jueves, 15 de octubre de 2009

Be sure to wear some flowers in your hair

Nuestra primer mañana en San Francisco fue el día que mi rodilla izquierda estuvo más enojada conmigo. Cada paso que daba me la mentaba como diciendo: ¡Ahí está! ¿No querías venir a tu viajecito? ¡Pues ahora sufre canalla!
Yo la mande a freír espárragos y así avanzamos sobre esta hermosa ciudad bajo un clima helado y con neblina que yo pienso se puso de acuerdo con mi rodilla para fastidiarnos.

San Francisco está situada en una bahía y no es la típica ciudad estadounidense.
Hago un breve paréntesis para decir que me repurga que les llamen americanos o norteamericanos, para mi son estadounidenses. Americanos somos todos los que vivimos en América desde Argentina hasta Alaska; y norteamericanos somos todos los que vivimos en México, Estados Unidos y Canadá.
Entonces yo soy Americano igual que Pele y Maradona y Norteamericano igual que Obama, quien por cierto es estadounidense.

Nuestra primera parada a la cual llegamos a pie, fue el maravilloso Palace of Fine Arts que es un edificio de estilo griego situado junto a un apacible laguito donde los patos y otras aves nadan y se acicalan despreocupadamente. Para los que no tengan ni la más remota idea de que hablo, vean la película de La Roca y es donde Sean Connery se encuentra con su hija.

Frente a toda esta belleza hay unas hermosas casitas y no pude evitar pensar en toda esa bola de desgraciados que viven ahí y cuando salen al trabajo, sí es que tienen, ven esa postal conformada por el lago, el Palacio, los jardines y los árboles.
Yo en cambio cuando salgo al trabajo, me tengo que conformar con ver mi parque que ahorita está verde pero eso no es común, al gato de la comunidad, a la vecina que se parece a alguno de los personajes de la Guerra de las Galaxias lavando su camioneta y en lugar del palacio el cuartito del jardinero del parque. ¿Por qué Dios les da a unos y a otros no?

Después de esto tomamos un bus para ir al magnífico Golden Gate Park haciendo una breve escala en el Golden Gate Bridge del que no se veían ni las casetas de cobro por la neblina. Mi mamá me decía: ¿A dónde está el puente? Pues estamos en el. Pero no se ve nada. Es por la neblina. Pero es que yo lo quiero conocer, no vine a San Francisco solo para ver del Golden Gate al señor que cobra en la casetita ¿verdad? No gordita (así le digo a mi mamá) claro que no, seguro mañana se quita la neblina y lo vas a poder ver en todo su esplendor. Más le vale al pinche puente pensé.

Así llegamos a Golden Gate Park que es una enorme maravilla, donde mi esposita nos invito… déjenme repetir eso porque ni yo me la creí: Mi esposa a quien amo profundamente, NOS INVITO ella con su dinero, ganado con el sudor de su frente y de sus manos, NOS PAGO, la entrada al extraordinario Japanese Tea Garden.

Terminando esta larga caminata nuestros pies ya nos hacían como teléfono ocupado y mi rodilla se quejaba amargamente de todo, aunque yo ya me había untado y tomado no se que para el dolor, además de ponerme una rodillera que compré Wallgreen’s que me sirvió para dos cosas.

En nuestro recorrido en bus al cruce de las calles Haight y Ashbury conocido como la cuna del movimiento hippie, fuimos testigos de un altercado bastante desagradable entre nuestra conductora y un transeúnte.

La conductora tenía cara de Mr. T estreñido y se puso como pepita en comal cuando en una parada varios se le metieron por atrás. Bueno no precisamente a ella sino a su portentoso vehículo (de otro modo yo también me enojaba). La señora suelta el volante, recorre el pasillo hasta la puerta de en medio y empieza a bajarlos. ¡Que carácter! La gente se empezó a bajar diciéndole a la conductora todas las letanías que se sabían. Pero un transeúnte que rondaba los veinte años que se le pone al brinco a nuestra templada auriga, se le acerca y le pone la cara en la cara como si la quisiera morder y le dice: I have to go to my work bitch!, que quiere decir: Oiga señora por favor no me baje del bus porque tengo que llegar a mi trabajo.
La señora lo baja del camion y le dice: You’re the Bitch… that’s why I go and you not!, que quiere decir: Faltaba más… por favor espérame tantito y vuelvo más tarde por ti.

