú debería sustituirse por una saludable carne asada. La cual también se encargaría de matar a los asistentes pero un poco más lentamente. Dándoles tiempo a los Gemelos Fantásticos de aprender un oficio y desarrollarse plenamente antes de quedarse sin familia, para evitar pasar a formar parte, de la inmensa fila de niños en el DIF Capullos.
¡Gloria a Dios en las alturas por la sagacidad de la Crayola!

Después todo se fue al cuerno y la familia del Pelón, tuvo que cancelar su asistencia por una triste noticia más allá de su control.
Pero como ya estábamos vestidos y alborotados me habló mi hermanita por teléfono:

Hola. Hola ¿Cómo estás? Muy bien. ¿Oye siempre que onda? ¿Qué onda con que carnala? Pues con la cena de hoy. ¿Que no era comida? Pues no, ya no es comida, ahora es cena. Bueno pues supongo que cenaremos ¿no? Si, ¿pero que vamos a cenar? ¿Cómo que que vamos a cenar Crayolita? ¿No habías impuesto tu el exótico menú de una carne asada? Es que ya decidí que mejor no. ¿Y eso porque hija de la vida? Pues porque eso vamos a comer la próxima semana cuando ahora si nos reunamos con la familia del Pelón. Somos regiomontanos primor, podemos comer carne asada todos los días de nuestra vida y privarnos del resto de los alimentos. Pues yo no voy a comprar carne este fin de semana y el próximo. Me parece una actitud muy fea de tu parte. ¿Qué te parecen mejor unas hamburguesas al carbón? ¿Qué te parecen mejor unas carnitas estilo Michoacán? No seas payaso… ¿Quieres hamburguesas al carbón o no?
A punto estuve de responder que la verdad no se me antojaban sus pinches hamburguesas, pero creo que con la edad me he vuelto más precavido y conciliador.
Unas hamburguesas al carbón están muy bien. – Respondí. ¡Que bueno! ¡Que dicha! Nos vemos a las seis. ¿Cómo que a las seis? ¿Qué no era cena? Si pero dijimos que a las seis. ¿Quiénes dijimos? Le comenté a tu mujer que nos veíamos a las seis. Volteé a ver a la Generala que me respondió con una mirada de “no tengo idea de nada” y le respondí: ¿Llegamos a las ocho? ¿Porque a las ocho? ¡Ay de mí!
Llego a la hora que quieras hermanita, comeré lo que me des y me regresaré a mi mansión tan tranquilito como siempre. Entonces acá nos vemos y trae botana. Invita a los Conejos, los Vacunos y al Gordo Reformado. Heil Hitler!

A veces me pregunto porque mis papás mejor no me compraron un perro en lugar de tener la genial idea de hacerme pagar mis males con esa hija de la SS.

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