jueves, 13 de agosto de 2009

Crónica McAllensca

Sí este texto casi no llega a sus manos es en parte culpa de Starbucks y mía por no buscar un tiempo para ponerme a escribir.

Después de casi una hora de haber llegado a esta cafetalera embajada mundial, buscar estacionamiento, bajarme, hacer fila, pedir un te helado de Mango Maracuya y esperar tortuosamente a que los chavitos alegres que contratan en esta exitosa franquicia pudieran empezar a surtir pedidos; aquí estoy para terminar de contarles la experiencia de mi viaje a McAllen con las tías y mi mamá todas en una sola exhibición.

Ya relaté como fui presa de un complot al más puro estilo de Andrés Manuel y acabé embarcado en ese viaje ornitológico con cuatro guacamayas las cuales tienen la asombrosa habilidad para hablar y escucharse todas al mismo tiempo.
No deja de impresionarme como ellas pueden hablar todo el tiempo sin perder el hilo conductor de la conversación; y yo pobre hombre al fin, debatiéndome para dar batería a las viejitas quienes así como no se les acaba la pila para hablar, tampoco para brincar de tienda en tienda buscando artículos de escasa importancia.

Así llegamos a Cadereyta (que es hermoso en esta época del año), luego a otros lugares que no recuerdo para acabar en Reynosa; dinámica ciudad dominada por todo menos por el gobierno y hacer la tortuosa fila que nos llevaría al sueño americano. Ese sueño que para los norteños consiste en ir a comprar jabones, ropa y comer en Luby’s sin olvidar nunca a “el multiusos” Target.

Después de que el simpático oficial de migración (es un decir… una papa al horno es más agradable) se apiadara de mi con su cara de cartón por llevar un modelo 38, uno 41, uno 44, mi mamá 52 (el más reciente) en los hombros de este modelo 78 que con sus 31 años ya le suena el cigüeñal, nos dejó pasar como quien dice: Ándele ándele vayan con Dios.

Así avanzó este frente a sitiar la multivisitada Target de la zona de Trenton.
No deja de impresionarme Target por ser una tienda donde uno puede conseguir desde un espectrofotómetro de absorción atómica hasta caramelos para los niños ¡y a los mejores precios!

Ahí llevaba yo la instrucción del estado mayor, de comprarle a la hija de mis amigos los conejos (y próximamente mi sobrina) algunos artículos que le serán de mucha utilidad en sus primeros meses. Calcetines, chupones, mameluco, baberos etcétera.
Fue ahí cuando yo presa de una ternura incontrolable decidí por mis puros tompiates llevarle a la conejita un ejemplar de la misma especie de peluche el cual orgulloso en su pecho llevaba escrito “My First Bunny”

Como puede uno resistirse a algo así. Por lo tanto decidido lo abracé y lo eché al carrito fantaseando con la cara de sorprendida que pondría cuando se lo diéramos. Fantaseé con el hecho de regalarle su primer muñeco de peluche. La imaginé yendo a la universidad llevando solo sus libros y su conejo. Me ilusioné pensando en ella de viejita en su mecedora, contándoles a sus nietos la historia de su tío y el conejo de peluche que le compró en Target.
Que poco me duró el gusto.

Cuando llegué con mi cabecita blanca a mostrarle orgulloso el conejo, lo vio de reojo y me dijo muy seria: Tu hermana ya le compró uno igualito.
Es increíble como se me vino el mundo encima.
Pensé en la cara que pondría cuando recibiera su conejo de peluche, la imaginé de nuevo yendo a la universidad con solo sus libros y su conejo y de viejita contándoles a sus nietos la historia del conejo y de… su tía que se lo compró sabrá Dios donde.

Esa fue mi visita a Target. Una completa desilusión de pensar que nunca les contaría a sus nietos de los chupones, los calcetines y el mameluco que acabé llevando.

Así pues avanzó el contingente sobre Luby’s donde comimos y nos saciamos. ¡Que pila de las tías! La tía Osa y la tía Güera hacían planes para tomar el HEB en punto de las doce de la noche. ¡Que doce de la noche ni que freír los mocos! Ni que fuera el sitio de Cuautla.
Ya me veo yo a las doce de la noche parado con el cadenero del HEB diciéndole somos cinco por favor déjenos pasar, permítame su identificación, como no, Uy ya estamos llenos vengan mañana. ¡Chale!

Después de una ardua jornada en la Plaza Mall nos fuimos al hotel a dormir.

El plan más importante del día siguiente era abordar de manera contundente los Outlets de Mercedes donde la tía Osa que es el peor sistema de GPS que he tenido nos llevó con algunos contratiempos.
Fue así cuando comencé la imposible hazaña de comprarme pantalones.
Parecía que el mundo había sufrido una tremenda maldición y todos los hombres habían sido destinados a tener la talla de 36x32. O era eso o no me explico porque no había un solo pantalón de la mítica medida en todo el maldito outlet.
Entre aquí y entre allá, me probé tantas veces que creo que ni los tres primeros meses de mi matrimonio me quité tantas veces los pantalones de lo que lo hice en ese solo día.
Enojado y frustrado acabé comprándome un 35x32 y un 36x30 tratando de obtener lo mejor de los mundos y todo para que llegando me dijeran: Ese te aprieta. Ese te queda rabón ¡Ay Díos mío ten piedad de mi!

Mientras tanto la tía Güera que tiene severos problemas con su manera de comprar, parecía el demonio de Tazmania por todo el lugar. Solo se veía un remolino y sus manos por fuera con bolsas en las manos.

Cansados, acalorados y muy, muy gastados, salimos del famoso outlet de Mercedes Texas de vuelta a nuestro hotel en McAllen; no sin antes hacer escala en una tienda para que “Taz” le llevara un guante de golf a su marido, en McDonalds a comprar un refresco, en una farmacia para comprar vitaminas y en una librería para tomar café. Cosa que nos tomó alrededor de tres horas más.

El hijo de la Osa, mi primo el osito y su novia tuvieron el detalle de invitarnos a cenar a su casa en la misma ciudad y así transcurrió la muy agradable velada hasta las doce de la noche sin tener que ir al HEB.

Al día siguiente después de que la tía Güera pagara sin mi consentimiento la cuenta de mi cuarto en un gesto sumamente amable. Decidí devolverles el favor invitándolas a desayunar muy rico antes del regreso.

Desde luego era imposible dejar McAllen sin una fugaz visita al HEB donde las señoras hicieron sus últimas compras por el huracán (yo creo que venía un huracán porque parecían de pánico) y así nos alejamos de ahí de vuelta a la Sultana del Norte al lado de mi consorte a quien nunca le perdonaré que no me haya acompañado en este viaje ornitológico.
Safe Creative #0909124502905

2 comentarios:

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  2. Hola, Mcrow, tienes unos detalles a la hora de contar cosas que hace que me parta de la risa por eso.
    Gracias por compartirlo.
    Un rampyabrazo.

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