sábado, 27 de febrero de 2010

Furia Volcánica


La ira ha carcomido mi ser los últimos días. Creo que empiezo a ser presa de un ataque hormonal por todos los frentes.
Tengo que tranquilizarme, porque si no, algo pasará.

Tenía previsto pasar un par de días de trabajo en Mérida y después un par más de vacaciones, ahí mismo, con mi adorada mujer. Sin embargo, no contábamos con la astucia del vuelo Mérida – Monterrey, que así nada más, se agotó. Obvio es decir que lo hizo, antes de que compráramos el boleto de aquella.
Así, se quedó bailando y no vendrá conmigo; entonces ¿para que he de quedarme allá?
Tendría que recurrir al escabroso tema de las novias imaginarias; comentado en la entrada pasada de este blog.

La verdad es que yo ya conozco esas apacibles y amables tierras Yucatecas; mi intención, era que las conociera mi Morena de fuego, pero pues ya nos la pellizcamos.

Eso y otras muchas cosas que pasan, me tienen con un humor de perros estos días.

Así con todo y mi genio (hablo del humor), me levanto a las cinco y media de la mañana, me baño con un frío de perros, me visto, llega mi taxi, acaricio a la Generala y beso al Joey (¿o al revés?), llego al aeropuerto, despego en Monterrey, aterrizo en México, compro un café, me subo al vuelo que va a Mérida, me toca el último asiento, cuyo ocupante es el que tiene la función de destrabar el carrito de las bebidas llegado el caso. El vuelo va vacío, la sobrecargo me sonríe y me dice que me mueva si quiero. Como sí quiero, me cambio a un lugar sin responsabilidades. Despegamos otra vez. Mientras nos vamos alejando del suelo, puedo admirar con cuidado, lo que alguna vez fue la Gran Tenochtitlán. Allá a lo lejos, los volcanes más famosos de México: El Popocatepetl y el Iztaccihuatl.
Mi ira desaparece de manera casi instantánea y soy transportado a otro tiempo.

Un tiempo hace muchos años, en el que tenía la grandísima ilusión de conocerlos. Yo debo haber tenido siete u ocho años y allá fuimos mis papás, mi hermana, mi abuelo “Pancho Pistolas” y mi tía la Bióloga.
Subimos hasta el Popo y nunca pudimos verlo. Yo preguntaba que donde estaba el volcán y a pesar de los esfuerzos de todos por hacerme entender que estábamos arriba de él, yo no les creía. ¿Cómo era posible estar encima de un enorme volcán y no poder verlo? La neblina era espesa y hacía un frío de perros en el refugio alpino de Tlamacas.

Bajé desconsolado por no poderlos ver, fuimos a comer a un restaurante en la carretera y cuando salimos, ahí estábamos a los pies de los dos volcanes.
Eso fue hace más de veinte años y todavía recuerdo ese profundo sentimiento de haber encontrado algo que faltaba. Desde entonces, el Popo y el Izta, han ejercido sobre este que escribe, una mística atracción que va más allá de mi entendimiento. Para mi son como dos amorosos padres en la lejanía de un valle, que cuidan a sus hijos. Ellos dicen y yo callo y obedezco. Me subordino incuestionablemente a sus encantos y escucho con atención lo que me tienen que decir.
Todo va a estar bien -dicen los volcanes-.

No me lo dicen así con palabras. Solo lo siento dentro de mí, ellos lo inspiran, ellos lo saben, ellos lo hablan.

Después de un rato en el avión y más allá, puedo ver otro volcán, el Citlaltepetl, del que me hablaban mis abuelos. Ese es su verdadero nombre, aunque la gente lo conozca mejor como: El Pico de Orizaba. Es la primera vez que lo veo en mi vida, pero también se comunica conmigo; mi abuelo me habla a través de él y recuerdo de golpe muchas cosas. Todas ellas buenas, todas ellas nostálgicas.

Cuando llega el momento de aterrizar en la blanca Mérida, lo hacemos en medio de una espesa capa de nubes. En Mérida llueve.
Para los habitantes de esta hermosa ciudad, hace mucho frío. Hay dieciocho grados.
Los Emeritenses, llevan suéter, algunos de ellos abrigo y otros más friolentos… tuvieron una ardua batalla con la polilla de su armario, para sacar su empolvada bufanda, que usan sólo dos o tres días al año. Yo… estoy comodísimo y en camiseta con ese clima.
Mi mal humor se encuentra en franca recuperación.

Con una buena cena yucateca, mi mal humor desaparecerá por completo y podré ir a dormir, para tener sueños llenos de lava.

Les dejo una fotografía que tomé desde el avión a los volcanes. Mi buen amigo
Varo, estará feliz de que haya puesto una en mi blog. No te acostumbres.
También les dejo un video que cuenta la leyenda de estos dos volcanes de México.


5 comentarios:

  1. Hola Mcrow!! Ojalá recuperes tu humor totalmente, Me encanta leerte cuando él está con vos.
    besossssss

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  2. Vivo tan cerca de Mérida y aun no la conozco…ya tengo preparado el recorrido Maya…y tienes razón por aquí dice ha hecho frio este año más que otros años pero ahora bien cómoda la temperatura ya vendrán el calor que en el sur de México es bastante…volverme mexicana pos claro me encanta la cultura además yo digo que México es música…magia y color …lamentable lo de la generala y también el mal humor que te causo su lejanía …los volcanes son impresionantes …te dejo un beso y mi cariño siempre para ti ..

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  3. Hay sitios que se quedan con nosotros.

    Hay sitios que nos recuerdan siempre sucesos o personas.

    Lastima que no viajara la generala, habrias encontrado muchos sitios que quedarian asociads a ella.

    De poner el volcan ya te encargabas tu.

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  4. que lindo lo que has escrito y recupera tu buen humor jajajajaja saludos

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  5. Compadre Mcrow eres fabuloso. Con razón algo note diferente entrando al blog, ahora si le pusiste saco y corbata.XD

    Además el vídeo esta muy bueno, porque además sirve para promover lo que tenemos en México.

    Nunca pierdas el humor, siempre tomarse las cosas con humor y evitar darle demasiada seriedad a las cosas que no valen la pena.

    Por cierto ahora que estuviste en Mérida, avisa con tiempo si veis un tsunami para estar preparados.

    Saludos XD

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