¡Tómala… que el muchacho abre la puerta y se vuelve a subir! ¡Y le empieza a gritar!: What is wrong with you black bitch!!?? ¡Órale! Todos los pasajeros atónitos pero eso si, sin meternos, porque la verdad no había nada que defender, ella era una hija de Satanás y el un baboso. Así que calladitos nos veíamos más bonitos.
Después de unos minutos el muchacho se bajó más calientito que un hot dog y volvió a arrancar el transporte operado por nuestra turbada conductora.

Mi domadora me sugirió que mejor nos bajáramos en la siguiente parada antes de que Mrs. T nos matara en un poste y así lo hicimos.

El barrio Hippie tiene un encanto especial, pareciera que te transporta a una dimensión desconocida donde todos son ejemplares exóticos. Desde la muchacha con el pelo azul, hasta los sesentones que se subieron en una combie que iba a Woodstock pero nunca se bajaron.

De ahí hicimos en otro bus (con un conductor menos combativo) el viaje hasta la famosa esquina de Powell y Market donde inicia uno de los recorridos más característicos de San Francisco. Estoy hablando del Tranvía.

Yo ya había hecho este recorrido y estaba dispuesto a volverlo a hacer, pero la verdad es que nos tocaron de compañeros puros gandallas que se subieron antes que nosotros y nos toco en la parte de adentro sin poder ver mucho.
El tranvía en San Francisco se tiene que hacer afuera o colgado de el. Ya de perdida parado en la parte trasera. Pero adentro y repleto de gente sin poder ver nada, es como bailar con la prima. Se disfruta pero no le puedes dar el “llegue”.

Para terminar el día llegamos a Ghiradelli Square, una antigua fábrica de chocolate donde hacen el mejor Sundae que he comido en mi vida, mismo que no estaba dispuesto a indultar. Es un lugar muy agradable donde hay un mesero de esos excéntricos que canta en las mesas. El me dijo en su ingles italianizado, que su cantante preferido era el argentino Carlos Gardel.
Rápidamente pensé en mi colega bloggero
Gonzalo Vázquez, quien sí se enterará de este incidente sin que yo hubiera hecho algo por remediarlo, sería capaz de asesinarme con una tira de asado uruguayo.

Por lo que rápidamente corregí al señor acerca del origen de Carlos Gardel y que no era argentino sino uruguayo. Así se fue el con su nuevo conocimiento adquirido y así también nosotros nos fuimos al hotel con los pies cansados y el alma contenta.

Gonzalo me debes un choripan.

5 comentarios:

  1. Me has hecho recordar mi viaje a San Francisco, qué bonita ciudad, no se me olvida una calle en particular, tal vez la has visto, es muy turística, no recuerdo el nombre pero desde abajo se ve una cuesta muy muy empinada llena de curvas y muchas flores. En fin, me alegro de que lo hayas pasado bien, que mal rollo la conductora jaja, y cuídate esa rodilla, son muy fastidiosas, lo se bien. Un beso!

    Andrea.

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  2. que lindo San Francisco y gracias por defender la verdadera nacionalidad del Mago un saludo...

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  3. Caray yo que pensé siempre que Carlos Gardel era de Huixquilucan Estado de México.

    Que bien que te la pasaste y me llamó la atención respecto al parque donde filmaron la peli La Roca, por cierto lo de la neblina no es nada igual en Chilangolandia no más que negra, para tiznarse a su ma...la salud.

    Saludos mi wen

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  4. JAHAHJJAHAJAHAJAJA !!!

    Eso va pa adelante !!!

    VISTO: Que por ser Americano y del bando de los "justos" este amigo, mas que amigo, es un hermano.

    CONSIDERANDO: Su autentica devoción por el respeto de las verdades, demostrando con hechos la defensa de la causa.

    SE RESUELVE: Nombrarlo "Escolta mundial del regimiento de dragones libertadores de la Caballería Oriental" confiriéndole todas las potestades que el cargo de honor acarrea (con choripan y tira de asado incluído)

    Te pasaste hermano, un abrazo fuerte y seguí así que ya sos uno de los nuestros !!!

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  5. Vaya, yo pensaba que sólo a mí me sucedían cosas divertidas, pero anda que a ti...
    ps. Buena apreciación lo de norteamericano.
    Un rampyabrazo.

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